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A Dani

Suena el teléfono. Es mi madre, para contarme la crónica diaria de lo que sucede a su alrededor.

La última noticia, ha muerto un chaval de un pueblo cercano, de mi edad, pero no sabe exactamente quién. Eso sí, por lo visto ha salido en el periódico.

Me pongo a buscar en los periódicos locales y regionales desesperadamente, y nada. El único dato que me ha dado mi madre es que era uno rubio. Empiezo a darle vueltas a la cabeza cada vez más preocupada, no es que los rubios abunden en esa zona de montaña…

Tú eres el primero que me viene a la cabeza. Tu pelo amarillo y tu piel albina son inconfundibles. Tengo que comprobarlo antes de volverme loca. Empiezo a hacer llamadas a las personas que te pueden conocer. Desafortunadamente no tenemos amigos en común para que me hayan avisado a tiempo. Finalmente, alguien que no te conoce, pero que se lo han contado, pronuncia tu nombre cuando le pregunto quién ha muerto el fin de semana.

El impacto hace que se me caiga el alma a los pies, y en un par de minutos pasan ante mí todos los momentos que vivimos juntos (jugarretas de la mente). Ese cumpleaños adolescente en el que escogiste como regalo algo de lencería. Ese desgaste de pulgares los fines de semana cuando Movistar nos regalaba los SMS. Tu eterno parecido con todas las estrellas checas, rusas, lituanas y eslovacas en Eurovisión.

Tu compañía cuando me tocaba ir al monte a hacer reportajes sobre motos. Tu pregunta, que nunca faltaba, sobre mi paradero en cualquier rincón del mundo. Tu sorpresa al verme aparecer de un momento a otro y sin avisar, en tu pueblo.

Esa última Nochevieja que pasamos juntos, haciéndonos un montón de fotos (como cada vez que nos veíamos de fiesta, la cámara no podía faltar). Por eso tengo las pruebas gráficas de todos nuestros momentos, para revisarlas cada vez que me entre la nostalgia.

Ya hace una semana que te fuiste. Nunca te olvidaré.

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Chop Suey!

Todos mis colegas me habían recomendado que no me ofuscara y que peleara por lo que por derecho me corresponde: el papel principal. Me exhortaron para que le escribiera una carta al director de la obra, en ella debía exponer mis argumentos para demostrarle que yo era la mejor opción para representar al protagonista.

Juan Arrabales era un pésimo actor, sin embargo tenía una enorme ventaja sobre mi: era el mejor amigo del director. Ante tan rival, yo sabía que no tenía ni la mas mínima posibilidad de competir, pero la frase que tanto me repitieron el día de hoy me dejo con la duda. «No tienes nada que perder, y si mucho que ganar».

Decidí escribir esa carta, aunque no tenía idea de como empezarla. ‘estimado señor director’, ‘colega y amigo’, ‘hijo de la gran chingada’; nada me agradaba y terminé escribiendo una carta personal. Odio, miedo, ira, ardor, entre otros sentimientos estaban reflejados en dicha carta.

Frases como: ‘El pinche Arrabales ni hablar sabe’ o ‘ Las actrices le tiene asco’, eran bastante recurrentes. Yo, acostumbrado a ser educado y respetuoso, y a ganarme mis oportunidades en base a trabajo y esfuerzo. Pronto me di cuenta que eso no valía absolutamente nada en un mundo tan asqueroso como este en el que vivo.

Por eso estas leyendo esto mientras observas mi cuerpo con el rostro desfigurado por un balazo que yo me provoqué. No me mal interpretes, era yo o el director. Una vez leí en una gran película que uno muere como un héroe, o vive lo suficiente para convertirse en villano. No, no soy ningún héroe, por lo menos tampoco soy un villano.

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Sala de confesiones

Yo confieso. Sí, confieso, pero que conste en acta que no me arrepiento.

