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Fue en el viaje de fin de curso…

Fue en el viaje de fin de curso de aquello que se llamaba la EGB. yo estaba muy emocionado, como todos los chavales de esa edad. Fuimos a Lisboa, que de aquella era otro planeta. En el autobús imaginaos, lo típico, cantos, risas, muchas emociones juntas.

Nos alojamos en un hotel muy cuco, a las afueras, parecía un castillo y tenía piscina con trampolín, pero yo no me atreví a saltar desde los 10 metros que era su altura más alta. Aún tengo las fotos de los paseos en barca por un lago cercano con mis compañeros de habitación, y me acuerdo de uno de ellos que no se lavaba con jabón por que no se que le pasaba, creo que era algo psicológico.

En una de las visitas a Lisboa, era de noche, y habíamos cenado bacalao, bufff.., a mi me sentó como una patada en el estómago. Cuando volvimos al hotel estaba muy mal, con fiebre y sudando, y me quedé solo por que todos se fueron a una fiestuqui que hacían en otra habitación. Pero apareció una chica que era de otro curso, apenas la conocía.

Entró en la habitación, se acercó a mi. No recuerdo muy bien de ese momento, pero si de que se dirigió a mi diciendo; _¡Pobriño!.., y acto seguido me besó. Yo con fiebre, sudando y acojonado, pero al mismo tiempo flipando. En ese momento sentí una sensación alucinante que nunca había tenido, el amor, jajajajajajaja!!!, pero para ella solo fue un jugueteo, porque después de eso jamás me volvió a hacer caso.

Fue mi primera vez en la que una chica me besaba.

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Empieza hacer maletas que nos vamos a París

Siempre había querido viajar con la que fuera el amor de mi vida. Mariana… aquella niña me traía loco. La conocí en un concierto, todavía recuerdo bien ese momento. Estatura media, morena, delgada y con unos rasgos en la cara muy finos. Fue casualidad ese encuentro, nunca nos buscamos y no nos habíamos visto siquiera antes. Yo entonces me dirigía a la salida del foro donde acababa de tocar una banda francesa de jazz. Era un festival de ese género en mi ciudad y yo no me lo perdí de principio a fin. Una trompeta que hablaba por sí sola acompañada de un contrabajo y una guitarra eléctrica que hacía maravillas, por no citar el impresionante talento del baterista y un vocalista que jugaba con la música en su voz sin articular ni una palabra, sólo eran sonidos guturales.

Impactado iba pues, emocionado y con muchos sentimientos que expresar al respecto. Iba sólo, dado que a nadie de mi círculo le gustaba aquella música. En el estacionamiento, mientras abría el auto y hablaba por el móvil a la vez, fue que la vi pasar. ‘Atractiva’ fue todo lo que alcancé a pensar en ese momento. Iba entonces manejando a la salida del estacionamiento cuando la vi parada en la esquina próxima, mirando a todos lados como perdida. Pensé que a lo mejor venía en transporte público y sí que era bastante tarde, todo estaba cerrado entonces. No le presté importancia, más bien sentía una sed impresionante y me dirigía a una mini tienda de autoservicio que estaba próxima al foro. En la fuente de sodas pedí una cerveza y fue como la vi entrar de nueva cuenta, esta vez con una molestia bastante reflejada en su rostro dirigiéndose a la cajera para comprar una tarjeta de prepago para su móvil. Si fuera otra situación, ni siquiera me dirigiría a ella, pero me sentía tan bien que me nacieron ganas de hablarle y quizá compartir impresiones acerca del concierto que acababa de pasar. Así fue que la abordé con un rotundo rechazo al principio, por lo que me regresé los pies a la tierra y me di vuelta un tanto apenado pero nunca molesto. Al cabo de un rato ella se dio cuenta que no tenía otra opción y accedió a sentarse a mi lado, disculpándose por el momento anterior y abriendo poco a poco una interesante plática.

A mí me pareció muy inteligente aquella mujer, y ya cuando me disponía a marchar, le ofrecí el último cigarrillo y anuncié mi partida, a lo que ella me miró con un poco de inseguridad, dado que (como había adivinado) no tenía medio para llegar a su casa, a menos que invirtiera su dinero en un caro viaje por taxi para atravesar la ciudad. Hasta en eso coincidimos, íbamos más o menos al mismo rumbo y me ofrecí de inmediato a trasladarla…

Desde esa noche ha pasado tanto, y es que todo transcurrió demasiado aprisa. A los tres días la busqué para que saliéramos a tomar algo y a las dos semanas ya habíamos hecho de nuestra relación un bonito noviazgo que yo le daba mucho futuro. Incluso fuimos de paseo a varias partes de México cada que podíamos. Muy intenso todo, entre semana me iba a la escuela y al trabajo y los fines me escapaba con ella en el auto a cualquier lugar. No fue raro que llevásemos nuestra relación bastante lejos y ya todo el barrio nos veía juntos a cada momento y en cada fiesta, reunión, conferencia, etcétera. No había motivo de enojo o celo con ella, nos comprendíamos bastante bien y nos llamábamos a cada rato.

