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Es la luz de tus ojos

Cuando las huellas se borren en el camino

y no oigas el sonido de las olas en tus oídos

solo ella sabrá iluminar la luz de tus ojos.

Cuando el recuerdo se borre en tu memoria

y el presente no te brinde la alegría

sólo ella sabrá iluminar la luz de tu mirada.

Cuando hables sin decir lo que tú quieres

y prometas aquello que  no debes

sólo ella sabrá iluminar la luz de tu alma.

Cuando arrojes la toalla de la vida

y consientas que te venza la agonía

sólo ella sabrá iluminar la luz de tu familia.

«Nunca debemos perder la esperanza, hasta que no hay más remedio, y entonces otra esperanza nace en los que te quieren»

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No es un adiós, sólo un hasta luego

Por Sara de Lupotac
Será un adiós o tan solo un hasta luego.
Luchando entre el sí y el no
Es mi condena, o es mi salvación?
No lo se, pero me atormenta.
Luchando entre el sí y el no
encontré una verdad no admitida
pero era la mía…
qué vacío tan grande!
entre el sí y el no
un nudo apretado en la garganta
no me deja gritar…
Entre el sí y el no
también estoy yo
que ironía
creí que eras tú y soy yo…
entre el sí y el no
me abochorno de mi cobardía
que me aparta y me aleja de la alegría
que osadía…
Entre el sí y el no
pasa mi vida y quizás con ella
nuestra poesía

Luchando entre el sí y el no

 

Próximo turno para: M – Daniela – Activo

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Yo pienso en vos estés en donde estés

–«Sos mi amanecer, sos mi lluvia en medio de la sed, sos el aire que me hace volar, yo pienso en vos estés en donde estés«…– leyó el Mocho, tras lo que se llevó a la boca el cortado en vaso que un rato antes le había traído Abel, el eterno y escuálido mozo del bar Asgard.

–Yo le sacaría el segundo «en«– dijo Quicho.

El Mocho se detuvo en la lectura de la carta y miró el papel de arriba a abajo, como si no entendiera.

–No entiendo– dijo.

Quicho hizo un gesto de impaciencia y tomó la hoja. Le señaló las palabras como si el Mocho fuera un pibe de seis años.

–Última frase escrita. Primer «en«, segundo «en«. «Pienso en vos, estés en«… ¿Ves? Es redundante.– Y soltó la hoja delante del Mocho. Éste se alisó los rulos pelirrojos. Leyó la corrección en voz más baja.

–«… el aire que me hace volar, yo pienso en vos estés donde estés…«

El Mocho enfatizó con la voz la palabra «donde» y siguió alisándose los rulos pelirrojos como si hubese algo que aún no le cerraba.

–Hay algo que todavía no me cierra– dijo. Quicho encendió un Marlboro. El bar se iba poniendo del color del vino tinto a medida que el sol desaparecía detrás de los edificios. Abel iba y venía con los pedidos; se escuchaban ruidos a pocillos y cubiertos; el televisor encendido en uno de los extremos del bar sumaba su batifondo a las esporádicas risas y las cargadas entre Abel y Álvarez, el encargado del bar, por el resultado del partido del domingo.

–¿Qué no te cierra, Mochito?– Quicho puso, coincidentemente con una bocanada de humo, su clásica cara de Humphrey Bogart, con el ojo izquierdo entrecerrado.

–No sé, me parece que le sigue sobrando algo.

–A ver, repetime.

–Bueno, te leo desde el principio…

–Dale.

El Mocho carraspeó antes de comenzar.

–«Entre todos los pensamientos que pueden florecer en mí, el mejor es el tuyo. Entre todas las playas donde puedo caminar, la que tiene tu arena es ésa donde dejaré escrito tu nombre para siempre. Entre las melodías que podría elegir para celebrarte, la de tu voz será mi himno. Sos mi amanecer, sos mi lluvia en medio de la sed, sos el aire que me hace volar, yo pienso en vos estés donde estés«…

Quicho hizo chasquear los dedos.

–¡Ya está! El problema es «yo«.

El Mocho esbozó una media sonrisa sobradora.

–Dirás «soy yo«, Quicho. ¿Cómo «es yo«? «Yo Mocho, tú Quicho, nosotros estar en bar«– lo gastó.

–No, pelotudo. Me refiero al deíctico.

–Dale, hermano. En castellano.

–¡Ay, ay, ay!– dijo Quicho, agitando las manos en gesto escandalizado. –¡Mucha facultad, mucha psicología, mucho seminario de Jacques Lacan, macho, pero todavía no aprendiste qué es un deíctico!

–Y… no… Pero para eso te tengo a vos, que estudiás Letras.

–El pronombre «yo«, Mochín. No me vas a decir que no sabés lo que son los pronombres.

El Mocho hizo un exagerado (e irónico) gesto de haber comprendido.

–¡Aaaaah, los pronombres! ¡Pero hubiéramos empezado por ahí!

