Mi idea para esta semana era bastante parecida a la de Molinos: un pequeño “ensayo” sobre cómo la “caja tonta” se ha convertido en algo más inteligente que nosotros mismos, haciéndonos desear, querer, odiar, estresarnos: modificando nuestro humor (y especialmente nuestro sentimiento consumista) a su gusto.
Sin embargo, cambié de opinión por un simple motivo: es un tema gastado. Y por otro más: a mí me gusta la televisión, como probablemente a todos ustedes. Podrán decir que es vacía de contenido, que ya ningún programa es como antes, como en los viejos tiempos, etc., pero apuesto mi mano derecha a que en un domingo lluvioso a las siete de la tarde no se ponen a leer “El origen de las especies” de Darwin (porque ni que hablar de que la mayoría de los libros de hoy son tan vacíos de contenido como la televisión). No, por el contrario: seguramente apoltronan su trasero en el sofá y toman el control remoto, aunque sea para hacer zapping, ese deporte tan de moda.
Lo admito: muchas de las series televisivas de hoy me parecen no sólo buenas, sino inteligentes y originales.
Les dejo, sin más, algunas frases que lo prueban, que encontré en éste artículo de Alex Martínez Roig.
(‘House’)
Doctor House. Su problema es muy grave. Su mujer le pone cuernos.
Paciente. ¿Qué?
Doctor House. Está usted naranja, imbécil. Y que usted no se dé cuenta, pase. Pero si su mujer tampoco ve que su marido ha cambiado de color, es una mala señal. Búsquese un abogado.
(‘The Wire’)
Deberías dejar de llamar a esto «guerra contra el narcotráfico».
¿Por qué? ¿No te parece una guerra?
No. Las guerras se acaban.
(‘Frasier’)
Miles. ¿Estás seguro de que no hay vida inteligente en otros planetas?
Frasier. No estoy seguro de que haya vida inteligente en esta cocina.
(‘Sexo y la ciudad’)
Samantha. Me encanta el aspecto que tengo
Miranda. No me extraña. Has pagado una fortuna por él.
(‘Los Simpson’)
Bart. ¡Maldita televisión! Ha arruinado mi imaginación y mi habilidad para uuhhh, para ummm, bueno, eehhh, ya sabes…