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El Gatillazo

El Gatillazo

¿A quién no le ha pasado alguna vez, que en plena faena amatoria ya sea por estrés, cansancio, nervios, miedos o cien cosas mas ha sufrido el famoso gatillazo?
El hombre, por su puesto no lo reconocerá ya que al gatillazo se le pueden dar varias definiciones como por ejemplo «golpe que da el gatillo de un arma de fuego, especialmente cuando no llega a disparar»  o » fracaso del hombre en la realización del coito», convirtiéndose ésta última en un «terror» para los hombres.
Siempre que no se trate de un problema médico documentado, el gatillazo es cuando «tu pene está asustado, y en esas condiciones de presión no funciona».
Los hombres le tienen miedo al gatillazo porque las mujeres pueden cuestionar su virilidad, contárselo a sus amigas y quedar en ridículo.
Lo que no saben es que el mismo miedo y la obsesión por no tener un gatillazo llevan al gatillazo mismo…
Imaginemos la situación en un motel cualquiera con una pareja cualquiera:
– El: ¡mierda!
Algo no va bien, me pasé con el vodka, esto es un papelón.
Suda, lo intenta arreglar, consulta a su «hermanito» y éste sigue igual
¡Que venga una grúa por favor!
Se centra en la tarea, pero nada, no hay nada que hacer
– El: Te juro vida mía que es la primera vez
– Ella: ¿Dónde habré oído yo eso?
– El: Fin, se acabó
– Ella: ¡Pero si no había empezado y ya has terminado! ¿Ahora qué hago yo?
– El: Mañana irá a cualquier sex-shop y se comprará un novio de látex, seguro que es mejor
– Ella: ¡qué desilusión!
– El: Estoy perdido y mi orgullo herido. Mañana se quedará en casa con su «nuevo campeón»

A los pocos días de manos de la suerte se solucionó, ella lo llamó:

– El: Se le acabaron las pilas, el juguete no le funcionó jejeje
– Ella: No te preocupes, le puede pasar hasta al mejor vibrador

Por la tarde nueva sesión:

– El: ¡Bravo! la cosa funcionó como un reloj, mi hermanito se portó.
– Ella: ¡Cariño, eres el mejor!

Yo: Que levante el «ratón» a quién no le haya sucedido algo parecido.

Sandra

 

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…y así acabó la cosa como acabó

… Y así acabó la cosa como acabó! eso es lo que pensó Lorena, es que ¡ no podía acabar de otra manera!  pero os relato desde el principio.
Era 15 de octubre de 2007, Lorena estaba muy contenta porque la habían admitido por fin en el curso gratuito de Diseño de páginas Web, que se impartía en Cultura, era su primer día y como cualquier primer día en algún sitio iba un poco a la expectativa, deseando conocer a sus compañeros y al profesor, que dicho sea de paso le habían dicho que estaba de toma pan y moja, aunque era un poco serio. Llegó la hora de entrar en clase, a las 9 AM casi todos los alumnos esperaban a poder pasar a clase, y llegó él, un joven apuesto, con aspecto informal y casco de motero en mano. Sin más preámbulo se presentó a la clase y al ir pasando lista cada uno se iba presentando un poco, al principio todo normal, le llegó el turno a Lorena y se presentó como pudo, casi no cruzó mirada con el profesor. La clase el primer día transcurrió de lo más normal, entrega de materiales, plan de estudios, duración del mismo, lo normal en estos casos. A la hora del desayuno, 11,00 AM todos se fueron juntos a desayunar, allí, las chicas intercambiaron impresiones y como no, salió el tema «profesor».
– A mí no me cae mal, pues a mí me parece un estirado, en fin, para gustos, colores.