 Algo que sin duda nos unía e identificaba mucho era la música, el jazz en específico. A mí me encantan los ritmos latinos expresados en el Jazz Afrocubano mientras ella era más de ritmos modernos y nuevas tendencias, el Acid Jazz. Pensamos entonces en recorrer juntos los lugares en donde este género vio nacer o crecer a las estrellas que nosotros admirábamos. La idea nació como un ‘algún día’ o ‘en un futuro’. Afortunadamente me llegaron unas regalías en el trabajo por lo que pensé planear mis próximas vacaciones, mejor dicho, nuestras próximas vacaciones. Pero pensé mejor en darle una sorpresa. Mi compañera se lo merecía. Yo estaba muy emocionado dado que nunca había viajado a otro país y hacerlo en estas circunstancias significaba para mí una experiencia inolvidable. ‘París’ pensé al instante e investigué un presupuesto modesto pero gratificante. Sí, era lo correcto, dado que cuando nos conocimos, el festival de jazz en cuestión estaba dedicado a Francia. Una noche mientras bromeábamos en su casa, le comenté en un tono igual de broma, ‘Empieza a hacer maletas que nos vamos a París’. Imagínate su cara, asombro e incredulidad, combinado con un traba en el habla y más asombro y más incredulidad, jajaja.

Los días previos transcurrieron en paz, comprando en centros comerciales e informándonos un poco sobre los lugares que deberíamos visitar, además de ella tratando de perfeccionar apresuradamente su francés que llevaba cursando en la Facultad de Contaduría. Yo me dirigí a mi padre para que me prestara un dinero extra con plazo de pago a medio año, en lo que me recuperaría del gasto en el viaje. A los dos días antes de partir adquirí los boletos del avión y del hotel que previamente había pagado y de ahí la espera, minuto a minuto, viendo como la vida se iba lentamente por 48 horas. El día en cuestión llegamos temprano al Aeropuerto de México para el trabajo de rutina que nos tenían preparado previo despegue del avión. Era impresionante, ni siquiera había volado antes y todo aquello se quedó grabado para siempre en mi mente.

Lo que pasó en París fue el sello que se imprimió a nuestra relación. Compartimos nuevas experiencias juntos y, claro, nos deleitamos con el buen jazz de Francia, además de su café y sus callejones románticos, sus museos, su clima, la gente, la arquitectura, el idioma, en fin… De vez en cuando me pregunto si viajar a otro lugar hubiera sido igual de bueno, porque sinceramente la decisión de viajar a París fue azarosa, como azaroso fue nuestro primer encuentro, como azarosa e incierta fue nuestra relación al principio, como azaroso será nuestro destino final.

Esta vez, por fin entendí que la vida suele darnos sorpresas a la que nosotros no estamos preparados, ¿o será que la vida es azarosa también y el destino no existe?

Ah, qué emoción, pon un son de Compay Segundo para animarse el corazón.

Saludos!

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He matado a mi mujer

=Haciendo referencia a este post =

Pasaron algunas semanas y aunque Sofía ya estaba integrada nuevamente a sus actividades de trabajo y familiares no dejaba de pensar en Max y en lo que había sucedido, por más que intentaba ocuparse en sus actividades siempre había algo que la distraía y de nuevo se remontaba y empezaba a desear estar de nuevo con él.

La culpa la invadía cuando estaba con Pablo su pareja con la que tenía más de 2 años viviendo juntos aún sin planes de casarse ni tener hijos , su relación siempre ha sido muy abierta claro sin contar algún tipo de infidelidad.

El día que ella regresó, Pablo fue a recibirla a la estación de tren y el encuentro fue hermoso y ella en ningún momento pensó en lo que había dejado atrás; más sin embargo con forme transcurrían los días la nostalgia del pasado inmediato la envolvía y se sentía como aquella vez, llena de deseo, de lujuria, de pasión, quería, ansiaba y deseaba que Max de nuevo la hiciese suya con desenfreno pero esto no era posible así que calmaba sus ganas con Pablo que aunque la hacía gemir de placer no la llevaba al éxtasis que la llevó Max pero era lo que había y era la persona que ella amaba y la hacía sentirse más culpable porque no entendía porque algo que paso en unos instantes y que era solo lujuria, deseo, pasión carnal podía más sobre el amor y todo lo bello que tenía con Pablo.

