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Sala de confesiones

Yo confieso. Sí, confieso, pero que conste en acta que no me arrepiento.

He sido malo, muy malo pero es mi función. Yo no se hacer otra cosa porque nací para esto, y tú ¿sabes tú función?. La vida es dura y sin mí lo sería mucho más. Sin mí no estarías preparado para ella y sin mí quizás no merecieras vivirla y quizás no sería necesario que lo hicieras. Todo bien, todo correcto, todo normal….eso no es vida es otra cosa, un camino de rosas, flores que nunca nos ayudan a madurar, evolucionar, adaptarse y sobrevivir, la misma palabra lo dice, eso sí es vida, la de cada uno, la que cada uno se merezca. Yo estoy ahí siempre, a tu lado y hay veces que gano y otras no, pero siempre trabajo para mí aunque a veces te favorezca. Normalmente no gano porque hay muchos como tú, hay muchos habitats donde me adapto porque no soy uno más, soy el que decide hasta donde llego y hasta donde llegas tú, no tengo límites y tú sí, es mi virtud y paradójicamente también la tuya. No soy más que tú pero soy mejor, tengo mi función y un poco de la tuya, soy necesario para ti y para ellos, bueno ellos, ellos no se merecen nada si me eligen a mí, pero mientras lo hacen o no, tienen derecho a vivir, son las reglas del juego y las acepto. Ellos no pueden vivir sin ti pero tampoco sin mí, yo les enseño y tu los malcrías, conmigo aprenden, aprenden a elegirte a ti. Pero por eso mismo soy necesario, no como el arrepentimiento. El arrepentimiento es necesario en la confesión porque si bien es dogma de fe que cuando dios perdona, perdona de verdad, también lo es que no puede perdonar a quien no se arrepiente.

 Pero de eso sabes tu más que yo, querido angelito, yo como diablillo se más que tu en todo lo demás.

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Voy a contarles algo…

Dieciocho de marzo de 1993 son las 16:00 h (aprox.) en la ciudad de Sevilla, cuatro chicos de entre 15 y 16 años se reúnen como cualquier otro día para pasar la tarde juntos, entre risas y juegos, entre amigos. Jose, Pedro, Miguel Ángel y Benjamín podrían ser cuatro chicos cualquiera porque en esa época y por estas tierras la gente se reunía en la calle, no había móviles y si no salías a la calle nadie te llamaba, nadie se acordaba de ti. El día se había despertado gris y frió, el tiempo amenazaba lluvia desde por la mañana temprano, bueno, mas que lluvia tempestad y mirando hacia arriba el cielo gris tornaba a rojizo con el paso de las horas, daba la sensación que en breve este se caería sobre ellos. Así las cosas, el chico llamado Jose ofreció bajar a su “cuartillo”, una habitación medianita que tenia cada propietario en los sótanos del edificio, una habitación siniestra en una planta baja deshabitada por completo, y allí buscar algún entretenimiento. Fue comentar eso y escucharse un trueno como nunca antes habían escuchado, primero un estruendo brutal y después un flash inmenso, tanto como el cielo de Sevilla, y en medio un rayo directo desde…. quizás desde el infierno. No dio tiempo a caer la primera gota y los cuatro amigos ya marchaban, porque la tarde empezaba a ponerse fea, Miguel Ángel tomo la iniciativa y nadie tuvo mejor idea- Joder eso ha tenido que caer cerca, vamos abajo-. Una vez en el habitáculo todos se preguntaron a que demonios iban a jugar allí, tres o cuatro metros cuadrados libres y alrededor estanterías con libros viejos de su padre, un astrónomo famoso en el barrio pero con mala reputación en su casa, que desapareció en extrañas circunstancias o mejor dicho nadie supo nunca las circunstancias.

–Ya se a que podemos jugar tío, mira lo que tenía mi padre  aquí – dijo José para intentar pasar la tarde, sin mas.

– Eso es una güija “killo” déjate de rollo que eso es chungo, pudo decir Pedro perfectamente.

– ¿Chungo?, eso no vale para nada yo me rio de eso y de todos ustedes si jugáis a eso, exclamo Benjamín.  

– ¡Venga! pues entonces vamos a jugar y nos reímos, sentencio Miguel Ángel.

Y así fue, los cuatro chicos de rodillas en una habitación con suelo de…. bueno sin suelo, de rodillas en cemento puro, y húmedo, muy húmedo, tanto como el ambiente, casi irrespirable, algo así como el calabozo tetrico de una pelicula terrorifica de serie B . Cada dedo en un vaso, ¿allí había un vaso?, si señores allí había un vaso, inexplicable pero ya saben que la realidad supera siempre a la ficción je je. Primera pregunta. Jose toma la palabra y pregunta…. “¿Papa estas entre nosotros?”. Corazones paralizados, todos habían escuchado hablar de ese rollo pero la situación era totalmente propicia para que sucediera algo malo, muy malo. El vaso se movió y se situó encima de la casilla que contenía en su interior como respuesta “SI”, ya se les podía pinchar y no notaban nada, fríos como el hielo y al borde de gritar un “vasta”, pero nadie se atrevió. Siguieron así unos veinte minutos pero fue una vida entera para ellos, más preguntas y más respuestas, alguna no tenía sentido pero la mayoría tenían un sentido aterrador. Y ya imagínense, cada uno preguntando aquello que creía que podía ser definitivo para saber de verdad si había alguien más allí y alguien que por desgracia no era terrenal. Pero todo se trunco cuando……

– ¡Al carajo con tu padre!, Benjamín le pego un manotazo al tablero y el vaso salio despedido como si hubiera estado cargándose con energía cinética todo ese tiempo, para chocar contra la puerta de la habitación.

Todos sintieron que algo iba mal, que aquello no se había terminado de una manera normal y que ninguno estaba seguro allí. De repente suena la puerta de arriba, la que permite acceder a la planta baja por medio de unas escaleras, se abre y se cierra seguidamente. Los cuatro a la vez abren la puerta del zulo y se dirigen por un pasillo, sin ventanas, solo puertas, un corredor de la muerte, hacia las escaleras sin dirigirse la palabra, en el silencio más absoluto.

Jose iba el primero y de repente se detiene justo delante del primer escalón….

– ¡“Killo” esto no puede ser!, yo no puedo dejarle el marrón este a mi madre aquí esperarse un momento. A nadie le gusto la idea evidentemente pero el chico tenía razón.

 – ¡Y que coño quieres que hagamos, cojones!, dijo cualquiera de los tres.

– Os voy a decir lo que vamos a hacer, voy a por la güija y la voy a traer aquí, ¿veis ese extintor de esa pared?, pues tendrá un numero de serie seguro, vamos a ver si de verdad dejamos alguien aquí o no. Y como no, otra vez como en las películas también apareció un bolígrafo para apuntar el numero que supuestamente iba a contestar…. alguien.