Lorena en esta ocasión no opinó, pero cuando decían algo negativo de él, sus ojos casi la delataban y no podía evitar ponerse un pelín a la defensiva y a punto de saltar, pero llegaron las 11,30 AM, hora de volver a clase y Lorena se sintió aliviada.
Los días fueron transcurriendo con total normalidad, pero Lorena no podía quitárselo de la cabeza. Estaban a punto de dar las vacaciones de Navidad y se organizó una comida, el viernes día 21 de diciembre era el día. Lorena se preparó como nunca, se levantó a las 7,00 AM y se puso como si fuera a una fiesta aunque metió en el bolso todo lo necesario para el retoque final, porque la comida sería después de las clases, las clases terminaban a las 2,,00 AM y la comida era en un restaurante media hora después. Ese día se salía un cuarto de hora antes, el profesor dijo que si alguien con coche lo podía llevar, porque ese día no había traído la moto, por aquello de la bebida, Lorena, disimulando un poco comentó:
– Yo traigo el coche y no bebo, si quieres te llevo, dame diez minutos y nos vamos.
El profesor asintió.
Lorena salió corriendo al baño con sus potingues y se terminó de acicalar, estaba radiante, volvió a por el profesor y sus miradas se cruzaron de una forma especial.
Él le dijo: – Lorena estás guapísima.
Ella le contestó, casi sin voz: – Gracias Joaquín.
Se fueron a la comida y en la mesa se pusieron juntos, estuvieron bromeando y sólo participaron de la fiesta a la hora del intercambio de regalos «del amigo invisible», que previamente se había sorteado.
La comida se alargó hasta las 6, los compañeros se fueron yendo y Joaquín le preguntó a Lorena, si se íban a tomar algo, a lo que ella dijo que sí.
Se fueron a un pub cercano y allí estuvieron más de 2 horas, a medida que íban charlando descubrían que tenían muchas cosas en común, les gustaba la misma música, el mismo tipo de cine, observar las estrellas, los viajes, les apasionaba el mundo de Internet…. Casi sin darse cuenta llegó la hora de despedirse y Lorena lo llevó a casa y se despidieron con un beso en la mejilla, un poco mas largo de lo normal, deseándose felices fiestas y con la promesa de salir una noche a ver las estrellas, (Joaquín entendía mucho del mundo astronómico)…
Pasaron las fiestas y llegó el 7 de enero, hora de reanudar las clases, a Lorena le palpitaba el corazón más de lo habitual y estaba deseando que dieran las nueve para llegar a clase.
La clase empezó con normalidad, pero un rato antes de la hora del desayuno Lorena estaba haciendo un ejercicio sobre algo que había explicado y le surgió una duda y llamó a Joaquín que se acercó a su mesa a resolvérsela y aprovechó para decirle si quería desayunar con él en vez de con el grupo, a lo que Lorena después de pensarlo 2 segundos le dijo que sí, y llegada la hora salieron como si tal cosa para que nadie los viera juntos y se fueron a otro bar en vez del habitual, en el que estaban todos los compañeros.
Allí Joaquín le dijo que las vacaciones se la habían hecho muy largas y ella le preguntó que por qué. Él mirándola a los ojos y con los suyos brillantes le confesó que porque la había echado mucho de menos y ella, aprovechando la coyuntura le dijo lo mismo. En los ojos, miradas y comportamiento de ambos se podía palpar el deseo que uno sentía por el otro y las ganas que tenían de estar juntos, a solas y lejos que aquel sitio para dejarse llevar por sus más íntimos deseos.
Volvieron a clase y ambos no querían, ni podían mirarse delante de los compañeros, ambos pensaban que notarían que algo les ocurría. Al cabo de unos días Lorena recibió un correo que la dejó perpleja. El correo, por supuesto era de Joaquín y la instaba a quedar el próximo sábado a las 9,30 de la noche en el camino Magallanes y de allí se irían juntos para ver las estrellas, a lo que ella sin dudarlo accedió.
Los días se hicieron interminables, hasta que por fin llegó el sábado en la tarde en el que Lorena puso una excusa en casa de que iba a estudiar con una compañera y que volvería tarde y se arregló para el encuentro.
Lorena se fue al sitio donde habían quedado y allí ya la esperaba su amigo profesor, a éste le sudaban las manos y tenía una mirada de deseo sin igual, ella pronto supo que pocas estrellas iban a ver. Cuando llegaron al sitio donde se suponía íban a ver las estrellas, ambos se subieron en la parte trasera del coche de Lorena sin mediar palabra y allí, ávidos de deseo y de contacto mutuo se quitaron la ropa apresuradamente, su pene estaba bien erecto, él la besó, primero en la boca, después en el cuello, bajó y se detuvo en sus senos chupándolos, su lengua jugaba con sus pezones…, eso la excitaba sobremanera, introdujo su nariz en su clítoris… queriendo abrir camino, movió su lengua en círculos bebiéndose todo su ser… Lorena tenía la mente en blanco y sólo gemía…
Entonces tocó y besó sus piernas desenfrenadamente y se colocó en el centro. Empujó despacio para meterse y de pronto ya estaba dentro… empujaba una y otra vez… entraba y salía de ella con mucho cuidado de no lastimarla…
Él murmuró «eres mía» y a ella le encantó… ¡¡¡Como te extrañé… como te deseaba!!! Se movía como nunca nadie lo había hecho dentro de ella… la hizo sentir como nunca y como nadie… hasta que por fin en un grito de pasión se vaciaron por completo.