He sido malo, muy malo pero es mi función. Yo no se hacer otra cosa porque nací para esto, y tú ¿sabes tú función?. La vida es dura y sin mí lo sería mucho más. Sin mí no estarías preparado para ella y sin mí quizás no merecieras vivirla y quizás no sería necesario que lo hicieras. Todo bien, todo correcto, todo normal….eso no es vida es otra cosa, un camino de rosas, flores que nunca nos ayudan a madurar, evolucionar, adaptarse y sobrevivir, la misma palabra lo dice, eso sí es vida, la de cada uno, la que cada uno se merezca. Yo estoy ahí siempre, a tu lado y hay veces que gano y otras no, pero siempre trabajo para mí aunque a veces te favorezca. Normalmente no gano porque hay muchos como tú, hay muchos habitats donde me adapto porque no soy uno más, soy el que decide hasta donde llego y hasta donde llegas tú, no tengo límites y tú sí, es mi virtud y paradójicamente también la tuya. No soy más que tú pero soy mejor, tengo mi función y un poco de la tuya, soy necesario para ti y para ellos, bueno ellos, ellos no se merecen nada si me eligen a mí, pero mientras lo hacen o no, tienen derecho a vivir, son las reglas del juego y las acepto. Ellos no pueden vivir sin ti pero tampoco sin mí, yo les enseño y tu los malcrías, conmigo aprenden, aprenden a elegirte a ti. Pero por eso mismo soy necesario, no como el arrepentimiento. El arrepentimiento es necesario en la confesión porque si bien es dogma de fe que cuando dios perdona, perdona de verdad, también lo es que no puede perdonar a quien no se arrepiente.

 Pero de eso sabes tu más que yo, querido angelito, yo como diablillo se más que tu en todo lo demás.

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Una segunda oportunidad…

Cómo para decir que no!!! Fijo que algún día todos estaremos muertos, pero es un tema al que no suelo darle muchas vueltas… ya bastante tiene uno con pensar en vivir.

Hace tiempo, unos cuantos años, pasé por el trance de ver el final de mi vida a un paso. En aquel momento eché la vista atrás, a lo que había sido mi vida, y llegué a la conclusión de que había sido feliz… que la mía había sido una buena vida. Me sentí preparada para afrontar el final, cosa que nunca hubiese pensado de habérmelo dicho alguien. El hecho de sentirme preparada, no significa que estuviese como unas castañuelas, simplemente era algo que tenía que enfrentar. Había llegado el momento y yo estaba lista para pasar por él. Fue como cuando te subes a una atracción de feria de esas en las que liberas mucha adrenalina, con la diferencia de que tú no estás escogiendo, pero una vez subido a dicha montaña rusa (por poner un ejemplo) ya solo queda agarrarse fuerte y esperar que el tren no descarrile mandándote a ti a tomar por …

Al final todo quedó en un tremendo susto pero, al igual que le ha pasado a mucha otra gente, mi vida cambió. De repente eres muy consciente de que estás aquí ahora… que solo tienes el presente… que no puedes planificar tu vida pensando en un futuro más o menos lejano, pues este podría no llegar. Que si quieres disfrutar, tienes que hacerlo ya. Que si quieres realizar un sueño, tienes que hacerlo ya. En definitiva, que si quieres vivir tu vida como a ti te gustaría vivirla, tienes que hacerlo ya.

Así que cambié mi rumbo. Escogí el camino difícil y volví a empezar de cero. Teniendo labrado ya mi sendero profesional, decidí abandonar esa ruta y concentrarme en realizar mi sueño: realizar la carrera de Bellas Artes y conseguir ganarme la vida haciendo aquello para lo que yo había nacido. Hacer oídos sordos a todos los que siempre me habían dicho que aquella no era una profesión lucrativa… que aquella no era una forma de ganarme la vida. Yo sabía que aquello no iba a ser fácil, pero de haber muerto mi sueño se habría quedado en el tintero sin tan siquiera haberlo intentado… y ahora tenía otra oportunidad.

Y con 30 años me embarqué en mi proyecto más apasionante: convertir mi sueño en mi vida. Un camino lleno de obstáculos que lo único que conseguían era darme más fuerzas para continuar.