 Bueno, lo de aquella habitación ustedes saben aquello del poder de la mente y todas esas cosas, que yo me las creo a pies juntillas, pero que cada un piense lo que quiera. En cada pregunta al menos uno sabia la respuesta y conscientemente o inconscientemente podía moverla o ayudar a moverla, nunca iban a estar seguros. Pero lo que había propuesto Jose era lo bastante definitivo para que tragaran saliva los cuatro a la vez y asintieran con la cabeza. Jose marcho por el tablón diabólico y lo trajo de nuevo antes ellos junto con el vaso, ese horrible recuerdo volvía ante sus ojos. Se arrodillaron y Jose tomo la palabra.

– Papa, si estas aquí, muéstranos por favor el número de serie de ese extintor.

El vaso se movió bruscamente hacia el 0, después hacia el 1, cada vez mas rápido, prácticamente no daba tiempo ni a apuntarlo, tenían que acordarse entre todos del que había dicho antes, al fin se detuvo y todos se quedaron en silencio mirando el numero, como memorizando, eran muchos números, pero ¿quién iba a comprobarlo?. Decidieron ir todos juntos y fue darle la vuelta al extintor y ……bueno el final pensaba contároslo la siguiente semana que venia muy bien al tema, pero la verdad solo pensar tener en la cabeza ese recuerdo una semana miedo me da.

Imagínense, una pegatina mas grande de lo esperado les sorprendió con un numero exactamente igual que al que habían escrito, patadas en el culo y codazos en la cara para subir el primero por la escalera, no eran personas eran fieras subiendo por una montaña. Y claro como no, la puerta tenia truco y no se abría, hasta que consiguio llegar Jose hasta ella y ….una vez fuera, bueno.. un sol esplendido recibio a los cuatro chavales que incredulos miraban el cielo azul, y una vez mas sin hablarse.

Para terminar dejar claro, por si alguien no se había dado cuenta, que este relato se parece en algo más a una película, de los cuatro chicos tres nombres son reales pero Pedro, ese chico en realidad no se llamaba así….Y desde entonces os puedo jurar algo, yo no creo en dráculas ni hombres lobo ni nada por el estilo, pero en que hay algo mas ahí fuera… eso es seguro.

 

Lino

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Antes de que las uñas se me rompieran

Con catorce años cumplidos, con mucho que desear de la vida, José se dirigió aquella mañana a la escuela. Era el primer día de clases, ahora en tercero de secundaria. Deseaba con todo su ser que ahora sí pudiera cambiar su vida para siempre.  Nunca había tenido novia y lo deseaba, más que nada porque muchos de sus amigos ya tenían y el se sentía de alguna manera frustrado. Quería saber que se siente besar, acariciar, amar. Se había enamorado sí. Pero no como para arriesgarse a enfrentar el hecho con la chica de la cual estaba enamorado. De hecho, le tenia pavor, eso de las relaciones sociales no eran para él.

Aquella mañana, llegó puntual a la escuela, mientras que daban el toque, conversaba con sus compañeros, cuando de repente la miró. Era la niña más hermosa que jamás había visto, pelo negro, ojos grandes y negros, piel blanca, de una estatura un poquito menor a la de él. “Un ángel” se dijo para sí mismo. Ella posó sus ojos también en él, con una mirada coqueta, le sonrió y se dio la vuelta. Su corazón palpitaba a mil por hora. Se dirigió a los sanitarios, aun el temblor de sus manos se podía mirar, estaba nervioso, una chica lo había mirado con coquetería, no sabía que significaba aquello, pero de seguro que era algo bueno. Se lavó las manos, pero por el temblor que tenía en ellas, se le resbalaron y se le rompió una uña con la llave del lavabo.

Sangraba aún cuando llegó al salón, la uña se había roto desde muy abajo. Le dolía. Pero sabía lo que significaba aquello. Al ver su herida recordaría la primera vez que la vio.

Pasaron los días, poco a poco se acercaba a charlar con la chica de la mirada dulce, le encantaba, su sonrisa, su voz, su cabello, en fin, una diosa. Su nombre: Cristina.

Por las noches soñaba con ella, cuando por fin podía dormir, porque se la pasaba despierto hasta ya muy entradas las horas.

Ella era hija del director de la escuela, un hombre muy duro y estricto, no permitía que su hija tuviera amigos y mucho menos novios, apenas tenia trece años, era una niña.

Aún así, José y Cristina se hicieron novios cuatro meses después de haberse conocido. Eso era lo mejor que le había pasado a él, se sentía feliz. Cuando el padre de ella se enteró, puso el grito en el cielo y desaprobó desde el primer momento aquella relación, aunque no podía hacer mucho.

Alejandro, un compañero de salón de José, quien era mucho mayor que él pues había reprobado varias veces, tenía dieciocho años y era todo lo contrario que él. Drogadicto, vago, acostumbrado a hacer lo que se le venia en mente y a su cabeza llegó Cristina. Obsesionado con ella, la acosaba, le decía que la quería, que si no era de él no seria de nadie más.

Mientras tanto, Cristina y José se miraban casi todas las tardes en el parque que estaba cerca de la escuela y a tres cuadras de la casa de ella. Una pareja fabulosa, tierna, en verdad se amaban demasiado. El podría dar la vida por ella si hubiera sido preciso, ella por su parte también lo hubiera hecho por él. Al fin, José sabía lo que era amar, lo que era sentir un beso, al recordar si alguna vez se había enamorado, ahora podía estar seguro de que lo que había sentido antes no era amor. Porque lo que ahora sentía, eso si era amar. Sentía que se moría si estuviera separado de ella un segundo, que si ella faltaba el no iba a saber que hacer.

Tierna, amorosa, risueña, inteligente, creativa, deseosa de vivir. Cristina tenía muchas ganas de conocer el mar, estaba segura que los cuentos de hadas si eran reales, porque sentía que había encontrado a su príncipe azul. Cuando se les llegaba la hora de volver a casa, como a las siete de la noche, él solo la encaminaba dos cuadras, la última no se atrevía por miedo a que él papá de ella los mirará y la castigara, al fin y al cabo su casa estaba al dar vuelta a la esquina, no sin antes pasar por un terreno baldío que siempre estaba a oscuras, pero José se quedaba observándola hasta que daba la vuelta.

En la escuela todo iba muy bien, de no ser por Alejandro que cada vez que se cruzaba con Cristina la acosaba, en una de esas José la trató de defender y recibió una paliza, sus uñas se le rompieron, su boca, pero eso para el en lugar de pesarle era como un trofeo, era la seña de que la amaba demasiado.

Aquella tarde del mes de agosto, casi un año de que se habían conocido seis meses de novios cumplían. Estaban felices, se quedaron de ver en el parque de siempre. Se acostaron en el pasto y observaron el cielo, las nubes.

