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Un día en mi vida.

Gorio

Levantarme a las seis de la mañana, asearme, vestirme , desayunar. Montar en la moto y salir hacia el trabajo en un astillero.

Llego y me cambio, me enfundo. Salgo de las taquillas, son las siete. Camino unos cien metros por el muelle hasta llegar a la pasarela de subida. Subo a bordo, en la 2ª cubierta, mi destino es la sala de máquinas, dos bodegas más abajo.

Voy saludando a los compañeros mientras me dirijo hasta que llego al sitio donde me toca trabajar, normalmente conectaré algún cuadro o pasaremos líneas, no lo se.

Llegan las diez y salgo del buque para ir a comer el bocadillo junto con la gente con la que tengo más confianza, en veinte minutos más o menos.

Vuelvo a bordo y sigo con mis tareas, si no pienso en otra cosa, las dos y media  llegan enseguida. Recojo la herramienta y cubro la hoja de trabajo, con las horas normales y las tres de extra que hago todos los dias.

Ya estoy en el vestuario otra vez, me cambio de nuevo y a las tres en punto salgo por la puerta del astillero, en la moto ya de camino a casa.  En una hora he de ir, comer y  volver.

A las cuatro, de nuevo  a bordo. A las siete acabo la jornada. Ya más tranquilo y relajado, pero cansado, me monto en mi preciosa moto y para casa. Una buena ducha, un poco de internet, la maravillosa compañia de l@s mí@s y para cama.

Así es un día en mi vida, un día de la semana claro, porque el fin de semana es otra cosa.., jejeje!!

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EL DIABLO ESTÁ EN SU IMAGINACIÓN

Me encontraba en mi casa decidiendo sobre lo chica que es mi habitación, la cantidad de muebles y la pintura de las paredes. Quería lograr una armonía perfecta, un ambiente en donde cada rincón fuera acogedor. La cama pegada a la pared, el buró al lado, un pequeño librero al fondo y el sistema de audio colgado en los muros.

– No, creo que no es así lo que busco.

No era para menos, me encontraba en un dilema de mi vida entera. Había pasado poco más de un año en que saqué mi último fruto artístico: una balada que empecé en mi guitarra y culminé elaborando arreglos para musicalizarla con batería, piano, bajo, violines, violonchelo y coros con voces en tonos diferentes. En ese tiempo pensé que había encontrado la fórmula correcta para dirigir a mis futuras obras e inclinar mi carrera hacia cierto sentido. Definitivamente me gusta la música y la lírica, me gusta hablar con música de fondo pues.

Sin embargo, nada pasó. Y me di cuenta demasiado tarde, tiene poco que en mi computadora quise recuperar un poco el orden que solía tener de mis archivos y carpetas. Fue como encontré y revisé un documento de texto que se fechaba en abril de 2008 y en el que, además de esa letrita bastante peculiar que me hizo trabajar desde diciembre pasado (2007) y hasta entonces, incluía unas anotaciones que referenciaban el comportamiento de cada uno de los instrumentos musicales involucrados y su intervención, así como el perfil de los instrumentistas que requería la canción.

– ¡Rayos! Cuando aún en este cuarto se podía trabajar a gusto.

Posters en la pared que me recuerdan a cada momento los lugares que alcancé y los eventos donde participé con los distintos grupos musicales, en los distintos géneros en que me he desenvuelto. Sin embargo, me di cuenta que hasta mi guitarra había perdido ese aroma a cedro tan penetrante que siempre me motivaba a tocarla. En ese tiempo solía también rayar el espejo y el pizarrón con frases que se me ocurrieran, sin omitir que también las escribía en el móvil o en un cuaderno que siempre me acompañaba a todos lados.

Lo que pasa, entonces pensé, es que me he vuelto muy perfeccionista y me he presionado de una forma tal que bloqueo mi propia creatividad. ¿Cómo fue que compuse esa última canción? Yo había querido rescatar únicamente la técnica que empleé desde el principio, desde que coloqué el primer verso en el papel, cuando experimenté entre un sinfín de acordes y tonalidades para decidirme por el de Si Mayor. Pero al momento de mi análisis olvidé o ignoré por completo todo lo demás que me había hecho escribir y tocar de esa manera. Ignoré, por ejemplo, las ansias de querer plasmar algo en papel, el recuerdo de mi pareja en aquel tiempo que me hacía sobrar motivos para vivir en felicidad y armonía, la improvisación musical a la que recurría a cada momento, olvidé pues, el amor al arte… y a la vida misma, creo.