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¡Fijaos cómo quedó el pobre coche!

La noche fue inolvidable en todos los sentidos Lorena vio otro tipo de estrellas y Joaquín la aurora boreal, aunque no era ni el sitio ni la época para verla. Cuando yacían cansados y sudorosos recostados en los asientos Joaquín le dijo a Lorena:
– Lorena: Estoy casado. Ella que también lo estaba le contestó, sinceramente cariño, me importa un bledo.

Próximo turno para: A – Codeblue

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Archivado bajo Sandra

Un lugar para poner el miembro.

Me ha traído a la memoria el caso del chico aquel que se había hecho inyecciones de silicona en el pene durante 6 años y tenía un tamaño gigante. No podía tener ni erecciones por lo tanto no tenía vida sexual plena. Me quedé impactada por como una persona se le puede ir la cabeza de esta manera y autocastrarse con tal de tener el pene más grande del mundo

Con las chicas pasa igual, no todas, por suerte!, que no se ponen pechos, sino pelotas gigantes que recuerdan a las de jugar a la playa en verano. Que vivir con tales proporciones de peso pectoral les debe destrozar la espalda.

Estoy de acuerdo en utilizar la cirugía estética para solucionar problemas de salud, estéticos, complejos, quitarse unos añitos de encima, pero que esta herramienta se utilice para tales aberraciones contra la propia persona me parece increíble.

Qué les llevará a llegar a extremos tan exagerados? Qué su nombre salga en el Record Guiness de implantación de silicona en una persona?

También me choca cuando hace tiempo que no veo una artista en la tele y cuando vuelve a aparecer está más joven que sus propios hijos. Lo que me fijo es que se les está haciendo la misma cara a todos/as, pómulos prominentes, nariz respingona, labios como salchichas, cejas subidas, que no pueden ni reir a carcajadas, ni llorar… de aquí a diez años parecerán todos hermanitos, no sabremos quien es quien.

                     

Es el miedo a envejecer y no se dan cuenta que cuando se pasan con el bótox no les favorece. Todo debe usarse en su medida justa.

Y yo, pensando y pensando, pensaba… El chico del pene siliconado, y si utilizaran este procedimiento a violadores reincidentes para que no volvieran a repetir casos similares? Seguro que entonces se lo pensarían dos veces. 

U -Noel Plebeyo – Activo

 

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Archivado bajo T - Carolinagromani - Activo

¿El tamaño importa?