-“Me gustaría tocar las  nubes” – dijo Cristina con esa sonrisita tierna que la distinguía de todas las demás.

-Solo cierra los ojos y las tendrás en tus manos – contestó José acariciandole el mentón y dándole un beso en la mejilla.

Cristina se percató de las uñas rotas y le preguntó que si le dolían.

–          Sí claro, me duelen, pero eso me recuerda que te amo. De hecho, te amo desde antes de que las uñas se me rompieran o más bien dicho que me las rompieran – rieron a carcajadas.

Esa tarde la conversación abarcó de todos los temas, del problema que tenían con Alejandro, de las clases, de ellos, sabían que José terminaría ya la secundaria y se tendría que ir muy lejos. Se prometieron jamás olvidarse y jamás dejarse.

Pasaron las horas sin darse cuenta, era una noche especial, una noche romántica, como para observar las estrellas, el cielo, todo lo que rodeaba.

Cuando se dieron cuenta eran ya las once. Corrieron apresurados. Pero el no se atrevió a acompañarla mas allá de donde siempre lo hacia, la observó que dio la vuelta  y después de un ratito se dirigió a su casa.

Llegó y encontró a todos dormidos, le rogó a dios que a ella no le hubieran regañado.  Se dirigió a su cuarto y se acostó. No podía dormir, se sentía extraño, feliz, enamorado. “La amo” se dijo. Cuando estaba a punto de cerrar los ojos sonó el teléfono. Corrió a contestar ya que era el único despierto.

-“¿Sí? Hola” – dijo la voz del otro lado del auricular. Era la voz del papá de Cristina, de seguro llamaba para regañarlo porque la había dejado ir tan tarde.

-“Hola señor, ¿Qué pasa? ¿Cristina está bien? – preguntó José nervioso.

– “Eso es lo que quiero saber yo, quiero saber donde tienes a mi hija porque ya son las dos de la mañana y no ha llegado” – sintió que las piernas se le doblaban, el corazón le latía a mil por hora.

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Murieron ahogados en el mar

La noticia circulaba en los encabezados de algunos periódicos locales de la zona. “Murieron ahogados en el mar”. La noticia más que grave, sonaba a un chisme morboso con aires de consumo. No era la primera ni la única de su especie en este poblado, pues me encuentro relatando la historia de una aldea cercana a la costa, un mar muy bravo en la época de verano.

Eran entonces las 9:00 am cuando me acerqué al puesto de periódicos, como periódicamente lo hacía en períodos cortos. Las elecciones intermedias, un fracaso rotundo al partido que actualmente ocupa el poder; el ejército llamado a declarar sobre crímenes y atentados a los derechos humanos de civiles; el narcotráfico se apodera del estado colindante; crisis en el sistema de evaluación educativa…

Daba unos sorbos al jugo de naranja que había adquirido dos locales antes de llegar a donde me encontraba. Noticias de espectáculos en aquel diario y lo más relevante del deporte en este otro. Los diarios de noticias morbosas normalmente escapaban a mi atención, pero al leer los preliminares y observar unas fotografías anexas, me interesé tanto en la noticia que no pude resistir a comprarlo.

Con pena e inseguridad lo doblé y miré a mi alrededor, como quien compra marihuana o una revista pornográfica. Llegué a mi casa y abrí el informativo que acababa de comprar, qué pésima redacción, me molesta que la gente cobre dinero por productos de tan poca calidad. La noticia, las circunstancias, el número de personas involucradas, las fechas citadas, los lugares… ¡rayos! No quiero pensar mal, pero parece que se trata de un accidente del cual yo tengo conocimiento.

Marqué sin pensarlo dos veces el número telefónico de mi amiga, una chica guapa, dos años menor que yo, quien me había comentado de una expedición a la que acudirían varios amigos de ella pero que, por ciertas circunstancias, la chica en cuestión se vio imposibilitada para acompañarlos. Después de saludarnos con un poco de hielo y de manifestarme su extrañeza por esa llamada matutina, procedí a preguntarle acerca del viaje ese que me había comentado. Todo normal, hasta ayer en la tarde ella había tenido comunicación con los muchachos que habían partido del pueblo una semana antes y recorriendo algunos cientos de kilómetros mar adentro, a una isla cercana, centro de atracción para los adolescentes de todos aquellos rumbos.

No me pareció ni tantito apropiado comentarle acerca de la noticia periodística, quizá me tomaría mi presentimiento a mal. Aproveché sin embargo la oportunidad para invitarla a tomar una bebida en la tarde, a lo que ella titubeó por un momento pero quedó de confirmarme en el transcurso del día, para ver si lograba terminar todos los asuntos de su agenda familiar.

Coincidencias, pensé.

Conforme pasaron las horas comencé a olvidarme del asunto del periódico y emprendí mi vida cotidiana de la forma más normal que se pueda suponer. Me entretuve un rato en el carro, limpiando el polvo provocado por la brisa de la noche anterior y aprovechando para componer algunos desperfectos del audio, ya que de las cuatro bocinas que tenía no hacían una sola. Escuchando radio recostado en mi hamaca dispuesto a tomar una buena siesta, sonó el móvil un par de veces, anunciando la entrada de un mensaje de texto.

Karla, se me vino a la mente el nombre de mi amiga de la mañana.

Había dado por fallido mi intento de estar a su lado el día de hoy. “Todo salió como esperaba, que te parece si nos vemos ahora? Saludos!”. Se me abrieron los ojos al leer sus líneas, era una respuesta que no me esperaba y menos ahora que estaba a punto de dormir. Enseguida marqué su número y fue como supe que estaba cerca de mi casa, a escasas cuadras y que si quería podía pasar por mí o llevar algo para tomarlo juntos.

Coincidencias, volví a pensar.

La cité en mi casa en veinte minutos, sirviendo en aprovechar el tiempo para ducharme y ponerme una buena ropa, no quería que me encontrara sucio y maloliente. Un poco de refresco y botana estaría perfecto, la verdad es que sólo quiero platicar contigo, le contesté. Me metí algo nervioso al baño por la cuestión del tiempo, lo cierto era que tampoco quería hacerla esperar mucho, así que traté de ajustarme a los escasos minutos que me quedaban. Una camisa bastante informal que tenía planchada y un pantalón holgado era lo primero que tenía a la mano y concluí que era perfecto para la ocasión que se avecinaba, loción de la más fresca en el cuello y un poco de gel en el pelo. Estaba listo para recibirla.

Bajé las escaleras un tanto apresurado creyendo que a lo mejor ella estaba afuera y llevaba ya rato esperando a que la encontrara así que abrí la puerta y eché un vistazo a todos lados… nada por este lado… nada por este otro… Me metí y revisé mi móvil, quizá me habría llamado. Nada de mensajes y ni una llamada perdida. Mi periódico, ¿dónde diablos dejé mi periódico?

