Archivo diario: 1 diciembre 2009

Yo confieso

Que soy estupenda y maravillosa.

Que tengo una mala leche acojonante.

Que mi cabeza funciona demasiado deprisa para lo que está bien visto.

Que mi lengua, la mayoría de las veces, se convierte en un enemigo de mi misma. Tiene vida propia y aunque juro controlarla, es imposible. La parte buena es que muchas veces la gente no capta la terrible maldad que acabo de expresar.

Que soy capaz de tener pensamientos tan retorcidos que si alguna vez los verbalizara, a más de uno se le helaría la sangre.

Que ahora a mis 36 años, estoy a gusto con mi cuerpo.

Que tengo unos pies preciosos.

Que soy muy divertida.

Que soy mucho más sensible de lo que a mí me gustaría y de lo que nadie imagina.

Que puedo ser una completa cabrona si me lo propongo.

La verdad es que molo mucho.

10 comentarios

Archivado bajo molinos

Confesiones casi humanas

Yo confieso que hay días en los que me asemejo a un robot. Un patético robot grisáceo y frustrado, que alguien construyó hace tiempo por alguna razón que desconozco. No se qué pasó con ese constructor: tal vez sigue cerca, tal vez me olvidó. Qué más da. Un robot no entiende estas cosas.
En días como éste, simplemente me levanto por la mañana y actúo como he sido programada. Me lavo los dientes, me peino, me saco las lagañas, sin preguntar ni preguntarme por qué. Camino hasta donde tenga que caminar, casi sin querer: me llevan mis piernas, porque mi mente está vacía. Bueno, no vacía: dicen que sólo un sabio (aunque yo debería decir “sólo un humano”, para empezar), puede vaciar su mente. Probablemente la mía está tan confusa y llena de datos espesos que mis pensamientos terminan enredándose y atorándose, provocando una quietud extraña, una tregua del caos casi silenciosa, casi blanca a causa del entrevero de colores, casi muerta.
Y así, atorada, la mente se rehúsa a pensar. Recurre, entonces, al plan de emergencia. Como cuando en un hospital se corta la luz se enciende un generador de energía provisorio, en mi mente esa zona tan metódica del cerebro toma control de la situación, y se encarga de cumplir, básicamente, lo único que conoce: el programa de mi vida. La rutina más reciente. De esa forma, funciono en piloto automático.

Pero tras un par de días de una condición robótica que parecía crónica, algo falla.
A los robots los distraen las luces y los ruidos y el movimiento; por esto, instintivamente llenan su vida con ellos. Así, nos rodeamos de lámparas brillantes, de música, de gritos, de televisores y de amigos, y la mente se aletarga, como si hubiese ingerido algún suave somnífero. Sin embargo, ¿qué pasa cuando se apagan las luces, cuando los ruidos disminuyen, cuando por una vez nos quedamos sentados, quietos, simplemente escuchando nuestra propia respiración?
Entonces nuestro cerebro se desenreda y despierta. Nuestra coraza se vuelve carne y nuestros circuitos centrales vuelven a parecerse bastante a un rojo y bombeante y vivo corazón.
Es entonces que nos damos cuenta de que estamos en un lugar que nunca terminaremos de conocer: de hecho, ni siquiera comenzaremos, porque se renueva y es otro a cada instante. Es entonces que caemos en la cuenta: estamos, finalmente, solos, y una finísima línea nos separa de la muerte, otra aún más fina de todo lo desconocido. Es entonces que nos damos cuenta de que la vida es frágil, pequeñita, extraña. Volátil. Está aquí, y aún así es inalcanzable. Es incluso menos real que las utopías y los sueños. Es algo por lo que luchamos, pero sin saber por qué ni para qué, porque si la pensamos, no tiene ningún sentido.
Abrimos los ojos, tendemos manos, vomitamos vida, rompemos el cielo. Todo, sin entender. No hay ciegos, porque todos lo somos, y si todos somos algo, nadie es. Nos movemos sin siquiera poder tantear qué viene adelante. No sabemos qué pasa a nuestro alrededor: al fin y al cabo, solamente podemos sentir. Podemos llorar, morder, hasta amar. Pero nunca vamos a entender.

Pop. Mareo. Madeja. Enredo.
Mejor vuelvo a dormir, y dejo esto en auto-pilot. Es más fácil…

DANIELA

14 comentarios

Archivado bajo Daniela_