… Es la famosa pregunta que se hace la humanidad desde los tiempos más remotos, y es que a algunas les importa más que a otras, hay quien la prefiera chiquita y juguetona y otras grandotas como el famoso dicho: «caballo grande ande o no ande». Pero mi pregunta es: ¿para qué la quieren grandota si no la saben usar?
La pregunta ¿el tamaño importa? se la trasladé un día a un amigo, y su respuesta me dejó estupefacta.
Mi amigo que tiene un poco de «guasa» me contestó:
– Querida Sandra, el tamaño sí importa cuando mide 9 cm. como es mi caso, ni para follarme una mosca.
Yo lo miré y no pude más que echarme a reír, (creí que bromeaba) porque suele llevar sus pantalones muy bien puestos y marcando paquete, pero al verle la cara que puso en ese momento, comprendí que era cierto lo que me decía, y me confesó que llevaba años haciendo todo tipo de trampillas para «marcar paquete».
Así que ¡vamos a dejarnos de tonterías! El mito de que «más vale pequeña y juguetona que grande y tontona» es lo que siempre han defendido los pichacorta. Donde se ponga una buena tranca que se quite lo demás. A las tías les gusta larga pa que llegue y gorda pa que rellene, pero no más. A estas alturas no nos vamos a andar con milongas.

Escultura del dio Priapo, divinidad greco-romana de la fertilidad

Escultura del dios Príapo, divinidad greco-romana de la fertilidad

Lo que sí es cierto que es el hombre el que más se preocupa «del tamaño», ya en el Neolítico: el hombre deja de rendir culto a la mujer como generadora de vida de manera misteriosa al conocer la respuesta a la gran pregunta: ¿de dónde vienen los niños? ¡De nuestro pene!, exclamó el hombre en su choza. A partir de entonces, aseguran, que empezó el reino del terror del patriarcado.  

D – Rosma – Activo salta turno a:

G – Gaby – Fin de semana

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Archivado bajo Sandra

Valorar las pequeñas cosas

– Tienes que aprender a valorar las pequeñas cosas – me decía una y otra vez – El problema en realidad es tuyo, que no sabes apreciarlas.

– Si yo lo intento, pero es que… en serio, no puedo…

Ya, ya sé, estamos a unos días de Navidad, todo rebosa de amor, generosidad, miles de frases bonitas y buenos deseos… pero es que ni aún así… ¿será que tengo un problema?

Observé cómo mi nuevo novio se iba mientras yo cogí mi agenda de teléfono y una por una fui llamando a mis amigas a ver qué me aconsejaban. Realmente quería cambiar, quería valorar las pequeñas cosas, pero es que… puf…

» Mira, tú cierra los ojos e imagínate lo que más te gustaría »
» Igual deberías ir a un psicólogo »
» Deberías probar otras cosas nuevas, así luego no te parecerá tan poco»

Perfectamente habría podido escribir un libro para mujeres con todas las opiniones y consejos que me dieron, pero la verdad es que ninguno me hizo ni tan siquiera cambiar un poco y seguía viendo la misma realidad… la tenía pequeña.

Y lo siento, pero no, no puedo con esto… primero al prostituto no se le levantaba y ahora que intento empezar algo serio me encuentro algo minúsculo. De verdad, no sé si ir a un sexólogo o a un oculista…

¿Será que nos han engañado estos últimos años con tanta información? Mira que me vi todos los programas de la Lorena Berdún y estoy mirando en google, en la wikipedia… hasta me he suscrito a varias listas de correo de salud sexual!!! Y es que, a fin de cuentas… ¿El tamaño importa?

C – 08sandra – Activo

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Archivado bajo B - Suki

Era yo la que había pagado por sexo

Era yo la que había pagado por sexo y eso era incontestable. Hubiera preferido  verlo escrito en mayúsculas. No estaba dispuesta a ninguneos estúpidos de abogados.

La reunión había sido tensa. No, tensa no -me voy a dejar el tono versallesco para la próxima reunión- había sido una lucha a cara de perro, y nunca mejor dicho.¡ Todo por Sexo!.