Tenía muchas preguntas y dudas para sí misma dando vuelta en su cabeza y aunque por momentos las olvidaba de nuevo estaba cuestionándose hasta que no pudo más y le contó a Lisa un tanto extraña y excéntrica pero una de sus mejores amigas la cual era la más adecuada para poder contarle lo que había hecho y como se sentía.

Se citaron a un café y Sofía comenzó a hablar sobre lo que había pasado y Lisa demasiado sorprendida la escuchó ya que la que estaba escuchando no era su amiga o al menos no la parte que ella conocía, no la juzgó, solo la escuchó y le dejo varias preguntas en el aire para que ella misma se contestara y le comentó que para ella era un poco normal ya que su vida se había convertido un tanto monótona y que le había faltado vivir más experiencias como la que acababa de pasar, que se disculpara consigo misma por lo que había hecho y avanzara y que probablemente lo que hacía falta entre Pablo y ella era pasión y tenía que buscarla de nuevo (si es que alguna vez había existido).

Sofía se despidió y se fue a caminar por la plaza, no tenía ganas de llegar a casa, aunque se sentía un poco aliviada por contar lo que traía dentro no se sentía totalmente bien consigo misma, se cuestionaba como encontrar la pasión de nuevo con Pablo, si Max pudiera ser la pasión que no tenía con su pareja, hacia qué lado inclinarse… el amor o la pasión? Podría tener las 2 cosas en la misma persona? Ella creía que si pero no sabía cómo lograrlo.

Llegó al departamento y tomó la correspondencia del buzón se dirigió al patio, se sentó en una mecedora a que le diera un poco el aire, encendió un cigarrillo y comenzó a ver la correspondencia: postales de algunos amigos que se fueron de viaje a Perú, estados de cuenta y de repente un sobre dirigido solo a ella y su respiración se aceleró, abrió la carta casi rompiendo el sobre y comenzó a leer las líneas:

Sofía:

Espero no incomodarte por permitirme la libertad de escribirte un par de líneas, si te preguntas cómo conseguí tu dirección solo diré que en este caso el mejor aliado fue el libro que me prestaste y que ha servido como puente para encontrarte.

Debo decirte que desde que te dejé en la estación del tren no he podido olvidar tus besos, tus caricias, tu cuerpo, tu boca y todas las sensaciones que haces que mi cuerpo se estremezca nuevamente al recordar tu cuerpo desnudo sobre el mío gimiendo de placer.

No se esto dónde vaya a parar, solo sé que no puedo dejar de pensar en ti, que quiero que nos veamos nuevamente y tratar de descifrar esto que el destino nos está poniendo ante nuestros ojos.

La próxima semana estaré viajando hacia Paris, si decides arriesgarte y ver qué sucede te espero el siguiente lunes en el Hotel Radisson Blu.

Max

Sofía no podía creer lo que estaba leyendo hasta que la ceniza del cigarrillo la quemó y no sabía cómo reaccionar, estaba emocionada, nerviosa en pocas palabras extasiada.

Comenzó hacer planes en su cabeza de cómo irse a Paris (en su cabeza no había un no por respuesta), cómo le diría a Pablo que tenía que ir a la ciudad de luz, pensó muchas cosas y en todas terminaba pensando que en el diario aparecería He matado a mi mujer por encontrarla con otro.

Sofía tomó el teléfono y le habló a Lisa y le dijo “empieza hacer maletas que nos vamos a Paris”.

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¡¡¡9 horas perdidas por un mamarracho!!!

Hay cosas que se detienen. Los coches se detienen, el viento se detiene, incluso las vidas se detienen. Pero lo que nunca deja de marchar es el tiempo, por eso dicen que es un tesoro y debemos saber valorarlo.

dali

El tiempo se aprovecha y se emplea. Pero el tiempo también se puede perder, y hasta te lo pueden robar. La sensación que ambas situaciones te dejan es bastante desesperante, y hay personas que parece que se dedican exclusivamente a robar el tiempo a los demás.

clock_spiralPor ejemplo, hacer un largo viaje en tren para ver a tu chico y darle una sorpresa, y la sorpresa llevártela tú al descubrir que te ha puesto los cuernos. Entonces dices: «¡¡¡9 horas perdidas por un mamarracho!!!» Y te planteas una duda: «¿El tiempo me lo ha robado él, o lo he perdido yo?» Ahí puedes caer en un círculo vicioso de pérdida de tiempo, volviendo por donde has venido tirando a la basura otras 9 horas, o ver el vaso medio lleno y decidir aprovechar el viaje. «Ya que estamos…»

Haces turismo, conoces una nueva ciudad, e incluso tienes tiempo para una dulce venganza. Pongo como ejemplo Barcelona, que está a 9 horas de donde vivo, y además aún no he estado nunca, y así me doy una vueltita. Paseo por la playa, recorro las ramblas, admiro la Sagrada Familia y el Parque Güell, además de visitar la Casa Batló con sus líneas curvas, un edificio que siempre quise conocer.