Han pasado 10 años desde el día en que decidí cambiar mi vida. Ahora mis días están llenos de aquello que me apasiona pues, contra viento y marea, conseguí convertirlo en mi profesión, en mi forma de vida… Y no dejo de pensar que el hecho de haberme enfrentado a la muerte fue lo mejor que me pudo haber pasado.

Por eso, porque algún día todos estaremos muertos, no dejeis escapar la oportunidad de perseguir vuestros sueños, ahora, hoy, en este momento, pues para eso se vive: para convertir los sueños en la mejor realidad.

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La relatividad de la vida

Año 2050, todos estaremos muertos.

El agua es el bien mas preciado y hace varios años que se acabo. No hubo tercera guerra mundial, fue la guerra definitiva. No hubo división por raza ni por religión, unos tenían agua y otros la necesitaban.

Nos remontamos diez años atrás, las reservas se agotaron y mientras unos procuraban encontrar agua por sus propios medios, con sus propias manos, otros esperaban con impaciencia para quitársela, armados hasta los dientes, para eso habían sido las grandes potencias mundiales durante varios siglos.

Los primeros la encontraron y se desato una guerra que nadie años atrás podía haberse imaginado, sangrienta, injusta, desproporcionada, lanzas contra armas sofisticadas, hombres contra maquinas. Fueron millones de personas las que murieron tantas que murieron todas las que tenían agua, ironías de la vida.

Año 2050, todos estaremos muertos, pero….¿a  eso podemos llamarle vida?.

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2055

Estaremos muertos. La frase de la semana incita a un texto catastrofista sobre el fin del mundo. ¿Y si le ponemos fecha? Con los últimos acontecimientos, desastres humanos y naturales que ahogan el planeta, no es difícil dar salida a las teorías apocalípticas. Puede ser en el 2012, o siendo un poco optimistas, en el 2055. Os invito a que escuchéis este tema de Nach, las imágenes, que las ponga vuestra mente.

 

Nota: Pido perdón por esta chapuza, haz click AQUÍ para escuchar la canción. Ya me pongo penitencia yo solita, no digáis nada jejeje

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Acostada en mi cama…

Estoy acostada en mi cama y por la ventana puedo ver el cielo azul.

Mi mente suele navegar por el pasado, por aquellos días felices que han quedado atrás y que son ya tan lejanos, tanto que a veces me pregunto si alguna vez existieron.

Hay un día, un día en particular, que marcó un antes y un después en mi vida; un antes y un después tan diferentes como diferentes pueden ser el cielo y el infierno.

Aquel día me levanté feliz, pues mi boda ya estaba a la vuelta de la esquina. Me fuí a trabajar caminando, como siempre, pues mi trabajo no quedaba demasiado lejos de casa. Había una espesa niebla, pero no se me pasó por la cabeza que aquello pudiese resultar peligroso para mi. Era una carretera estrecha, llena de curvas, que discurría por medio de montes y campos… y aquel coche no me vió. Arrasó conmigo…

Quedé sumida en un coma profundo del que mi madre y mi novio rezaban que despertase. Deseaban que yo no muriese. Y desperté, desperté para encontrarme «atada» a una cama, desperté para encontrarme con que ni tan siquiera podía hablar… Mi mandíbula necesitaba de diversas operaciones para poder balbucear algún sonido. Yo estaba totalmente rota y por mucho que intentasen hacer por mi siempre sería demasiado poco.

El tiempo poco a poco fue borrando cada huella de aquel pasado feliz, llevándose a aquellos que habían formado parte de él, para que continuasen con sus vidas, mientras yo me quedaba parada en la mía. Mi novio, mi adorado novio, no tardó mucho en rehacer su vida con otra mujer. Mis amigas al principio me visitaban a menudo, después esas visitas se fueron espaciando en el tiempo… A veces pienso que venir a visitarme las hacía sentirse mal, quizá culpables por su fortuna y mi falta de ella…

La única que permanece fiel, mi madre. Su sonrisa. Su cariño. Ya han pasado 20 años, 20 años que pesan sobre sus hombros… Veinte años de atenderme contínuamente sin perder nunca la sonrisa. Su dedicación es completa. Quizá yo soy su reto. Yo no dejo de preguntarme qué será de mi el día que ella falte… Me gustaría ser yo la primera en abandonar este mundo, pero por mi misma no puedo quitarme la vida… esta dichosa inmovilidad me lo impide.