Quicho hizo caso omiso a la ironía.

–Bueno, el «yo» final está de más. Sacalo y fijate cómo queda.

El Mocho tomó la birome e hizo un par de correcciones. Las tachaduras y palabras sobreescritas se acumulaban en la hoja como una extraña e indescifrable madeja de trazos, como una lucha de arañas.

–«Sos mi amanecer, sos mi lluvia en medio de la sed, sos el aire que me hace volar, pienso en vos estés donde… estés«…– leyó, e hizo una última corrección en el «estés«. Se quedó unos instantes pensativo, mordisqueando en capuchón de la birome, y exclamó:

–¡Por fin! Ahora sí, che. Ma’ sí, yo se la doy así. ¿Vos creés que le va a gustar?

–Esa mina sólo desea que le demuestres interés, Mochito– aseveró Quicho, con voz de experto.

–¿Te parece? No sé… porque a mí me da la sensación de que mucha bola no me da.

Quicho se inclinó hacia el Mocho.

–Las minas, y a ver si nos entendemos, Mochito querido, son hábiles. Su estrategia es la astucia y son expertas en hacerse las boludas cuando quieren. Pero a esa mina la observé: está con vos, haceme caso. Yo, Gustavo «Quicho» Gómez, te garantizo que esa mina está con vos y vas a ver que en un mes (dos, a lo sumo) te la cogés.

–Pero Quicho, si ni me mira cuando le hablo… ¿y por qué para vos todo tiene que terminar en coger? Yo no sé si quiero coger con ella…

Quicho sonrió y le robó al Mocho un sorbo del cortado, que ya estaba frío.

–Mirá, Mochito, cuando vos aceptes que cualquier relación hombre – mujer está basada en la pulsión, la libido, el deseo, aunque sea en estado larvario y potencial, vas a poder afrontar mejor tus estudios de psicología.– Y adoptó un bromista tono paternal.–Repetí conmigo: «en las entrepiernas del hombre y la mujer se esconde la fuerza que mueve al mundo»…

El Mocho se sonrojó un poco y chasqueó la lengua, mirando por la ventana.

–Dejame de joder, Quicho, estoy hablando en serio… yo estoy enamorado de Clarita, ¿entendés?

–¡Y por eso te lo digo, hermano! Escuchame: si vos no consumás en una buena cogida toda esa carga apolínea y melosa que tenés y que ya me tiene hinchado las pelotas, la mina se va a hinchar las pelotas más que yo y se va a encamar con… con… ¡con Abel, mirá lo que te digo!

La risa del Mocho era transparente, contagiosa. Ambos rieron. Imaginaban la escena (Clara cogiendo con el escuálido Abel, a punto de romperse por la mitad dada la fogosidad por la que aquella era casi famosa) y no podían evitar reír más. Los años noventa recién despuntaban, había un montón de cosas que aún no habían sucedido en la Argentina, Carlos Menem no llevaba un año en la presidencia y ellos, aún, eran en algún punto ingenuos todavía.

–Está bien, sólo necesito tiempo…

Quicho lo interrumpió, señalándolo con dos dedos entre los que sostenía el Marlboro.

–Sí, pero no dejes que el tiempo conspire contra la temperatura de su deseo, Mochín. Estás en el momento justo, te lo digo yo. ¿O vos te creés que el otro día fue casualidad que se apareciera por acá? ¿A quién saludó primero? ¿Qué gestito te hizo con los ojos cuando se iba, tres minutos después? Dale, Mocho, vos no ves las cosas porque no querés…

–Bueno, qué sé yo… no me pareció nada fuera de lo común… y esa caidita de ojos la hace cada tanto.

–Sí, a vos, pero ¿viste que se la haga a alguien más?

El Mocho quedó pensativo.

–Bueno, pará, me estás haciendo ilusionar…

–Te la tenés que coger o se va a ir. Mucho tiempo más no se va a bancar esperándote.

–¿De veras creés que me está esperando?

Quicho apagó enérgicamente el pucho sobre el cenicero y le extendió la mano.

–¿Qué apostamos?

El Mocho dudó unos instantes.

–… ¿un tostado de jamón y queso…?

–Andá a cagar– exclamó Quicho, y llamó a Abel con un gesto de pedir la cuenta. –Me tengo que ir, Mochito, Selva me espera.

–Quicho, antes de irte, ¿cómo era esa frase de ese poema que le escribiste a Selva, que a mí tanto me gustó?

Quicho entrecerró los ojos, en gesto de hacer memoria. Recitó:

–«Dame una duda, una miseria, necesito humanizarte, no te resisto tan etérea…»

–Qué hijo de puta… — dijo el Mocho, casi entre dientes. Abel llegó acomodando sillas, le cobró a Quicho y, con el mentón, le hizo un gesto de consulta al Mocho.

–Traeme otro cortado en vaso, Abelito.