Ahora no me daba el lujo de imitar o corregir trabajos anteriores. Todo quería que fuese nuevo. Sin embargo, no encontraba ese verso o armonía que me diera lo que estaba buscando. En cambio, mi último trabajo estaba basado en varias ideas de trabajos anteriores, todos matizados y tratando de ser corregidos con las técnicas que ahora sabía emplear a la música, no como antes, en que sólo imaginaba el entorno musical definitivo al mismo tiempo que cantaba una obra junto a los acordes de mi guitarra.

Y regresando al tema de mi habitación, siempre terminaba concluyendo que era mi rincón sagrado, el ideal para que fluyeran con naturalidad e ingenio todas mis ideas y formas de pensar, no sólo en la música, sino en los incontables sentidos que tenía la vida. Bueno, quizá basta con organizar de nueva cuenta mi habitación, limpiar el polvo, colgar nuevos símbolos, buscar y repasar los borradores de trabajos inconclusos que me recordaran el sentido que debía tomar mi carrera. Pero por más que movía mi cama y mis escasos dos muebles de lugar, por más que exhibía otras estampas en la pared, incluso luego de darle más iluminación al cuarto y de reorganizar mis libros y cuadernos, aún después de todo, quedé insatisfecho. Ahora no era capaz de percibir lo positivo del asunto, pensaba que quizá el diablo estaba situado en mi imaginación, se adueñaba de mi falta de optimismo y de creatividad. Pero tampoco consideraba que me hubiese convertido en una persona moralmente mala. Bueno, quizá entonces debí de prestarle atención a la insatisfacción e inestabilidad que me ahondaba.

– ¿Qué tal cambiar el lugar de trabajo?

Bien pudiese ser el estudio de la casa, quizá el comedor, las escaleras huelen bien y el jardín aún permanece tranquilo. La sala, el patio, la cochera, la banqueta al atardecer… Había tantos lugares y tantos ambientes, tantos colores diferentes y muchas cosas más. Al diablo con mi cuarto decidí, ya me cansé de estar siempre aquí. Lo voy a adorar quizá por tantas y tantas cosas que de ahí florecieron. Cantos, versos, melodías, armonías, lecturas, escrituras, preguntas, respuestas…

Es por esto que, en plena crisis de creatividad, me atrevo a experimentar en distinto horario y lugar un ensayo que refleje mi único y singular problema: no tengo de qué escribir. Por eso ahora estoy ubicado en la sala, con el ventilador puesto, el radio de fondo, las luces prendidas, los pequeños vecinos jugando afuera, el perro lamiéndome los pies, los mosquitos picándome la piel y en la cocina calentándose un buen café.

– ¡Ah, qué buena falta hace un cigarrillo para celebrar que pude terminar de expresar este extraño sentir!

Así que, señores, me retiro de mi práctica improvisadora y cierro el taller por el día de hoy.

¿Y mi cama?

Mi cama… buena pregunta… creo que de ahora en adelante, la cama será sólo para dormir.

Próximo turno: Y – Yuyicienta – Activo

Salta turno a: Z – Juanradiablo – Activo

Salta turno a: A – Codeblue – Activo

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Se equivocan constantemente

Mis compañeros de trabajo, cuando se piensan que podemos considerarnos dueños de nuestro empleo, y podemos por la antiguedad que tenemos, portarnos como bien nos venga, que ya igual no nos dirán nada o nos despedirán, total, si nos necesita la empresa, por eso nos tienen ahí.   Nosotros para nada que la necesitamos, vaya cosa!

Asi ha sido como se han manejado algunos el pasado año, y contra lo que pudiera pensarse, cuando se sentían tan seguros de que actuaban correctamente, llegando tarde, faltando cada vez que podían, tomándose más del tiempo reglamentario en sus almuerzos o no cumpliendo con fechas, total nadie había dicho nada, ya luego ni se daban cuenta. Que equivocación! la que ha quedado totalmente comprobada al llegar el nuevo año, en primer día de vuelta de vacaciones y relax, aquellos que se habían sentido relajados y cómodos, se han dado de narices, con su carta de despido.

Saben? se equivocan, nos equivocamos constantemente en las formas que debemos plantearnos las cosas,  damos todo por sentado y nos pensamos que ya todo marcha como queremos  solo porque somos muy listos, buenos o inteligentes, y todo el mundo nos debe tratarnos con dulzura, comprendernos, tolerarnos, y hasta perdonarnos las malas decisiones.