¿Estás esperando a alguien más?

Brinqué y dirigí la mirada hacia el sillón apartado que se encuentra a un costado del comedor. Me quedé sin habla al corroborar que era Karla la persona que se encontraba sentada al fondo de esta fría habitación. Vestía una falda bastante corta, por lo que naturalmente mi mirada se enfrascó en sus bien torneadas piernas. Una blusa sin mangas y un collar bastante sencillo y mi periódico doblado y tomado por su mano derecha, la otra acariciando su rostro y su mirada clavada en la mía, por lo que seguía cada movimiento de mis ojos, apenándome por mirar su cuerpo sin discreción.

Ella había entrado en mi casa y no me había dado cuenta. La verdad es que se me había hecho algo así como una fantasía sexual el pensar que estaría sola conmigo en mi casa y que la podría poner a mi completa y libidinosa disposición. Pero parecía haberme leído la mente y querido anticiparse a los planes de mi perversión. Era ella de ese tipo de mujeres que enganchan todo menos el corazón. Con ella había soñado situaciones de poca ropa y mucho calor. Y heme ahí, con ella, solos en mi casa. Vuelvo al inicio de este párrafo: ¿Cómo entró a mi casa? Era lo de menos, ya estaba ahí y me estaba mirando con unos ojos que no parecían de amigos comunes, más bien felinos a punto de acechar a su presa. Era una mirada mezcla de inteligencia con perversión, dueña de un deseo que sólo yo era capaz de adivinar y contemplar.

Traté de tomarme las cosas, si no era posible con calma al menos con seguridad e improvisación de tener el control de la situación. Me gustaría suprimir el ritual del enamoramiento, del encanto, de la conquista. Me gustaría quitarle ese pedazo de cinta a la película o esas páginas a la novela e ir a lo que el instinto llama. Pero no conocía los resultados de mis anhelos, también quería que ella se entregara con la misma pasión que yo. En realidad, no era bueno para el ritual del cortejo, no me gustaba caer en la cursilería de demostrar afecto antes que deseo, antes que demostrar mi propio impulso sexual. Y fue como bajé la mirada a la sombra que se asomaba entre su prenda y sus muslos juntados, miré a los lados y la miré a los ojos, me acerqué poco a poco y estando frente a ella le ofrecí mi mano para que se incorporara, al hacerlo me rodeó con sus brazos y comenzamos a amarnos.

Qué coincidencia aquello que sentíamos.

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Nos dejamos caer abrazados en el suelo.

Ya casi eran las doce de mediodía, cuando los dos compadres se encontraron en aquel café. Elpidio se miraba sorprendido por la respuesta que su compadre le había dado por la pregunta que él le había hecho.

 

-No, compadre es imposible, me estaré volviendo loco. Te puedo jurar que el demonio estuvo aquí, ha estado conmigo durante casi toda la mañana, hemos conversado y llegado a conclusiones bastante buenas.

 

–         Todo estaba en tu imaginación compadre, pero yo no vine para hablar de su locura, lo que vengo a ver es  ¿Por qué tiene usted dos días sin ir por sus hijos a mi casa? ¿Qué ha hecho compadre? ¿Dónde ha andado?

–         ¿Dos días? Pero, si los he visto ayer en mi casa.

–         Mire compadre cálmese, explíqueme bien que pasa. Usted le dijo a mi mujer que mi comadre se había ido, que lo había dejado. Ellos ahí han estado esperándolo, pero no nada mas ellos también sus padres compadre. Me dijeron que cuando llegaron a la ciudad y al ver que usted no iba por ellos, se fueron a su casa en taxi, tocaron hasta cansarse y usted salio como alma que lleva el diablo en su auto. ¿A dónde iba compadre? Cuénteme todo por favor.

 

Aun un poco confundido por todo lo que estaba pasando Elpidio empezó su historia, comenzó por decirle lo del puterío y terminó con lo que había pasado ese día en la mañana…

 

                  … – y entonces compadre desperté en mi cama y  ella me trajo el desayuno a la cama, pero antes de pensar en desayunar hicimos el amor como nunca, nos dejamos caer  abrazados  en el suelo y después en la cama quedamos rendidos. No puede ser nada de eso un espejismo compadre no puede ser algo tiene que haber causado todo esto. Si no fue el demonio ¿entonces quien? Algo o alguien es el causante de todo lo que me está pasando compadre.

 

–         Compadre pero esto que me ha contado es muy grave, me está diciendo que mató a mi comadre.

–         Le estoy diciendo que no, compadre, que ella está viva, que está ahorita en mi casa.

–         OK, compadre, eso lo veremos a su tiempo, por ahora dígame ¿que se supone que le dijo el demonio?

 

Entonces Elpidio le contó todo lo que discutieron hasta lo que le dijo el diablo del Blogguercedario.

 

–         ¿El Blog que? Compadre.

–         Pues no se exactamente pero es algo así como Blogguercedario, el caso es que suena como abecedario compadre.

–         Pues no me suena nada congruente ni conocido lo que me dice compadre.

–         Ve compadre, eso es lo que le quiero decir, a mi no se me pueden ocurrir esas cosas así, tiene que haber algo o alguien que haya hecho esto, ya que dice que el demonio no estaba aquí. A menos que solo yo lo haya mirado compadre.

–         Mire compadre, yo quiero ayudarlo, de verdad, pero entonces necesito informarme más de lo que esta pasando. Vaya usted a su casa, asegúrese que su mujer todavía esta viva y yo iré en cuanto vea alguna solución a su problema, los niños todavía se pueden quedar en mi casa, también sus papás

–         Ya verá compadre, ya verá que tengo razón.

 

 

Se despidieron los dos compadres, Elpidio salio apresuradamente del café, Chencho se quedó pensativo:

 

            -Espero que mi compadre no esté loco, no creo que lo esté, por eso antes de mandarlo con un psiquiatra voy a investigar en Internet esto que está pasando.

 

Salió y se dirigió a un ciber que estaba en la otra calle.

 

Mientras tanto, Elpidio descubría lo que tanto temía. En su casa no había nadie, en la cochera aun estaba el manchón de sangre que no había podido quitar hacia dos días.  Todo le venia a la mente de nuevo, la escena de su mujer con el del agua, el momento que hizo que el se desquiciara y la matara. No había nadie, se sentía solo, se sentía impotente, mas de lo que estaba, maldita sea se estaba volviendo loco.

 

No tardarían en dar con el, la policía ya ha de haber encontrado el cuerpo, en cualquier momento llegarían y el ahí estaría para irse a la cárcel. ¿Qué mas le daba ya? Todo estaba perdido, nada se podía hacer, Elpidio Obeso terminaría en prisión. A lo mejor ese era su destino.

