Archivo del Autor: Nieves

En el Mambo

-¿te va el sexo liberal?-

Y me lo preguntó así, a bocajarro, con una media sonrisa que permitía ver sólo una pequeña parte de su dentadura perfecta, fruto de una ortodoncia que a sus padres les debió  costar un pastón, para que su niño rubito, pudiera presumir a lo largo y ancho de las discotecas de moda. Sus ojos azules, etílicamente vidriosos, no dejaban de asomarse a mi escote maduro.

Yo había acudido al Mambo, para una despedida de casada, o una bienvenida de divorciada, de una amiga. Celebrábamos su divorcio, como si eso fuera celebrable. Pensábamos que era mejor celebrarlo de alguna manera, antes que cortarnos las venas en un aquelarre de brujas modernas y solitarias.

Y el chico se nos acercó, atraído seguramente por nuestras serenas bellezas, y porque las lentillas se las debió dejar en casa.

Al principio no supe ni qué contestarle. Era tan joven que dudé que supiera siquiera que era el sexo, ya no digamos el liberal. Pero tenía que decirle algo, claro.

-Mira preciosidad, de liberales, neoliberales ni me hables, de sexo  si quieres, hablamos otro día.

Y me dí media vuelta, con la certeza profunda de que acababa de hacer la gilipollas.  Me encaminé hacia el guardarropa, cogí mi abrigo y el bolso y salí del Mambo, prometiéndome solemnemente que no volvería a pisar aquel lugar en mi vida.

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Una coma,

Tengo miedo

– y yo….

Los dos sentados al filo de la cama. Acababan de recoger todo lo que él se llevaría de casa. Los niños con los abuelos, para ahorrarles el mal trago.

Los intentos de reconcialiación habían sido estériles, no había vuelta atrás.

Hacía mucho calor y se estaba haciendo de noche.

Te quedarás a cenar?

– Si quieres, sí, me quedaré.

Y luego te irás, no?

– No, me iré mañana.

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Tú estabas ensayando, y yo me acerqué a escuchar.

Y nos conocimos.

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En la Catedral.

Soñar con Catedrales, iglesias.. me suele pasar.

De aquel sueño recuerdo vagamente algo, pero teniendo en cuenta la de años que hace de eso, la cosa tiene su mérito, tal fué lo que me impactó.

Andaba una por aquella época de juventud donde la magia, el esoterismo, los cuentos, lo oculto, nos hacían guiños, y claro de tanto hablar del tema, de leer libros con claves… terminaba soñando con lo mismo.

No sé qué Catedral era, entonces sólo conocía la de Sevilla, y esa no era. Pero era una Catedral, eso lo recuerdo perfectamente. Gotiquísima, con sus columnas, sus vidrieras, sus bóvedas, y muy oscura (sería por la noche).

Andaba servidora medio levitando, medio andando, teletransportándome en mi Catedral, lo típico de los sueños.. cuando se me acercó un hombre muy anciano. Barbas y pelo blanco, talmente un Mago vamos. Y ni corto ni perezoso me dió una medalla de oro, en la medalla una inscripción:

«En el siglo XV ya existía el Rock»

Alucinante, ya lo de estúpido lo pone el título del tema de esta semana.

Pero no acaba ahí la cosa. Ese sueño, me llevó a soñar despierta, pensé que era una señal, y me tiré no sé cuánto tiempo intentando relacionar Los Rollings con Fulcanelli.

Besos.

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Sinceramente

– El café, ¿con azúcar o sacarina?

-Ninguna de las dos cosas, me gusta amargo.

-El chocolate imagino que amargo también…

-Imagina Vd. bien.

-¿Cuál es el medio de transporte que más le gusta?

-Sin dudarlo: El tren.

– ¿Rociera?

-No, la Virgen no me llama.

-¿Qué es lo que más le gusta de su físico?

-Nada, no me gusto nada.. bueno los ojos tal vez, que cambian de color según la luz y eso me gusta.

-¿Tiene hijos?

-Creo que sí, ya son tan grandes que dudo de que sean míos. Pero bueno, sí, tengo dos.

-Dígame un viaje soñado.

-Al fin del mundo, eso está por Australia, no?