LaPedrera 

Tras hacerme con la ciudad, me cruzo ‘accidentalmente’ en el camino de mi chico y su nueva acompañante. La cara de él no tiene desperdicio, le planto un morreo, y entonces la cara que no tiene desperdicio es la de ella, cuya mirada asesina se clava en semejante mamarracho. Entonces me voy con una sonrisa, y con el maravilloso sabor de la venganza.

Me ha encantado Barcelona, un placer emplear aquí mi tiempo para vosotros.

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¿Qué voy a hacer sin ti?

Hoy hacía seis meses que había estado en aquella playa paridisíaca. En Los Cayos de Florida. No podía olvidarlo por mucho que quisiera. Sin embargo era capaz de buscar algo de trabajo que la permitiera relegarlo a ese compartimento estanco en el que guardaba  momentos mágicos. Y aquél era mucho más que mágico. Además tenía nombre: Oswaldo.

Si se lo hubieran dicho antes de ir, con lo mal que le había sentado en pleno mes de Diciembre, con las Navidades en puertas,  marchar a Miami a aquellas reuniones que le parecían tediosas, en las que se hablaba sin parar de las excelencias de la empresa y su expansión, tal vez habría preparado algo más su viaje, pero ni por asomo podría suponer algo tan inusual. 

Hizo la maleta sin ganas. Su compañera Marita le había dicho que llevara algo para el tiempo libre del que iban a disponer. Ella quería ir a Los Cayos y no había quién la apeara del burro. Porque cuando Marita fijaba una idea en su mente, no había barreras para que la consiguiera.

Al final optó por incluir, además de los consabidos trajes de chaqueta, un biquini y un short y camiseta, blancos.

Pero de eso hacía seis meses y ahora tenía que concentrarse en la nueva campaña. Los creativos la estaban volviendo loca con sus campañas extravagantes y su jefe exigiéndole resultados para ayer. Nada nuevo bajo el sol, solía pensar ella. Era una frase muy suya.

Eran las 9 de la noche y se fue a casa. En el buzón había un sobre de color marrón y con remite de Miami. Mientras subía en el ascensor le sudaban las manos, el cuerpo y hasta los pendientes. No quería ni pensar que habría allí dentro. Por más que palpaba sólo notaba el odioso plástico de bolitas que tanto le gusta a la gente «explotar». Cuentan que es desestresante pero a ella le ponía de los nervios.

Se ducho, se cambió y se sentó en el sofá con el sobre enfrente. Mientras lo cogía, notó un temblor en todo el cuerpo al tiempo que miles de imágenes se agolpaban en su cabeza. Imágenes con Oswaldo en aquella playa, que pasaban a velocidad  de vértigo. Recordaba cada momento cuando, en su barco, le hizo el amor de mil y una maneras distintas. Fueron dos días y medio de ensueño. Sin embargo un día, aprovechando una parada en aquella playa, ella bajó, con la excusa de comprar cigarrillos, y ya no volvió. Aún recordaba como él, a pesar de sus constantes negativas, a cada rato quería fotografiarla, sin embargo no le consintió que lo hiciera.

Y ahora aquel sobre.

Lo abrió y dentro venía una nota junto a un DVD. La nota ponía: Pon el DVD, por favor, y llámame. Te necesito más que al aire que respiro y no imaginé que aquello fuera sólo una aventura. Te dejo el número de mi celular.

Qué recuerdos sólo con esa palabra. Celular.

Tomó el DVD como si le quemara en los dedos, se sirvió una copa de vino, encendió un cigarro y pulsó el «play».

Al terminar la canción, retiró el DVD y se dio cuenta que lo estaba mojando con sus lágrimas. Se había salido con la suya y le había hecho una foto. De espaldas, con aquel conjunto blanco que metió en la maleta refunfuñando.

El cuerpo le pedía que cogiera el teléfono y llamara pero su mente no se lo permitía. Le recordaba constantemente su trabajo, sus obligaciones, su vida perfecta pero insulsa.

Llamó a Marita y, después de tantos meses, se sinceró con ella y le contó lo que sucedió durante aquellos dos días y medio que desapareció.

Veinte minutos más tarde, entraba como una exhalación por la puerta de su casa, con los ojos desorbitados y con una botella de Raimat tinto en la mano.

– ¡Pon ese DVD ya mismo!

Volvió a verlo y al terminar, Marita le puso el teléfono en la mano y gritó: ¡¡¡¡LLAMAAAAA!!!!

Q – Sara – Activo

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