 

–         ¡Nooooo! No puedo estar loco, alguien o algo tiene que manejar mis actos, mi mundo, mi todo, no puede ser que todo esto me pase a mi, tiene que haber algún responsable y ese no soy yo.

 

El sueño lo venció y durmió placidamente durante mucho tiempo. Los golpes a la puerta lo despertaron. Despertó asustado, pensando que era la policía que venia por el. Se dirigió a la puerta, entonces pudo darse cuenta que era su compadre lo que lo hizo relajarse un poco.

 

–         compadre, ¿Qué pasa? ¿Por qué toca de esa manera?

–         Compadre, tiene que ver esto.

–         ¿Ver que cosa compadre? Pensé que era la policía.

–         ¿recuerda lo que le dije en la mañana que le investigaría lo que estaba pasando con usted?

–         Pues si compadre, pero la verdad no veo como pueda ayudarme o ver que pueda pasar. Me estoy volviendo loco esa es la única realidad.

–         No compadre, yo también creía eso pero no, no esta usted loco.

–         ¿entonces compadre?

–         Venga compadre, acompáñeme al ciber café que le tengo que mostrar algo.

–         ¿al ciber café? ¿Que tengo que hacer en un ciber?

–         ¿Recuerda esa palabra difícil que según usted el demonio le mencionó?

–         Si el tal Blogguercedario o no se que cosa.

–         Si compadre eso, es Blogguercedario compadre y tiene que ver lo que encontré.

 

Se dirigieron los dos velozmente al ciber más cercano de la casa de Elpidio. Chencho pidió algún ordenador disponible y empezó a teclear una dirección en Internet. Ahí apareció lo que el diablo había mencionado, le mostró algo que Elpidio casi caía para atrás.

 

-Compadre ¿le parece conocido esto?

– ¿Q- que es esto compadre? ¿Cómo supo esta persona lo que me estaba pasando compadre?

– Lea y fíjese como cuenta esta persona cada cosa que usted ha hecho e incluso mire aquí, aparece el diablo tal y como usted me lo contó y la ultima frase es la que yo le dije ahora en la mañana.

– Pero entonces ¿que pasa compadre?

-Aquí tiene la respuesta compadre, aquí la tiene, usted quería que alguien fuera el causante de sus problemas y pues se le ha concedido.

– ¿quiere decir que este escritor de aquí ha escrito todo lo que he hecho y Hare? Entonces ¿Por qué no hay nada de lo que estamos haciendo en estos momentos?

– Porque a lo mejor en estos momentos lo esta escribiendo compadre, por eso no aparece todavía.

– ¿Me está diciendo que soy un personaje de una historia por Internet?

– No nada más usted compadre, todos los que estamos cerca de usted también. Mire, aquí le ponen comentarios, entonces los demás leen lo que el escribe, es por eso que el demonio le dice a usted que a lo mejor a los del Blogguercedario usted les cae mal.

 

–         Entonces ¿esta persona ha sido el causante de que haya matado a mi esposa, de que no se me pare, de que mis padres me hayan puesto este nombre de mierda?

–         Si compadre, somos personajes de todas esta historia.

–         Pero en alguna parte del mundo tiene que estar esta persona, ¿y si vamos y le doy su merecido por jugar con nuestras vidas? Esta persona bien pudo haberme hecho bueno y exitoso, no así, no un asesino compadre.

–         No podemos compadre no podemos, está en México.

–         Pues vamos compadre vamos, tiene que aclararme muchas cosas ese tal, ¿Cómo se llama?

–         Cuauhtemoc compadre, dice aquí. Pero ni siquiera sabemos en que país o ciudad estamos compadre.

–         Pues lea ahí, vea en que parte de este mundo existe nuestra ciudad. Porque si hay Internet no podemos estar tan alejados de la civilización.

–         ¿Pero no ha comprendido compadre? El ha puesto todo esto aquí, si el quiere ahorita nos da un infarto y se nos acaba la historia.

–         Pues seria mejor un infarto a estar sufriendo de por vida en la cárcel por culpa de un maldito que por tal de quedar bien con sus compañeros me ha desgraciado la vida.

–         Tiene razón compadre, vamos al aeropuerto, vamos a buscarlo y a pedirle cuentas, pero no podemos matarlo compadre, nos rebajaríamos a su nivel.

–         Esta bien compadre solo quiero que me responda cosas, quiero que me solucione esto que me está pasando.

–         Compadre pero ¿se ha puesto a pensar que así como nosotros somos unos personajes de historieta pueda ser que alguien también este escribiendo que el esta escribiendo nuestra historia?

–         ¿Usted se refiere a que todo lo que pasa en este mundo sea solo una historia escrita por alguien con muchos personajes?

–         Algo así compadre algo así. Pero pues vamos, yo lo apoyo en lo que decida. Vamos a México.

 

 

Y así, nuestros personajes se dirigieron al aeropuerto, tomaron un avión a México.

 

Todo marchaba excelente, todo iba bien, pero no se supo de donde vino la turbulencia que sacudió aquella aeronave, pero se fue directo al océano, nadie sobrevivió, nuestros personajes murieron ahogados en el mar.

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¡No puedo con las cabezas blandas!

-Gracias amor, gracias por hacerme tan feliz. – me dijo.  Aun no sabia que pasaba pero la miraba ahí de frente a mí, tan hermosa, tan radiante, por supuesto ya no tenía la cara pálida, ya no era el fantasma de anoche, se veía muy real. Su escote podía traslucir esos hermosos pechos que me encantaban, su trasero tan torneado, tan llamativo, todo su cuerpo que se movía en torno al caminar de mi mujer acercándose a mí. ¡Que hermosa! Mis pensamientos cada vez se concentraban más en ella, que muy pronto se me olvidó lo que estaba viviendo, que podría yo estar loco, pero ¿Qué importaba? Ahí estaba en ese momento y tenia  que disfrutar el tiempo.

-Veo que te estas poniendo otra vez excitado mi amor. – no lo podía ocultar, mi miembro volvía a funcionar después de mucho tiempo de inactividad, ella se acercó y con su mano tibia lo buscó entre las sabanas hasta que lo encontró. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, me agradaba aquella sensación. A como pudo separó las prendas de mi cuerpo y acerco su boca a mi pene erecto, lo lamió despacito, con mucha ternura, sentía como me estremecía en cada ocasión que lo hacia.

-¿Te gusta mi amor? Y eso que no puedo con las cabezas blandas, pero esta ya esta dura, muy dura, así me encanta mi amor, me fascina tenerla en mi boca y que te estremezcas de placer.