Quizá mi reto sea encontrar la forma de suicidarme, teniendo en cuenta que no puedo moverme y por poder ni tan siquiera puedo expresarme, apenas algún que otro balbuceo que la mayoría de las veces entienden mal.

Estoy acostada en mi cama y por la ventana puedo ver el cielo azul…

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El hombre del saco. (Una leyenda urbana)

romasanta

Era una noche oscura, típica de Galicia, con mucho viento, humedad y esa llovizna (poalla), que se te pega a la ropa.

Por el camino del bosque que se aleja del pueblo, apenas se veía a un palmo de distancia, y el caminar era pesado y lento.

Eulogio el médico, debía llegar cuanto antes a la casa de Mariño, el señor que vivía a cinco quilómetros del pueblo, y que había enfermado de unas extrañas fiebres que le hacían convulsionarse y vomitar sin parar, para intentar curarlo.

Por fin llegó y empujó la puerta. Entró en la casa y sintió un alivio muy grande. Pero la casa estaba fría, y no se pudo quitar la ropa.

Subió las escaleras de la galería que llevaba al dormitorio, y allí estaba Mariño, el herrero, impedido en la cama y con sudoraciones intensas.

_¡Dios mío!,¿Pero que te ha pasado?. Le preguntó Eulogio.

Mariño apenas podía articular palabra. Pero contestó:

_Mi buen doctor, gracias por venir.

Ayer volvía del trabajo, como siempre a última hora del día, y en el camino de casa me atacó algo que yo describiría como una especie de lobo, pero iba erguido y tenía manos.

Se me avalanzó hacia el cuello, y me mordió en la espalda porque lo pude esquivar. Corrí como alma en pena y conseguí llegar a casa, cerré la puerta y me escondí en la habitación.

Por la mañana cuando vino el panadero le dije que me encontraba mal y que avisara al doctor para que vieniera, porque yo no podía ni andar.

Romasanta!, exclamó Eulogio.

Hay que avisar a la guardia civil de que ese monstruo anda por estos alrededores.

De repente, Mariño empezó a echar espuma por la boca, y con las convulsiones se cayó de la cama quedando inmóvil en el suelo.

El médico le tomó el pulso y comprobó que había muerto. Lo subió a la cama y tapó su cuerpo con la sábana.

No quería tocarlo más por si se contagiaba de su mal.

Bajó de nuevo las escaleras con la intención de regresar al pueblo y dar parte de lo sucedido en el cuartelillo, pero tuvo miedo de salir y se fue directo a  la chimenea para encender un fuego. Había decidido que era mejor pasar la noche allí, y luego por la mañana volvería.

Ya estaba calentándose cuando escuchó un ruido en la parte de arriba de la casa. Creyó que podría ser una ventana mal cerrada que se golpeaba por el temporal, y no hizo caso.

Pero el ruido regresó al poco rato, alguien bajaba por las escaleras, ese sonido de los peldaños de madera crujiendo era inconfundible.

_Pero si Mariño vive solo.., ¿Habrá alguien más en la casa?. Pensó.

Se dio la vuelta y vio con pavor como el herrero se abalanzaba sobre él . No pudo reaccionar y acabó devorado.

