Aunque la aclaración debería realizarla al final, dado el carácter de este blog, pienso que es más correcto realizarla antes… puesto que me pedisteis mayoritariamente en la última noticia que os contara más… y aunque esta escena no es realmente de la novela Anochecer en la red, sí implica a dos de sus personajes auxiliares.
Es una escena que los define, en parte, y que lleva mucho tiempo rondando por mi cabeza… a la que viene perfecto el título de hoy.
Año 2058. Un bar cualquiera de Valencia.
– Sinceramente – protestó David -, Jorge, no entiendo tu manía de celebrar este centenario.
– Fue un hecho importante: la llegada al poder del único hombre que resistió la caída de nuestros ideales, en la cuna soviética.
– Hubo otros: Corea, Vietnam, China…
– No exactamente. Mantuvieron sus formas en la política… ¡Pero se vendieron en lo económico! ¡Solo Cuba resistió! ¡Y sólo ellos vencieron en una invasión del gran Saithan… del fascismo judío capitalista de América!
– Te olvidas de nuevo de Vietnam.
– Pero que pesadito estas con los asiáticos, David… ¡Ni que te gustará un vietnamita!
– No… ¡Por Lenin! La mayoría son manipuladores, mandones y homófobos… Las mujeres asiáticas son otra cosa, si fuera un hombre hetero entiendo que…
– ¡Pero si tú eres de lo más sumiso! ¿O no te gusta que te dé caña?
– Una cosa es que lleves la voz cantante, como se dice vulgarmente… que tú hagas y yo me deje hacer ¡Y otra la humillación y violencia asiática!
– Sinceramente… a veces pareces tan xenófobo y racista como los fascista judeo capitalistas.
– Y tú me pareces incoherente, con tus simpatías por los moros y queriendo celebrar dentro de quince días el acceso al poder de semejante bestia homófobo.
– Fidel no es ninguna bestia. Y lo que celebramos al inicio del nuevo año no es el centenario de un ascenso al poder… sino de la proclamación… del triunfo de unos ideales, que llevaron a impulsar la extensión de la revolución por toda Sudamérica, de la mano del Che.
– Di más bien a expulsar al Che para que extendiera la revolución fuera y no molestará dentro… pero no por ello Cuba dejó de estar dirigida por un homófobo.
– Él no era…
– Él, su gobierno, me da lo mismo. Perseguían a los homosexuales…
– En realidad perseguían a los ambiguos… – le interrumpió Jorge, aunque no llegó a terminar su frase, pues David le cortó a su vez.
– ¡Como yo! quieres decir… Ya sé que tu eres todo un machote… ¡Me lo demuestras cada noche en la cama! – le gritó finalmente David levantándose y alejándose del bar.
– ¡Ahora vuelvo! – le avisó Jorge al camarero, al que por suerte conocía, mientras salía del local.
Recorrió la calle hacia la zona antigua. Cruzó una avenida. Un par de cruces después se iniciaba un pasaje… en el que había varios locales, negocios fracasados, ocupados por jóvenes sin hogar… o sin familia. En uno de esos bajos vivían y compartían lecho Jorge y David. Allí lo encontró llorando. Jorge se quedó mirándolo desde la puerta. Allí estaba, tumbado sobre la cama, con sus faldas revueltas y medio levantadas. Jorge iba a entrar, cuando oyó otra voz.
– Es lo que te digo chiquilla… que con ese bruto vas a sufrir.
Jorge reconoció la voz. Se trataba de Fredo, el calvo y barbudo peluquero gay, amigo de José Sanz, el niño rico geek; si no fuera por sus contactos y por lo importante que era, para la causa, su hermano Andrés…
– Déjale y vente conmigo – oyó Jorge como Fredo subía el tono de voz – que serás más feliz.
– Pero… sniff… sniff… es que… sniff… ¡Le quiero!
– Pues hija… ya sabes: «sarna con gusto no pica», si sigues con él te hará sufrir…
– Lo sé… y ahora déjame sola.
Jorge se apartó de la puerta y se escondió.
– Adiós David… cariño… – se despidió Fredo – Si te cansas de ese bruto ya sabes dónde me tienes. Y ahora voy a buscar a José que quiero proponerle un negocio.
Esperó que se calmara un poco antes de entrar en la habitación y hablar.
– Me cuesta… me cuesta mucho, pensar en ti como hombre… sé… debo saber que eres un hombre, pero tus gestos, tus movimientos, tu dulce cara… sabes que cuando nos conocimos y me pasé hora hablado contigo… ¡pensaba que eras una chica!
– Me siento como tal… ¡pero no lo soy! – protestó David – y no tengo dinero, ni el permiso de mis padres para cambiarlo.
– Lo de tus padres…
– Sí. Lo sé. Eso pasará pronto – le interrumpió desde la cama, incorporándose – dentro de cinco meses, cuando cumpla los dieciocho… ¡Pero seguiré sin tener dinero!
– Siempre es ese el problema…
– No. No siempre. Si fuera chica… me sentiría a gusto conmigo misma… ¡Y tú también te sentirías más a gusto conmigo! ¡Seguro!
– Bueno… no negare que yo… no me considero gay… me gustas, sí… estoy, realmente, enamorado de ti… pero en el fondo no pienso en ti como en un chico… sino como en una chica.
– Lo sé.
– Por eso, perdóname si… en ocasiones, no doy importancia a esos temas… porque en el fondo Yo no me considero homosexual.
– Lo sé… sé lo que no te consideras… y sé que eres un gallito… y que te consideras un machote, pese a lo mucho que murmuran a tus espaldas, todos esos amigos tuyos… sólo alguno mío, que se llaman progresistas, pero que son tan reaccionarios y «carcas» como muchas de sus actitudes del siglo pasado.
Fredo no encontró a José, sólo a su hermano Andrés. Ya salía cuando pasó por delante de la habitación y oyó a Jorge y David, que estaban haciendo las paces. Pensó para sí: «…y si te pica te rascas.»
Próximo turno para : K – Alejandro Marticorena – Activo
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