-¿Qué tiene de andaluza y qué de castellana?

-Tengo sangre andaluza por mi padre y nací en Sevilla. Tengo sangre castellana por mi madre. Y tengo una mezcla un poco rara.  Aunque tampoco es tanto, total sólo los Despeñaperros de por medio…

-¿Qué es lo que más le gusta de su personalidad?

-Realmente no me llevo bien con mi personalidad. Si no le importa no contestaré a esa pregunta.

-Por supuesto, y ya por último: ¿Está enamorada?

-No, pero podría estarlo.

-¿Ha conocido a alguien en especial?

-Todavía no, quiero de decir en persona.. pero le repito, podría enamorarme.

-Gracias por su tiempo

-No hay de qué. Igualmente, buenas tardes.

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Cruzcampo

La pandilla siempre nos reuníamos en la calle del Instituto. Increíblemente sin móviles éramos capaces de quedar.

En aquellos tiempos hacíamos el amor descafeínado, nos reíamos hasta reventar, bailábamos agarraos, nos besábamos hasta perder el aliento, ellos aprendían a desabrochar sujetadores y nosotras a ser mayorcitas.

Aquel día se acercó al grupo un hombre.  Muy amablemente nos invitó a visitar la fábrica de cerveza Cruzcampo. Como no teníamos otro plan mejor y tampoco miedo, allá que nos subimos al autobús y nos plantamos en la fábrica.

Después de visitar las instalaciones y observar tooodo el proceso de elaboración de la rubia, pasamos al bar.

En aquellos tiempos también les daban alcohol a menores.

Creo que fueron siete tanques de cerveza los que tomé, todos gratis.  Me emborraché tanto que tuvieron que llevarme a casa dos amigos, borrachos también pero solidarizados conmigo.

El autobús a la vuelta se dividió en dos claros grupos: las lloronas, iban delante, y los que nos partíamos de la risa que íbamos sentados detrás.

Cuando entré en casa, no podía dejar de hablar, me dió charlatana la melopea. Y mi madre, tan sensata como siempre, me dijo:  «Tú estás borracha. Hoy no te voy a decir nada porque lo olvidarás, pero mañana te enteras.»

Conclusiones de mi primera borrachera (y que se han ido cumpliendo igualmente a lo largo de mi vida): No me alcoholicé. Me da por reír. Y me acuerdo de todo, o lo que es lo mismo tengo buen beber.

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Sin musas

Hace ya unos años asistí a un Taller de Escritura. De esos que hacen por los Distritos del Ayuntamiento.  Ni siquiera lo terminé, pero algunas cosas de las que dieron me sirvieron algo.

Ni que decir tiene que no me considero ni una cuarta de escritora, ojalá!! pero me gusta escribir, aunque sean «chuminás» como me digo a mí misma.

Una de los consejos que nos dieron es que siempre deberíamos tener a mano papel y lápiz. Apuntar todo lo que se nos pase por la cabeza de lo que luego podamos sacar algo. Aunque sea una palabra, o una frase, o el tema para un cuento, o un sentimiento… lo que sea, apuntarlo, porque es verdad, esas ideas que se nos cruzan comiendo una pizza, luego se olvidan, como los sueños.

Y aquí estoy, sin una idea para esta entrada (evidentemente no apunto nada). Y me pregunto ¿qué hago aquí?.

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Malas pulgas

Acabo de llegar de la Macarena. He tenido que presentar unos papeles por allí. Siempre me muevo en autobús o taxi, no conduzco. Durante el trayecto me he dado cuenta, por enésima vez, que me estoy haciendo mayor. Estoy como… no sé cómo decirlo… enfadada con el mundo. Me molesta casi todo: que no se respete la cola del bus; que la gente aborde la acera desde un portal, sin mirar, y como no andes con ojo te arrollan; que el conductor vaya dando frenazos injustificados como si los que vamos dentro fuéramos sacos de patatas; que llueva; que no te devuelvan los «buenos días»… resumiendo que estoy mayor, aunque no lo suficiente como para ir liándola (todo se andará). Antes estas cosas no me importaban. Creo que si yo fuera un amigo mío, empezaría a no aguantarme.

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