Gorio

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Voy a contarles algo…

Dieciocho de marzo de 1993 son las 16:00 h (aprox.) en la ciudad de Sevilla, cuatro chicos de entre 15 y 16 años se reúnen como cualquier otro día para pasar la tarde juntos, entre risas y juegos, entre amigos. Jose, Pedro, Miguel Ángel y Benjamín podrían ser cuatro chicos cualquiera porque en esa época y por estas tierras la gente se reunía en la calle, no había móviles y si no salías a la calle nadie te llamaba, nadie se acordaba de ti. El día se había despertado gris y frió, el tiempo amenazaba lluvia desde por la mañana temprano, bueno, mas que lluvia tempestad y mirando hacia arriba el cielo gris tornaba a rojizo con el paso de las horas, daba la sensación que en breve este se caería sobre ellos. Así las cosas, el chico llamado Jose ofreció bajar a su “cuartillo”, una habitación medianita que tenia cada propietario en los sótanos del edificio, una habitación siniestra en una planta baja deshabitada por completo, y allí buscar algún entretenimiento. Fue comentar eso y escucharse un trueno como nunca antes habían escuchado, primero un estruendo brutal y después un flash inmenso, tanto como el cielo de Sevilla, y en medio un rayo directo desde…. quizás desde el infierno. No dio tiempo a caer la primera gota y los cuatro amigos ya marchaban, porque la tarde empezaba a ponerse fea, Miguel Ángel tomo la iniciativa y nadie tuvo mejor idea- Joder eso ha tenido que caer cerca, vamos abajo-. Una vez en el habitáculo todos se preguntaron a que demonios iban a jugar allí, tres o cuatro metros cuadrados libres y alrededor estanterías con libros viejos de su padre, un astrónomo famoso en el barrio pero con mala reputación en su casa, que desapareció en extrañas circunstancias o mejor dicho nadie supo nunca las circunstancias.

–Ya se a que podemos jugar tío, mira lo que tenía mi padre  aquí – dijo José para intentar pasar la tarde, sin mas.

– Eso es una güija “killo” déjate de rollo que eso es chungo, pudo decir Pedro perfectamente.

– ¿Chungo?, eso no vale para nada yo me rio de eso y de todos ustedes si jugáis a eso, exclamo Benjamín.  

– ¡Venga! pues entonces vamos a jugar y nos reímos, sentencio Miguel Ángel.

Y así fue, los cuatro chicos de rodillas en una habitación con suelo de…. bueno sin suelo, de rodillas en cemento puro, y húmedo, muy húmedo, tanto como el ambiente, casi irrespirable, algo así como el calabozo tetrico de una pelicula terrorifica de serie B . Cada dedo en un vaso, ¿allí había un vaso?, si señores allí había un vaso, inexplicable pero ya saben que la realidad supera siempre a la ficción je je. Primera pregunta. Jose toma la palabra y pregunta…. “¿Papa estas entre nosotros?”. Corazones paralizados, todos habían escuchado hablar de ese rollo pero la situación era totalmente propicia para que sucediera algo malo, muy malo. El vaso se movió y se situó encima de la casilla que contenía en su interior como respuesta “SI”, ya se les podía pinchar y no notaban nada, fríos como el hielo y al borde de gritar un “vasta”, pero nadie se atrevió. Siguieron así unos veinte minutos pero fue una vida entera para ellos, más preguntas y más respuestas, alguna no tenía sentido pero la mayoría tenían un sentido aterrador. Y ya imagínense, cada uno preguntando aquello que creía que podía ser definitivo para saber de verdad si había alguien más allí y alguien que por desgracia no era terrenal. Pero todo se trunco cuando……

– ¡Al carajo con tu padre!, Benjamín le pego un manotazo al tablero y el vaso salio despedido como si hubiera estado cargándose con energía cinética todo ese tiempo, para chocar contra la puerta de la habitación.

Todos sintieron que algo iba mal, que aquello no se había terminado de una manera normal y que ninguno estaba seguro allí. De repente suena la puerta de arriba, la que permite acceder a la planta baja por medio de unas escaleras, se abre y se cierra seguidamente. Los cuatro a la vez abren la puerta del zulo y se dirigen por un pasillo, sin ventanas, solo puertas, un corredor de la muerte, hacia las escaleras sin dirigirse la palabra, en el silencio más absoluto.

Jose iba el primero y de repente se detiene justo delante del primer escalón….

– ¡“Killo” esto no puede ser!, yo no puedo dejarle el marrón este a mi madre aquí esperarse un momento. A nadie le gusto la idea evidentemente pero el chico tenía razón.

 – ¡Y que coño quieres que hagamos, cojones!, dijo cualquiera de los tres.