Los abogados no daban crédito a lo que estaban viendo y oyendo pero me dio exactamente igual, yo quería a mi perro.  Porque  mi perro se llama Sexo, ¿y qué? ¿Me meto yo con el nombre del gilipuertas de mi futuro ex-marido?

Precisamente elegí ese nombre para que en mi matrimonio hubiera de todo porque hasta la llegada del perro, de sexo, lo que se dice sexo, ni del malo. ¡Valiente payaso! ¿Pues no decía que yo no le excitaba? Ja, ja y ja.

En mi vida pensé que me vería visitando tiendas de lencería para profesionales del sexo, porque la lencería de gran almacén no ejercía efecto alguno, para intentar cualquier cosa que consiguiera que aquel pingajillo adoptara una postura mínimamente decente, pero no tuve éxito.

Tampoco tuve reparo en comprar en Andorra, en aras de la buena harmonía y la conservación de las «lámparas de araña» de casa a las que me subía un día sí y el siguiente también, las famosas pastillas que me costaron un «congo», todo sea dicho de paso, ¿para qué? Se durmió!!!!!!!!!

Mi psicoanalista trató de calmarme pero después de 15 años de matrimonio no habíamos conseguido que aquel pene, el rey de la flacidez, cumpliera su cometido ni una sola vez!!!!!

Tuve que irme a Suiza para que en una clínica discretísima, hicieran lo que aquel pellejo no había sido capaz. Perder la virginidad en un quirófano, increíble.

Había gastado una fortuna en buscar soluciones. Yo. Él, de campo y playa. No he conocido, ni conoceré, a alguien tan pusilánime como mi consorte.

Leí todo lo que se había escrito, en tres idiomas distintos, sobre la impotencia pero nunca conseguí que un urólogo pusiera cordura en aquella sinrazón, mediando entre ambos. Impensable que él enseñara aquel «tesoro». ¿Pues no le llamaba tesoro? Si eso hubiera sido cierto los piratas se habrían dedicado a cultivar boniatos antes que acercarse a aquel «apéndice».

Llegué a soñar con el priapismo. Qué maravilla debía ser tener un pene erecto por tiempo indefinido, como los contratos de trabajo. Ohhhh!!!! Mmmmm. Pensarlo me producía una sensación que, quiero creer, debía ser la antesala del orgasmo pero gracias al «tuercebotas» con el que me casé, aún no sabía qué se sentía con seguridad.

Muchas veces especulé con la idea de  contactar con algún profesional que me hiciera brujerías para sentirme en el séptimo cielo pero lo único que conseguí fue que, el inepto de mi marido, comprara un ático con vistas excelentes situado en una planta séptima de un céntrico edificio.

Fue durísimo (en mi vida, menos el pito de mi marido, todo había sido duro) asistir a las conversaciones de mis amigas y demostrar una frialdad ante el tema del sexo, porque si hubiera entrado en cualquier debate habrían adivinado, sin ningún género de dudas, que estaba…., como lo expresaría mejor, «a verlas venir». Ni qué decir de los comentarios -al principio pícaros, más tarde algo jocosos hasta que cayeron en el olvido- sobre mi posible maternidad. ¡Pero qué maternidad ni que leches! Precisamente de leches andábamos escasos, por no decir alguna burrada mayor, porque no me cabe la menor duda que en estos quince largos años sin sexo, me he convertido en una auténtica verdulera cuando me dirijo al «interfecto».

No quiero recordar cada vez que miraba una foto de Robert Downey Jr. las cosquillas que me recorrían todo el cuerpo. Era pensar en él y acababa soñando con aquel cuerpo, para despertarme sobresaltada, empapada en sudor y con una sensación de insatisfacción que no era capaz de superar hasta que mi cónyuge ponía su mano húmeda y fría, como una trucha, en mi frente y se alarmaba por la posible fiebre.  ¿Fiebre? Fiebre decía el muy cretino!!! Lo que yo tenía era un calentón del quince y él a por uvas!!!