Quicho se iba. Al escuchar el pedido se volvió y le dijo a Abel, señalándolo al Mocho:

–No le pongas mucha «leche», que éste ya tiene de sobra.

El Mocho se levantó de la silla y correteó a Quicho entre las mesas hasta la puerta. Le pegó una cariñosa trompada en el brazo. Se abrazaron, y luego Quicho se fue. Abel, desde lejos, pensó que bien podrían haber sido hermanos esos dos.

El Mocho se sentó y comenzó a releer el poema para Clara. No había llegado a la mitad cuando se dispersó, recordando la frase del poema de Quicho.

–Qué hijo de puta– dijo, con admiración. Ojalá yo pudiera escribir así.

Glosario para no rioplatenses

Cortado en vaso: café con un chorro de leche (puede ser fría o caliente, según los gustos) servida en vaso de vidrio en algunos bares de la ciudad de Buenos Aires.

Mina: mujer.

Pibe: niño.

Cargada: broma, chanza.

Gastar: hacer bromas a otro.

Coger: hacer el amor.

Tener leche: estar sin hacer el amor durante demasiado tiempo.

Próximo turno: J – Lustorgan – Activo

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Un buen recuerdo de Noelplebeyo

 

Un buen recuerdo de Noelplebeyo

me pedís, profunda agua azul turquesa,

mas en el empeño de alcanzar lo bello

Te digo: Es bueno ser parte de esto.

 

Mi tiempo para vosotros ha sido

del todo placentero, casi divino

¿ Algún día tendría un orgasmo  

Con tan sólo repasar vuestros textos ?…

 

Ahí os dejo en la duda más profunda,

he recurrido a los clásicos – vergüenza,

timidez y sonrojo – para ocultarlo,

Y la esperanza se la comió el gato

Mas os aseguro que Hacía eso… vivir !!.

 

El tiempo lo dirá, si fue un acierto, 

 dejar el Bloggercedario no es fácil,

la peor pesadilla es la cruda realidad 

Y vuelvo inexorablemente hacia ella.

 

Sé que el poder corrompe hasta a la vida

¡¡¡ Lo siento, hoy estoy muy filosófico !!! 

mas me creo libre, pues poder no tengo,

Gracias una y mil veces, os las debo, 

Por dejarme leer y escribir este tiempo.

 

Las palabras no siempre dicen lo que uno 

Quiere, sin esperanza, con convencimiento 

de ser entendido como yo entiendo,

es dar a conocer nuestras ideas

Poniendo a prueba nuestra inventiva,

Sin duda un tesoro, nuestro mejor acierto.

 

¿ Podemos crear arte en el Bloggercedario ?

 Valorar las pequeñas cosas, capítulos

de uno mismo, jamás imaginé

Algo como eso una cuestión baladí, 

sino más bien todo lo contrario…

un verdadero paisaje literario

Por donde paseo como un extraño árbol.  

Y por no perder la rutina

e incumplir tan sabias normas

os dejo una última frase

Que sirva de enlace o señuelo.

 

 

Próximo turno para:  V – Aguaya – Activo

 

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He clavado mis raíces en esta tierra

Me encantó la frase de Carolina porque siempre he pensado que una persona desarraigada porta en sus raíces aquellas esencias que ha ido absorbiendo en sus diferentes destinos, y, cuando vi la frase, fue como una invitación a contarlo, a expresarlo de alguna manera. Gracias por ello.

No creo que sea difícil seguir mis caminos…¿ verdad ?

 


He clavado mis raíces en esta tierra

y en sus entrañas llevo:

El carácter recio de un castellano,

el trigo y el vino, el mejor lechazo,

el gótico del medievo,el frío

que congela la inmensidad del páramo.

He clavado mis raíces en esta tierra

y de ella me he llevado:

el atardecer desde la Sabika,

contemplando el Albaicín nevado,

la cerveza Alhambra con sus tapitas

y las sierras: Parapanda, Nevada…

todas hasta alcanzar Las Alpujarras.

También el carnaval de la Viña

y las playas de Cádiz de lado a lado,

su moscatel, su vinito blanco

y el mejor pescado que he probado.

He clavado mis raíces en esta tierra

y poco a poco me apropio de frutales,

del Caldero y su Teatro Romano,

del Modernismo coqueto en sus calles

por donde paseo como un extraño árbol.

 

Próximo turno para: T – Aguaya – Activo

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Las miradas ignorantes de la gente

 

 

Las miradas ignorantes de la gente
transforman a los héroes en villanos,
convirtiendo maquiavélicas mentes
en diosas que te modelan en sus manos.

Las miradas ignorantes de la gente
hacen que respondas a estereotipos,
se sustituyan personas por entes
que responden solo a sus arquetipos.

Las miradas ignorantes de la gente
no son más que la ciega realidad
del mundo que nos rodea últimamente.

Las miradas ignorantes de la gente
son fácilmente reconocibles:
jamás en la vida miran de frente.

 

 V – Aguaya – Activo

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