Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en el que las pesadas y antiguas tecnologías hacían mella en el espíritu dadivoso de medio centenar de caimanes en celo, a orillas de un pequeño río en México. ¿Y qué pasó? Muchas cosas, demasiadas.
Durante algunos meses, el nuevo Icaimand intentó hacerse fuerte en el mercado de los naturales de Cartier, ¡buen pelaje! Dicho aparatito intentó introducir las llamadas de teléfono, algo absurdo para los queridos reptiles de la zona que exclusivamente pasan horas y horas delante de la televisión, en dispositivos inmóviles para animales de dudosa moralidad. Y así es como Villa decidió apostar por las pesadas y antiguas tecnologías y decidió boicotear la salida del Icaimand.
Fue triste, fue duro pero sobre todo, fue increible. Ni lo más experimentados cazadores furtivos yo sin mi gato no habían conocido tales dimensiones populares. Revuelos, trifulcas, robos con intimidación de mandíbulas de apretar mucho. En fin, una locura acuática.
Debemos decir en defensa de Villa, presentador de un famoso canal de televisión terrestre, pero mu terrestre, que el que sus palabras avivacen justamente la opinión contraria no es para que lo juzguemos y condenemos como desastre de la naturaleza. Lo ha intentado, como cuando yo iba a los exámenes y me decía constantemente «apaxito, lo importante es participar». Pero si somos realistas, ¡qué vergüenza de Villa! independientemente de que su musculado cuerpo hormonado impidiera pasar desapercibida entre los grupos de largatos que esperaban a la salida del edificio principal de la cadena.
Y colorín colorado, este cuento, al que le falta una llamada ha terminado.
¿Quién es? ¿quién llama? Soy yo, quien te escribe. ¿Otra vez estamos con estas? Ya pasó con «tus celos», con «carmela», y ¿ahora también Villa?
Como diría aquél, «¡déjate de disnei».