– Os voy a decir lo que vamos a hacer, voy a por la güija y la voy a traer aquí, ¿veis ese extintor de esa pared?, pues tendrá un numero de serie seguro, vamos a ver si de verdad dejamos alguien aquí o no. Y como no, otra vez como en las películas también apareció un bolígrafo para apuntar el numero que supuestamente iba a contestar…. alguien.

 Bueno, lo de aquella habitación ustedes saben aquello del poder de la mente y todas esas cosas, que yo me las creo a pies juntillas, pero que cada un piense lo que quiera. En cada pregunta al menos uno sabia la respuesta y conscientemente o inconscientemente podía moverla o ayudar a moverla, nunca iban a estar seguros. Pero lo que había propuesto Jose era lo bastante definitivo para que tragaran saliva los cuatro a la vez y asintieran con la cabeza. Jose marcho por el tablón diabólico y lo trajo de nuevo antes ellos junto con el vaso, ese horrible recuerdo volvía ante sus ojos. Se arrodillaron y Jose tomo la palabra.

– Papa, si estas aquí, muéstranos por favor el número de serie de ese extintor.

El vaso se movió bruscamente hacia el 0, después hacia el 1, cada vez mas rápido, prácticamente no daba tiempo ni a apuntarlo, tenían que acordarse entre todos del que había dicho antes, al fin se detuvo y todos se quedaron en silencio mirando el numero, como memorizando, eran muchos números, pero ¿quién iba a comprobarlo?. Decidieron ir todos juntos y fue darle la vuelta al extintor y ……bueno el final pensaba contároslo la siguiente semana que venia muy bien al tema, pero la verdad solo pensar tener en la cabeza ese recuerdo una semana miedo me da.

Imagínense, una pegatina mas grande de lo esperado les sorprendió con un numero exactamente igual que al que habían escrito, patadas en el culo y codazos en la cara para subir el primero por la escalera, no eran personas eran fieras subiendo por una montaña. Y claro como no, la puerta tenia truco y no se abría, hasta que consiguio llegar Jose hasta ella y ….una vez fuera, bueno.. un sol esplendido recibio a los cuatro chavales que incredulos miraban el cielo azul, y una vez mas sin hablarse.

Para terminar dejar claro, por si alguien no se había dado cuenta, que este relato se parece en algo más a una película, de los cuatro chicos tres nombres son reales pero Pedro, ese chico en realidad no se llamaba así….Y desde entonces os puedo jurar algo, yo no creo en dráculas ni hombres lobo ni nada por el estilo, pero en que hay algo mas ahí fuera… eso es seguro.

 

Lino

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¿Dónde está el paraíso?

No había nada que le causara miedo. No temía al riesgo, ni a las alturas, a las agujas, al dolor, ni siquiera a la muerte. Vivía cada día al límite, pisando el acelerador hasta el fondo. Su trabajo como monitor multiaventura le permitía descargar una buena dosis de adrenalina diaria.

Su casa estaba intacta, apenas la utilizaba para ir a dormir, y en ocasiones ni siquiera eso. En su cara, siempre una sonrisa, rezumaba actividad, diversión y confianza por todo su ser. Dedicaba todo su tiempo a su familia y a sus amigos, de esos de verdad, de los que hubieran dado la vida por él. Su pasión, las motos, mezcladas con esa peligrosa ausencia del miedo, resultaron un cóctel explosivo ese día en el que no se puso el casco.

Él dio su vida por proteger la mía y quedó allí, sin sentir miedo, apurando el riesgo y la velocidad hasta el último momento. Nunca creyó en el más allá, pero si le hubieran dado a elegir el camino de su propio paraíso habría subido en una montaña rusa sin fin. No está hecha para él la calma del cielo.

Nunca tuvo miedo, vivió sin límites y todo se precipitó. Yo sí tengo miedo. Un temor que se acrecienta cada vez que un palo me arrebata alguien que forma parte de mí. Miedo a que las cosas cambien, a que las personas desaparezcan, a no tener dónde agarrarme y caer. Porque yo no tengo muy claro dónde está el paraíso.

A Mario.

Por: Sara

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