Me erguí un poco para alcanzarla, entonces toque su piel tan suave, la hice que alejara su boca de mi miembro y la acerque hacia mi. La besé apasionadamente mientras mis manos bajaban hacia sus pechos que estaban muy apetecibles, los  acaricié despacio, con ternura, ella gemía despacito, su respiración se hacia mas fuerte y mas rápida, la recosté a un lado mío y entonces con mi boca empecé a recorrer su cuerpo, lentamente, su cuello, sus hombros, sus senos, esos pezones que se ponían cada vez mas duros, lamia dulcemente mientras ella disfrutaba cada lengüetazo que daba, me baje a su estomago y al llegar a su ombligo ella se estremeció, eso me dio señal de que ya iba acercándome al lugar mas sensible, seguí recorriendo con mi lengua todo ese lugar hasta llegar a aquella parte de su cuerpo, la que mas placer le daba, toqué con la punta de mi lengua y ella se estremeció, su clítoris estaba duro, su vagina húmeda, realmente húmeda, pasé mis dedos por el lugar y sentí como la tibieza de su sexo me empujaba a hacerle el amor, entonces me levanté, me subí encima de ella y mirándola a los ojos penetré en ella, vi como sus ojos se cerraron, su cuerpo se estremeció de placer y empecé a moverme al compás de su cuerpo. Lo hicimos como nunca, quedamos exhaustos, logramos terminar los dos juntos, cosa que desde hace mucho no hacíamos. Quedamos rendidos, recostados en la cama.

                No quise tocar el tema de todo lo que había pasado anteriormente, porque era obvio ella no se acordaba de nada, aunque a mi me quedaba la duda de que si todo aquello que había pasado anteriormente era un sueño y la otra cosa sería ¿desde que suceso empezó el sueño si acaso lo era?

                Mis padres estaban en la casa, pero era algo muy diferente, mi papá no era la persona cruel y déspota conmigo si no que al contrario, se porto muy amable, me dijo que estaba muy orgulloso de mi por todo lo que había logrado con mi vida, con mi familia, que se notaba la armonía que había en esa casa. Me pareció extraño, pero me agradó, nunca me había dicho nada que me hiciera sentir bien, al contrario, siempre estuvo diciéndome que era un bueno para nada, un idiota, en fin muchas cosas crueles que a un hijo jamás le gustaría escuchar de su padre. Pero ahora, estaba mucho mejor, solo cosas buenas decía de mi, mi mamá que también había sido dura conmigo y que se portaba muy mal con mi mujer, ahora estaban muy contentas, las dos conversando, se pasaban recetas de cocina en fin. Mis hijos estaban felices, jugaban, correteaban.  –Esta es la vida que siempre he soñado. – pensé.

El día terminó. Esa noche mi adorada Petra y yo hicimos el amor otras dos veces.

Al día siguiente, lunes por supuesto, o sea hoy, me acabo de despertar, aquí esta mi mujercita durmiendo aun, me voy a levantar y le beso la mejilla. Ella se estremece en signo de agradecimiento, con mi mano, toco su trasero que apunta hacia mi, sin querer mi pene vuelve a endurecerse, me le acerco al oído y le pregunto que si  quiere que nos echemos el mañanero, ella sonríe y me dice que si despacito. Nos besamos apasionadamente, la recorro con mi mano, ella hace lo mismo conmigo… terminamos exhaustos pero a mi me dieron muchas ganas de irme a trabajar. ¡Soy feliz! ¡Mi vida es perfecta! No cabe duda, todo lo pasado es solo una pesadilla, en realidad nunca sucedió, estoy viviendo el presente.

                Llegué a la oficina, puntual como siempre.

-Señor lo está esperando una persona en su despacho. – me dijo mi secretaria.

-¿Un señor? No recuerdo tener ninguna cita con nadie. ¿Cómo se llama?

-A ver, déjeme ver. Se llama Lucio Averno, dice que es un asunto personal con usted licenciado.

-¿Personal? Amm, que raro, no recuerdo nada.

Obvio, si todo lo que me estaba pasando era raro, no veo porque en la oficina no pasaría, tal vez yo era el que perdió la memoria y todo aquello me estaba resultando confuso. Pero pues opté por seguir la corriente a lo que estaba pasando.

-ok señorita, voy a pasar a verlo.

Entré a mi oficina y ahí estaba el señor. Tenía un aspecto tétrico, daba miedo, barba de candado, una vestimenta elegante y un perfume muy poco común. Era un olor fuerte que no se distinguir el aroma. Más bien, siempre se me ha dificultado para eso de los aromas.

-Buenos días señor…

-Averno, lucio Averno para servirle. – contestó el extraño señor.

-Bien, Lucio, en que puedo servirle.

-Mas bien, yo soy el que te he de servir a ti. Elpidio. Es mas, vengo a hablar de negocios.

-Me confunde señor, ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Qué negocios podríamos tratar usted y yo?

-El día de ayer te despertaste feliz, ¿no es verdad?

-Pero, ¿a que viene esa pregunta?

-Se que el día de ayer fue el mejor de tu vida. El mas feliz, tus padres se portaron muy bien contigo, cosa que nunca lo habían hecho y tu mujer, ella de lo mas cariñosa y candente del mundo, mas que cuando la conociste.

-¿y usted por que sabe eso? ¿Quién es usted? ¿Me ha estado espiando? Váyase por favor

– Yo se todo de ti, se todo de todos.

Tomé el teléfono asustado y le dije a mi secretaria que llamara a la policía que había un loco en mi oficina.

-No soy ningún loco. ¿Te acuerdas antier? ¿Cuando estabas en el deposito de basura donde dejaste a tu mujer muerta?

La pregunta hizo el efecto como si de una cubeta con agua fría cayera sobre mi rostro.

–          No, no, no se de que me habla.

–          No te hagas, ¿Recuerdas lo que dijiste? ¿Recuerdas lo que ofreciste a cambio de ser feliz de nuevo?

Rápidamente los recuerdos volvieron a mi : “La verdad amor, daría mi alma al diablo por tal de que todo fuera como antes, como cuando éramos felices, como cuando tu me amabas, como cuando yo funcionaba, cuando tu estabas orgullosa de tenerme, cuando te preguntaba ¿qué te gusta de mi? Y que tu contestabas que todo, cuando hacíamos el amor hasta tres veces en una noche. Cuando te despertabas sonriente y me decías que llevarías el desayuno a la cama”.

–          No puede ser. ¿Cómo sabes tu eso?

–          Porque he venido por algo que ofreciste. Ya te di la felicidad que tu querías.

–          Pero tú ¿eres el diablo?

–          Bueno, puedes llamarme como te plazca: el diablo, Lucifer, el señor de las sombras, demonio, espectro, Belcebú, Satanás, leviatán, etc. Pero sigo siendo yo. Y créeme al mencionarme no es ningún juego, yo siempre cumplo lo que prometo.

–          Pero es que merezco la felicidad. No tienes porque arrebatármela.

