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Tengo que confesarte algo…
Estaba tumbado en la cama con tan solo la parte inferior de su pijama puesto. Con el mando iba cambiando los canales de la televisión sin pararse en ninguno en concreto. Su mente estaba distraída. En ese momento sonaron unos golpecillos en la ventana de su habitación. Miró extrañado hacia ella pues con la tormenta que reinaba en el exterior lo último que hubiese esperado era recibir su visita esa noche. Sin embargo, allí estaba ella, totalmente empapada y haciéndole gestos.
Mientras, apurado, abría la ventana, no podía dejar de pensar en cual sería el motivo merecedor de arriesgarse a un resfriado.
-¿Estás loca? Qué demonios haces viniendo aquí con semejante tiempo?. Vas a pillar un resfriado de narices.
-Fijo que el resfriado será de narices -lo miró sonriendo- creo que no hay resfriados de otro tipo.
Él elevó la mirada al techo haciendo gesto de resignación.
-Es mejor que me quite toda esta ropa empapada. ¿Me puedes prestar una camisa?
Refunfuñando, él se dirigió al armario para alcanzarle una camisa, con la cual ella se fue al baño para cambiarse.
Eran amigos desde niños. Sus casas estaban separadas por algunos metros de jardín y en la preadolescencia habían comenzado con esas escapadas en la noche a la habitación del otro. Pero, últimamente él no se sentía cómodo con aquella amistad. Cada vez le costaba más verla como una amiga y no como la preciosa chica en la que se había convertido.
En ese momento se abrió la puerta del cuarto de baño y apareció ella, vestida tan solo con su camisa. Con una toalla se estaba frotando el cabello; aquella preciosa melena pelirroja.
-Necesito tu ayuda -dijo mientras continuaba con su labor de secado- y es urgente, porque mañana tengo una cita.
Él alzó las cejas con curiosidad. En qué demonios podría ayudarla él relacionado con una cita?.
Ella tiró la toalla hacia el interior del cuarto de baño y se acercó caminando hacia él.
-A lo mejor ya lo sabes, porque me conoces mejor que nadie… pero si no es así… tengo que confesarte algo: no sé besar y… necesito que tú me enseñes.
-¡¡Qué??!! -era lo último que él esperaba que le pidiese- quieres que yo te enseñe a besar?
-Sí. Sabes como soy, que siempre quiero estar preparada para todo, que siempre quiero hacerlo todo bien, y con esto no iba a ser menos. Necesito que me enseñes porque cuando él me bese no quiero quedar de tonta. Quiero hacerlo bien.
-Pero… -se pasó una mano entre el pelo- tú sabes lo que me estás pidiendo? nosotros somos amigos… los amigos no se besan… -se sentía tonto mientras decía aquello. Estaba intentando no distraerse con la idea de que ella estaba totalmente desnuda bajo aquella camisa. ¿Cómo demonios podía ella verlo tan solo como un amigo?
-Por favor. Por favor. Yo sé que tú ya has tenido tus rollitos con chicas y puedes enseñarme. Necesito estar preparada para mañana no estar demasiado nerviosa por meter la pata. -mientras hablaba había apoyado las manos en el pecho desnudo de él y lo miraba implorante.
Él se echó hacia atrás como si aquellas manos le quemasen.
-Vale… pero no me toques -por su voz parecía enfadado, aunque aquel enfado estaba dirigido mas bien hacia sí mismo.
-Bien!! -exclamó ella entusiasmada. Y se quedó quieta mirándolo, esperando que él iniciase la lección.
Él se rascó la nuca mientras la contemplaba. Tenía que besarla… bueno, tenía que enseñarle a besar, con lo cual, para hacerlo… tenía que besarla. Sus ojos se posaron en los sonrosados labios de ella y después la miró serio:
-¿Estás totalmente segura?
-Oh, sí!! venga, no me hagas rogar más.
Él posó su mano en la nuca de ella al tiempo que inclinaba su cabeza para rozarla ligeramente en los labios. Retrocedió ligeramente para mirarla. Ella tenía sus ojos escondidos tras los párpados y parecía esperar que él continuase. Se acercó otra vez para besar primero su labio superior, después el inferior, con los labios ligeramente entreabiertos… después los acarició suavemente con la punta de su lengua, buscando camino para introducirla en su boca. Notó como la respiración de ella se entrecortaba y mariposas de ternura le revolotearon por el estómago conocedor de que aquel estaba siendo su primer beso. Acarició su lengua, provocándola para que la moviese, para que respondiese a sus húmedas caricias… la envolvió, rodeándola, asaltándola juguetonamente y no tardó en sentir la tímida respuesta de la lengua de ella saliendole al encuentro. Esa mínima respuesta fue demasiado y sintió como cierta parte de su cuerpo comenzaba a responder y a demandar. Se apartó rápidamente de ella.
Vió como sus ojos se abrían sorprendidos y lo contemplaban asombrados por aquello que acababa de ocurrir.
Y mientras, él pensaba «mierda, mañana estará haciendo esto mismo con otro» y sintió como algo se rebelaba en su interior.
SONVAK
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No se lo deseo a nadie
No se lo deseo a nadie, el título del artículo le viene como anillo al dedo a Sandra. ¿no la conocéis?, pues es una pena, es buena chica, aunque no creo que Sandra se deje conocer y es que Sandra ha cambiado muchísimo, ya no es aquella niña alegre, optimista, contenta, divertida e incluso pizpireta a la que le gustaba estudiar y destacar en todo lo que hacía, porque tenía un lema «las cosas o se hacen bien o no se hacen», ya no es aquella niña que se exigía demasiado hasta el punto de enfadarse con ella misma si en Física y Química sacaba un 9 en vez de un 10.
Sandra ya no va a fiestas, no baila, no sale con sus amigas, no se pinta la cara, no se fía de la gente, elige cuidadosamente a quien contarle algo de su vida y aun así se lo piensa dos veces antes de hacerlo. Sandra ahora se refugia de sus penas detrás de unos escritos, es una persona adulta a la que la vida le ha robado casi todo, le robó un amargo día de primavera a su mejor y más fiel amigo, su perro, le robó el trabajo, le robó la familia, le robó un amor imposible y casi le roba la propia vida. Se ha vuelto una persona seria y comedida, ya no ríe como antes, sus grandes ojos color miel están tristes y cuando menos se lo espera lloran, le da igual destacar, aunque sigue manteniendo su lema de niña «las cosas o se hacen bien o no se hacen». Sandra, es dura con ella misma y se culpa de todo lo ocurrido, sin pensar que las cosas pasan porque tienen que pasar, aún así, Sandra no ceja en su empeño y siempre está dispuesta a aprender, levemente sonríe cuando alguien la felicita por algo, desde hace algún tiempo Sandra tiene algún nuevo amigo que sin saberlo la ha ayudado mucho y que le gustaría conocer en persona pero no se atreve a decírselo, porque piensa que la entiende y la comprende. A Sandra le falta cariño, le falta calor humano, Sandra se siente sola en medio de la gente y piensa que si la soledad prolongada no es buscada, puede parir estas cosas.

¿Hasta cuándo? Se pregunta Sandra
D – Rosma – Activo
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