Sin embargo y cuando menos lo esperaba, aquello terminó. Ni calentones, ni Robert Downey Jr. ni pepinillos en vinagre (si es que hasta mis expresiones de disgusto tienen forma fálica).

No hay nada que el tiempo no cure y ahí entró Sexo. Mi adorable golden retriever.

Así que ahora, al menos, quería que todo el mundo se enterara de cómo se llamaba mi perro y las razones. Y si para ello debía meterme en un pleito, no me importaba nada. Pelearía con uñas y dientes para que mi cónyuge -me gusta el sonido de la sílaba final de cónyuge, la perfecta definición de mis sentimientos por él- fuera el hazmerreir de los juzgados. El chisme que correría por multitud de despachos. Seguro que surgirían chistes, pero me daba igual, pensaba emigrar a Australia que es el país con menor índice de impotencia del mundo.

La venganza es un plato que se sirve frío y de frío tenía yo una tesis, sin embargo mi mayor preocupación era, ¿algún día tendría un orgasmo?.

Q – Sara – Activo

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Archivado bajo P - Montserratita - Activo

Pues entre mis manos tenía el pene más precioso que había visto en mi vida.

Sí, era realmente precioso. En textura, color, sabor, dimensiones… era lo que siempre habría definido (no me atrevía a decir soñado) como un pene perfecto. Pero tenía un ligero inconveniente: No había forma de que se pusiera en marcha. Aquella maravilla descansaba, suave y flácida, en mis manos, sin erguirse a la conquista de los territorios que yo le pensaba facilitar. Y desde luego en esa posición no iba a conquistar absolutamente nada.

Despacito, con dulzura, desplegando todas mis habilidades, recurrí a  las artes que sabía, o mejor dicho recordaba, pues hacía mucho tiempo que no me veía en una igual… Sin ningún efecto. La tristeza seguía enseñoreándose del hermoso miembro y yo ya no sabía que hacer.

Miré a la cara a aquel guapísimo moreno. Esperaba escuchar algún tópico del estilo “es la primera vez que me pasa” “no sé que ha podido suceder” o excusas tradicionales  echándole la culpa a las copas o el estrés. Sin embargo, me tropecé con su mirada algo socarrona, mientras continuaba con su dulce sonrisa:

– Y ahora ¿qué vas a hacer?

Me quedé parada y sin pretenderlo se me escapó:

– Yo?

– Sí cariño, sususurró con su acariciadora voz. Es un tema de los dos…

Me quedé confundida. Y me mosqueé ligeramente. Toda la magia del momento se había desvanecido. “Aquello” no funcionaba y ¡me preguntaba a mí qué iba a hacer yo! Sin embargo, por un momento, me pudo la inseguridad y le pregunté:

– Es que no te gusto? ¿No me deseas?

– Si, preciosa, claro que te deseo. Eres una mujer hermosa y estoy desenado hacer el amor contigo…

– Entonces…? indagué algo confundida.

Yo, a falta de experiencias prácticas en los últimos años, había leído concienzudamente todas las revistas que habían caído en mis manos durante estescarlett-johansson-cosmo-011 tiempo y me había informado. Sabía que ellos debían ser pacientes al principio, sin ir directamente al tema, y que tenían que encenderme poco a poco, a mi ritmo, como a mi me gustaba. Que ellos sabían que esos largos prolegómenos de caricias, besos, arrumacos y dulces palabras eran la mejor llave. Que debían conocer cómo investigar sobre la marcha qué caricias me gustaban y cuáles encontraba demasiado directas, agresivas o vulgares. Ellos tenían que adivinar en qué momento me apetecía continuar con esos amables lametones, cuando succionar, apretar, morder o cuando no, cuándo era doloroso y cuándo placentero. Debían reconocer cuándo estaba preparada y esperaba que se introdujesen en mí. Y si ese día me apetecía y necesitaba suavidad y lentitud o estaba preparada para algo más agresivo y salvaje. Yo sabía que ellos debían localizar ese punto G sobre cuya existencia los estudiosos no se ponían de acuerdo. Y encontrar la postura, y el ritmo que me apetecían y saber cuándo cambiarlo o no.