Y esto no va solo para el trabajo, va en todos los ámbitos de la vida.  Lo veo en las personas con las que tengo que tratar por razones de trabajo, durante largas horas entrevistando candidatos y evaluando el trabajo de otros, me encuentro compartiendo confidencias con casi desconocidos, me asombra cuanto poco cambia la gente su modo de pensar, algunos parece que no les ha, como decimos por aquí, caido el veinte, para enterarse que en la vida, todo es un doy y recibo, muchas veces ni siquiera recibimos pero al menos nos quedará que hemos cumplido con nuestro deber, con nuestra parte.

La vida supone ya lo dije, una calle de doble vía, tu das un servicio y te lo pagan, tu amas y te aman, claro eso si tienes suerte, pero la verdad que nadie te dará nada por nada y el que te lo haya dado, como ha sucedido en la oficina, con un trabajo, igual te lo quita, el día que no aportes lo que debes.  No caben equivocaciones, la vida no se maneja como un cuento de fantasía para conseguir y sobretodo para conservar;  en un mundo cambiante y cada día más complejo, hay que hacer la tarea, cumplir con nuestro deber, como decimos en buen chapin, hay que sudar la camiseta.

N – Sonvak – Activo

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Ella no era la victima

Al menos eso es lo que ha argumentado la chica que me asiste en el trabajo, cuando le he cuestionado sobre un asunto que ocurría en la oficina, en donde trabajamos.   Ella no era la victima y por tanto, aunque conocedora de lo que ocurría, ha guardado silencio, por qué involucrarse? enemistarse con alguien? ella no era la victima y no debía  importarle lo que pasara a otra, allá ella.

No deja de resultar  preocupante, cuan poco importa al género humano lo que pase a  su alrededor, sobre todo sino le afecta.   dejamos que ocurran las cosas porque sino es con nosotros, ni caso vale preocuparse por ello.

A qué viene todo esto se preguntarán? En los días pasados encontré sobre mi mesa, una nota de mi jefe diciéndome que una chica de la oficina, excelente trabajadora, había renunciado sin más, y que debía ocuparme de averiguar el por qué? ya que no existían motivos evidentes.

Puesta en el asunto, me dediqué a indagar a la interesada que no hubo de darme ninguna explicación satisfactoria y casi decidí dejarla marchar.  Cuando aquello sucedía , la chica con la que trabajó hace más de una década, sin duda con el ánimo de cotillar más que por informar,  me cuenta la causa de aquella repentina e inexplicable renuncia.  

Un supervisor le ha estado acosando durante meses, y pese a su negativa,  como todo prepotente ha persistido a tal grado de llevarla a la necesidad de renunciar a su trabajo, en el que está contenta, mantiene buena relación con su jefe y el que realiza eficientemente.

Mi sorpresa no era tanto por el acoso, durante años de trabajar me encontré  con muchos de estos deplorables personajes, que se creen con derecho a «enamorar» a cuanta mujer encuentren en el trabajo.  Mi sorpresa era como les digo, el hecho de que una compañera conociera el asunto y callara.

Dejamos que pasen cosas en el mundo, callamos, porque no es con nosotros, porque a cada quien sus propios asuntos.  De verdad, muchas veces ando metida en «rollos» por meterme en lo que mi jefe ha calificado «lo que no te va,  ni te viene» pero nadie nos ha asegurado que porque no nos ocurren ahora no nos podrán ocurrir en el futuro, y que nada podremos hacer, como bien dijo Bertold Bretch a quien les cito más abajo, sencillamente porque cuando debíamos hablar, callamos.

De más está decirles que el problema solucionado, aquel «tonto» no acosará a nadie más , y aquella «discreta» empleada que no se mete «en los asuntos de nadie»  deberá esperar tener suerte de no verse un día en aquella situación, y que todos callen.

Primero se llevaron a los negros
Pero no me importó
Porque yo no era negro
En seguida se llevaron algunos obreros
Pero no me importó
Porque yo no era obrero.
Después prendieron a los miserables
Pero no me importó
Porque yo no era miserable
Después agarraron algunos desempleados
Pero como yo tengo mi empleo
Tampoco me importó
Ahora me están llevando a mí
Pero ya es tarde
Como yo no me preocupé por nadie
Nadie se preocupa por mí.

N – Sonvak – Activo

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