–          ¿Por qué la mereces? ¿Quién eres tú que te crees merecedor de todo?

–          Porque yo siempre he hecho las cosas bien.

–          Te equivocas, tú siempre has estado pensando nada más en ti. ¿Por qué crees que te paso eso de que no se te paraba? Porque siempre querías algo más, tu mujer te dejo de gustar y por eso querías ver más. Al grado que tu mujer se canso de estarte aguantando nada más a ti, a tu egoísmo. Tu tiempo libre solo lo dedicabas a ti sin ver lo que necesitaba tu familia.

–          No es verdad, siempre les di todo lo que necesitaban.

–          Si, siempre les diste lujos, pero el lujo no da placer, ni felicidad, puedes sentirte feliz un momento pero la felicidad que siempre dura es la que se pueden ofrecer entre las personas, esa felicidad que no se compra, el apoyo, el cariño, tu eres una persona egoísta, solo piensas en ti, en tu placer, en tu ego, en tu orgullo, por eso la mataste, porque no pudiste soportar que ella disfrutara con otro hombre lo que tu no podías ofrecerle. ¿Por qué crees que tu papá siempre estuvo echándote en cara cosas? Porque tu las provocabas, porque tu has vivido toda la vida echándole la culpa de todo lo que te pasa, solo porque se le ocurrió ponerte ese nombrecillo de risa. ¿Crees que tú eres un desgraciado? ¿Que tu vida es la peor del mundo? Créeme, he visto  a personas que viven en pobreza extrema, gente que no tiene nada, tú, vives en un lecho de rosas y sin embargo vives ambicionando mas y mas. Crees que la vida te debe todo por el hecho de estar en ella, crees que el mundo debería estar a tus pies y no tú a los pies del mundo. Yo no soy malo, como muchas criaturas creen, yo hago justicia, yo trabajo de la mano con Dios y jamás castigo injustamente, si he venido por ti es porque te lo mereces y porque tú así lo quisiste. Pudiste mencionar a Dios, sin embargo, me preferiste a mí. Ahora, la pregunta del millón ¿Qué prefieres? ¿Vivir en la miseria que  vivías por lo que dure tu vida, seguir con lo que te habías construido ya? O ahora que ya has probado de nuevo la felicidad ¿te quieres quedar con ella? Pero pues eso significaría que tu alma ya es mía porque tú la ofreciste a cambio de eso. Tú decides.

–          Si decido quedarme con esto que estoy viviendo ahora ¿Cuánto tiempo me queda para entregarte mi alma?

–          Un año, pero de felicidad garantizada. O si quieres la vida anterior serian más o menos veinte años, depende de cómo vivas. Porque a como vas creo que terminarás en la calle o en la cárcel, porque si descubren el cuerpo de tu mujer todo se te acabará y pronto descubrirán que fuiste tu, porque tus coartadas no han sido muy inteligentes.

Me quedo callado, no quiero regalarle el alma al diablo, pero tampoco quiero pasar el resto de mis días en la cárcel. Creo que esto es consecuencia de mis actos.

 

Próximo turno para V-Aguaya

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Algo malo va a pasar

por W – Cuauhtémoc – Activo

No, no puede ser, mis papás están tocando la puerta. De seguro si no les abro se van a molestar más. Pero ni modo, voy a tener que irme sin detenerme, necesito deshacerme del cuerpo lo antes posible, ya son muchas cosas las que me están pasando, como para sentenciarme yo solo abriéndoles la puerta, mejor me voy, así cuando regrese les daré una explicación. Los voy a dejar esperando, es mejor pedir perdón que permiso. Si me quedo y les abro algo malo va a pasar.

Me dirijo como loco otra vez a la cochera, agarro el trapeador, limpio por debajo del auto, lo escondo bien entre los hierros viejos que tengo ahí. Me subo al coche, lo enciendo, para mi suerte arrancó a la primera, busco el control de la puerta de la cochera en la guantera del carro. Tengo que abrir, salir rápido antes de que se den cuenta que se abrió la cochera y se metan, eso me hará más difícil irme. La puerta se abre y aquí vengo de reversa, solo alcance a ver como mi padre volteaba hacia mi carro, logré cerrar la cochera a tiempo, lo vi. correr hacia mi, pero logre venirme antes de que se diera cuenta que lo estaba mirando. Me hice como que no los mire y ahora aquí vengo.

Tengo que pensar donde tiraré el cuerpo, aquí traigo la maleta de ropa, espero que con esto ya sea una buena coartada por si empiezan a investigar. Me dirijo al basurero municipal, no hay nadie, eso es bueno, ya que pensé que habría personas recolectando basura, miro el reloj, casi son las dos de la tarde, eso quiere decir que han de andar comiendo, así que tengo tiempo suficiente para de una vez por todas salir de todo este embrollo.

Me estaciono en un lugar escondido de reversa. Me bajo, el suelo esta muy mojado, como que por esta zona llovió mucho anoche. Abro el maletero, ahí esta ella, dormidita, claro, con una mancha de sangre casi seca en la cabeza, pero aun así se ve preciosa. Si las cosas hubieran resultado diferentes, estaríamos muy felices. La verdad amor, daría mi alma al diablo por tal de que todo fuera como antes, como cuando éramos felices, como cuando tu me amabas, como cuando yo funcionaba, cuando tu estabas orgullosa de tenerme, cuando te preguntaba ¿qué te gusta de mi? Y que tu contestabas que todo, cuando hacíamos el amor hasta tres veces en una noche. Cuando te despertabas sonriente y me decías que llevarías el desayuno a la cama.

Las lágrimas vuelven a invadir mis ojos. Respiro profundamente. Es hora de tirar el cuerpo. Lo voy a enterrar en medio de todo este basurero, nadie se dará cuenta, al menos en un tiempo. La saco con cuidado, la coloco entre la basura y empiezo a cavar un hoyo con mis propias manos pues se me olvidó la pala en mi casa. No es difícil los cacharros y basura se mueven con facilidad, pronto tengo ante mis ojos un agujero a la medida para ella. Ahí quedó ella, sepultada entre todo ese desperdicio. Ahora, lo mas importante la maleta, esta tiene que quedar mas o menos a una distancia de unos metros para que esto pueda ser creíble. Abro la maleta y empiezo a tirar las cosas de manera que parezca que alguien la aventó, así podría ser que se sospeche que alguien la asalto o algo así. Si acaso la encuentran claro.

Me sacudo las manos, misión cumplida. Respiro profundo, me subo al auto y me voy.

Al ir manejando recordé que los neumáticos de mi auto quedaron pintados en el lodo. Me detengo en una llantera y compro cuatro llantas, hago que me las cambien ahí mismo. Las mías estaban buenas, pero pues tenia que quitar sospechas. Eche las viejas, en el maletero y seguí mi camino. Me detuve en una calle las bajé y las dejé en un deposito de basura.