Todo eso lo debían saber ellos, porque sino, no serían buenos amantes, no estarían satisfaciendo mis necesidades como mujer. Lo decía el “Cosmo” y si lo decía era cierto.

Sin embargo también era verdad que yo, realmente, no tenía ni idea de cómo debía reaccionar para encender a un hombre. En el fondo, siempre había pensado que eran como autómatas. Que con que yo insinuara, mirara, o les permitiera vislumbrar la más pequeña parte de mi anatomía se podrían en marcha, burros como decía mi madre, y yo solo debería tenderme, relajarme, abrirme, y esperar a que me proporcionasen placer. Y si me apetecía moverme un poco pues mejor que mejor. O cambiar la postura según me gustara más.

Pero, y ahora lo pensaba, no sabía qué hacer en un caso así. Lo único que se me ocurría es que yo no le gustaba o que él fallaba. No conocía su sicología. Y también era verdad que si me tocase a mí ser más activa, estaba perdida. ¿Sabía utilizar la boca? Bueno, sí, de forma un poco automática y con muchas dudas, siempre igual, pero… sí. Y, cierto, no sabía usar mis músculos vaginales, ni como apretar o succionar con ellos. Nunca me había preocupado de aprender nada. ¡Ellos debían saber, no yo! Lo decían las revistas, la radio, los dominicales, los blogs… “Ya pasó la era de la mujer objeto en la cama” “Exige tus derechos al hacer el amor” Les tocaba a ellos ahora aprender ¿no? Es cierto que no sabía que movimientos podían gustarles más, ni… Pero, ¡que coño! ¡Era un gigoló! ¡Si no se le levantaba era su problema…! ¡Era yo la que había pagado por sexo!

P – Montserratita – Activo

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Que poco dura la felicidad…

«Que poco dura la felicidad…» pensé, mientras contemplaba a aquel tipo tan guapo, tendido desnudo a mi lado.

Habíamos quedado tras una llamada por mi parte, consultando sobre sus servicios…

Recuerdo la sorpresa cuando lo vi en la cafetería…  No esperaba que fuese tan tremendamente atractivo… De hecho yo iba convencida de que aquella especie de cita iba a ser un fracaso, y no me esperaba que sucediese precisamente lo contrario. Él había llevado la conversación de tal manera que me hizo sentir totalmente cómoda a su lado… flipada y cómoda. Y dándole vueltas a la cabeza, claro. Yo lo miraba, lo requetemiraba, observaba sus ojos, sus labios, su sonrisa, como gesticulaba con sus manos, y no podía más que sentirme atraída.

Y entonces soltó la pregunta:

Bueno, llevamos aquí unas tres horas charlando, ¿qué hacemos? -me miraba fijamente, esperando mi respuesta. Pero ¿qué demonios iba a responder yo?… jolines… ¿es qué no podía ponérmelo él un poquito más fácil?.

Justo en ese momento sentí que me estaba poniendo colorada. Oh, Dios, y si lo piensas, que te estás poniendo colorada, pues aún te pones más… lo cual redunda en una vergüenza todavía mayor. ¡¡Porras!! ¿por qué no podía ser yo una mujer de mundo?.

Eh?… no respondes… ¿te ha comido la lengua el gatito? -la sonrisa en su cara era maliciosa… ¡¡claro!! estaría todo lleno de razón porque yo estaba colorada!!…

Pues no sé que podemos hacer… -y esa era mi perdida voz que parecía haber encontrado el camino de retorno a mi garganta.

-¿Nos vamos al motel? -lo soltó así, tan de golpe que me atraganté con mi propia saliva. ¿Al motel? ¿directamente? ¿sin más?… joer!!!. Bueno, claro, era un prostituto… ¿qué pretendía yo? ¿qué me cortejase antes de hacer el intercambio comercial?. Venga, chica, échale cataplines.