OK, ahora, a enfrentar a mis padres.

Ahí estaban afuera todavía cuando llegué. Mi padre estaba histérico. Abrí la cochera y metí el auto. Les abrí la puerta y en lugar de escuchar saludos recibí insultos por parte de mi padre: -“¿que paso jijo de la chingada? Hace como dos horas que llegamos, estabas en la casa y te fuiste corriendo. ¿Pues que piensas o que?

-“Perdón apá, pero pues tenia cosas que hacer”-

-No hay cosas más importantes que atender a tus padres cabrón

-Ya por favor pásenle.

-¿y tu mujer hijito? – me preguntó mi madre

-Se fue de viaje por un tiempo amá.

-¿Cómo que se fue de viaje? ¿Qué no sabia que llegaríamos? – “pues por eso se fue” pensé en decirle, pero ¿para que enlodar la bendita memoria de mi mujercita hermosa?

-No mamá no sabia, se fue desde antes. Siéntense por favor.

-Anda ve y mete los animales que se los van a robar. – me dijo mi padre.

-¿Cuáles animales apá?

– ¿Cómo que cuales? Pues los marranos, las gallinas que trajimos, espero que tengas suficiente patio para poder tenerlos ahí, tenemos que hacerles un corralito.

-Pero apá, aquí no hay lugar.

-Pues les hacemos. Mira ps este. Mételos todos.

-Oye hijito. ¿Y tus hijos?

-Están con mi comadre amá

-¿Cómo que se fue tu mujer y dejó a los niños? ¿Qué clase de madre es?

-Es que tenían que ir a la escuela amá

-Y ¿A dónde se fue? – Me estaban hartando las preguntas, no se me había ocurrido a donde se podía ir, si le digo que no se, volverá con los sermones de que como no voy a saber si soy su marido, que clase de mujer es que no le avisa a su esposo o a lo mejor me dirá que yo soy el tonto por darle tanta libertad a mi mujer para que se vaya, que me tiene que atender y respetar. Me volverá a contar la historia de ella con mi papá, que ella siempre lo a atendido, que siempre ha estado al cuidado de el, que nunca lo ha dejado solo, etc.

-Fue a visitar a sus padres mamá

-¿Qué no sus padres viven aquí en la ciudad?

-No, creo que ya no mamá. Voy a meter los animales.

Uff, creo que esto está más difícil de lo que parece, mi mamá es tan pero tan curiosa que terminará sacándome la verdad, con sus preguntas aparentemente inofensivas, pero que mete aguja para sacar hilo o sea que como que no queriendo la cosa se va metiendo más y más.

Después de meter los animales, tengo que ir por los niños. Voy a hacer esto rápido por que tengo que atender a mis padres también y por supuesto, no quiero que mi comadre empiece con las preguntas. Que con mi mamá tengo.

Por suerte, recogí a los niños rápido. Mi comadre no hizo muchas preguntas y eso me gustó más, ya estoy en mi casa de regreso. Mi padre esta mirando televisión en la sala, mi madre les da de cenar a los niños. Está nublado, se oscureció muy pronto. Yo, estoy encerrado en la que era nuestra habitación. Mirando las cosas que ella hizo en ese cuarto, las cortinas que trajo de Paris cuando fuimos de luna de miel, los maquillajes que están en el tocador. De repente, ella está ahí, sentada, frente al espejo, esta peinándose. Voltea, su cara esta pálida, demacrada. –“¿crees que es muy fácil deshacerte de mi? – me pregunta, cierro los ojos, los abro y ella sigue ahí, no quiero mirarla, cierro los ojos, los abro deseando que no esté ahí, efectivamente ya no está, ahora, me volteo al otro lado y ¡aquí la tengo! En frente de mí. Está mirándome, con esos ojos tan vidriosos que le vi. La última vez antes de matarla.

-“jamás, entiéndelo, jamás podrás deshacerte de mi”- la luz se apagó, un relámpago iluminaba por la ventana.

Llovía tan fuerte como nunca había pasado. El viento quería decir algo. Se quejaba. Ya no la miraba, pero la sentía, estaba ahí. Otro relámpago me hizo ver que no estaba soñando, que ella efectivamente estaba ahí. Me tocó la cara, era real, era fría, era ella. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo, quise moverme pero no pude, estaba paralizado, tenía miedo.

-“Perdóname, por favor amor, perdóname. – le suplicaba a gritos y ella riéndose de mi.

La cama se empezó a mover fuertemente, ella ya no estaba ahí, logre bajarme de mi cama. Pero al agacharme para buscar mis sandalias en el suelo, la vi. De nuevo, al relampaguear, estaba ahí mirándome con esos ojos que jamás se me olvidaran, debajo de la cama. No pude ponerme nada, quise abrir la puerta, pero por más que intenté, por más que le di golpes, no pude. Sentí que algo aprisionaba mis pies, era ella de nuevo, que me jalaba hacia la cama. –“¿quieres hacer el amor?” – me dijo, pero como quería que se me parara con este susto. Caminé de nuevo a la cama. Me recosté, ella se subió arriba de mí y empezó a desnudarse. La miraba cada vez que los relámpagos iluminaban la habitación, su cara pálida pero hermosa. Aun así no podía moverme, no podía hacer nada, estaba paralizado.

No supe cuando me quedé dormido. Desperté, ya era de día, me sentía cansado. Pensé que por todas las cosas que pasé el día anterior, pero después me di cuenta de que no era por eso. Mi mujer entró por la puerta con el desayuno en la mano. –“no se a acabado la pesadilla”- pensé. Me hice para atrás asustado.

-“¿Cómo amaneció mi amor? ¿Cansadito?” – no podía entender que pasaba, sí estaba cansado claro, pero ¿Por qué ella lo preguntaba? ¿Cómo lo sabia? Entonces opté por seguir el juego, yo se que ella esta muerta y que yo soy el que se está volviendo loco, así que seguiré con esto.

-Que rico lo que hicimos anoche amor. Eres el mejor hombre del mundo. Un semental. Toma tu desayuno amor, al cabo es domingo, hoy no iras a trabajar. Ah por cierto, tus papás llegaron ayer, pero como llegaste tan tarde no te lo comenté. – ya sabia que habían llegado, pero ¿Qué pasaba? Porque ella dice que llegué tarde. Miré la fecha en mi celular y estaba bien, no estaba yo en el pasado ni nada de eso.

-¿a que hora llegué anoche amor?

– Como a las doce mi vida, pero te di tu masajito amor, tenias mucha cuerda ehh, lo hicimos tres veces.

Estoy confundido, no se que está pasando conmigo, soy yo, es mi vida, no lo se. Pero estoy a punto de volverme loco.

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