Vale -genial!! la voz no me había fallado, aunque seguro que lo que me iban a fallar eran las piernas cuando me levantase de la silla para marchar.

-¿En mi coche o en el tuyo?

* * *

La puerta del garaje del motel se estaba cerrando tras el coche. ¡¡Ay, Dios!!. Subimos las escaleras y entramos en la habitación, bastante normalita, que había que ahorrar en la transacción.

Él me sirvió una copa de champán y se encargó del hilo musical… y de la luz, que se podía graduar en intensidad. El chico, muy sabio y versado en el tema, enseguida creo un ambiente propicio para el tema en cuestión.

Se acercaba hacia mi, y ni me dí cuenta de que yo estaba retrocediendo hasta que mi espalda dió contra la pared, lo cual me sobresaltó.

Relájate, no estés nerviosa -su voz era casi un susurro, mientras su mano me acariciaba el pelo- mírame.

Caray!! pues sí que saben mirar los gigolós… Un dedo suyo estaba rozando ahora mis labios, con mucha suavidad. Me resultaba imposible mantener su mirada, y, sin querer, bajé la vista a sus labios, lo cual él debió interpretar como una invitación a que me besara. Bueno, a lo mejor es que los gigolós saben algo de psicología femenina o del lenguaje del cuerpo, yo que sé. El caso es que me besó.

Este chico era una caja de sorpresas. Su beso era tan dulce como si en realidad fuésemos una pareja de enamorados… ¿o sería que yo no le ponía lo suficiente como para que me besase con pasión?. Estaba succionando mis labios, mordisqueándolos… y entonces sentí su lengua en mi boca y apretó el acelerador.

Sentí su «cuerpo duro» apretado contra el mío, y de repente fuí consciente de que todavía sujetaba la copa de champán en mi mano… aunque también fuí consciente de otra cosa… una que se movía serpenteante bajo mi camisa: su mano. Esa mano hacía que sintiese un vacío en el estómago, tan ligera era su caricia, hacía que sintiese débiles las piernas y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.

De repente, debió parecerle que había demasiada ropa por medio, que comenzó a desabrocharme la camisa, aunque sus labios seguían ahora por mi cuello, enviando regueros de placer. Y por arte de magia mis manos (dejé caer la dichosa copa de champán) se pusieron en acción comenzando también a desabrochar su camisa.

Oh, Dios existe, y es misericordioso!!… Aquel vello que él tenía en el pecho me parecía el mayor de los afrodisíacos… ¡¡Vírgen Santa!! pero que placer tocarlo, que placer sentirlo, me daban ganas de frotar mi cara contra él, al igual que un gatito contra el pantalón de su dueño… Hablando de pantalones, me di cuenta de que mi mano reposaba en la cinturilla del suyo. No podía respirar…

Espera, espera, para -y milagrosamente se detuvo.

-¿Qué ocurre? -sus ojos estaban nublados por el deseo, y su voz alterada a causa de la respiración entrecortada. Apoyó una mano en la pared a mi espalda y con la otra recorría mi barbilla, mirándome. Esa mano bajó por mi cuello, al igual que su mirada, siguiendo el camino que mi camisa ya desabrochada dejaba al descubierto.

Y esta vez fuí yo la que le agarré la cabeza a él para besarlo. Caray!! no podía tenerse un pastel así al alcance de una y no devorarlo. A la porra la vergüenza, los prejuicios, la moralidad… Probablemente no volvería a verlo nunca más, así que mejor nada de hablar y ponerse a la acción.

La ropa se la quité al igual que si estuviese quitando el papel de un regalo… y yo no era paciente haciendo tal cosa… o sea que, la ropa voló por los aires y me quedé contemplando su desnudez… Bueno, no es que me quedase mucho contemplando, no iba a poner el modo pausa en ese momento de la película… Pues entre mis manos tenía el pene más precioso que había visto en mi vida.

O – Aspective – Activo

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