Archivo diario: 20 febrero 2010

El mensaje misterioso (II)

Quien quiera recordar la primera parte debe pulsar aquí.

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–          ¡Sabes… , ya no aguanto más!. Me dijiste que era una cuestión de tiempo, o algo así. Que las circunstancias, y yo te apoyé desde el primer momento por mi amor hacia ti, te habían colocado en esta situación. En definitiva, que lo dejarías. Pero ella te subyace; te domina y, me doy cuenta, tú solo buscas determinado interés.

Las palabras de Gloria, por repetitivas en anteriores situaciones, tenían siempre la misma respuesta. Andrés Valdivia tenía, además del físico, el don del encantamiento verbal. Sus muchos años viviendo en la inmensa Argentina le habían otorgado un elegante vocabulario adornado con una melodía de voz, siempre adecuada, y una perfecta vocalización.

Se conocieron una vez que arribaron a Buenos Aires, en una de las escalas del crucero que Michelle y Gloria realizaban desde Europa. Las mujeres se quedaron prendidas de él, tanto así que desecharon la anularon todas las excursiones programadas salvo en las que él figuraba como guía turístico. Fueron tan solo tres días de escala pero vividos de forma intensa. Los detalles hacia Gloria eran sentidos por esta como besos de mariposa, sin faltar los halagos e insinuaciones cariñosas hacia Michelle.

Nada perdía él en el intento de una nueva aventura, por lo que no le sobrevino de sorpresa que, en la última tarde de estancia en Buenos Aires, pocas horas antes de zarpar Michelle y Gloria le comunicaran que habían conseguido un pasaje para él. Su respuesta fue sí, incluso casi antes que le formularan la pregunta.

El resto de los días del crucero, hasta su finalización en Miami, fue un continuo cortejo hacia ambas mujeres con resultados íntimos satisfactorios para todas las partes aunque, en el caso de Michelle, se podía decir que de forma más sugerente que práctica. Nada de ello incomodaba a Gloria, ni cuando estos eran evidentes a la vista de todos, pues sabía que las últimas horas de la noche hasta que el sol de nuevo despuntara, la superficie total de la cama de su camarote se encontraría ocupada por ambos cuerpos.

Andrés parecía haber encontrado el paraíso. Se encontraba colmado de placeres, que él correspondía y devolvía a su manera, pues en estos también estaban incluidos hasta los monetarios aunque, cierto es, que cuando recibió la propuesta de salida de Buenos Aires ya les indicó a ambas que se encontraba con lo puesto. Michelle cercenó esta nimiedad afrontando ella todas las solicitudes de Andrés, sin excepción. Desde Miami volaron a New York. Allí, Gloria debía de efectuar la inscripción en el tercer curso de la prestigiosa Escuela de Medicina del Monte Sinaí (MSSM).  Toda esa semana Gloria estuvo muy ocupada con los trámites de su nueva estancia, abandonaba el piso de estudiante de la Universidad para trasladarse a un apartamento cercano al campus, así como con el papeleo burocrático. Todo ese tiempo fue aprovechado por Andrés para situar a Michelle en el centro de sus atenciones, cada vez más insinuantes, y que Michelle no despreciaba sino que, todo lo contrario, empezaba a sugerir que fuesen a más.

La despedida fue significativa. Andrés, como uno más del trío familiar, se despidió de Gloria con un apasionado beso antes de adentrarse en las zonas de acceso a las puertas de embarque del Aeropuerto Kennedy. Traspasadas estas, junto con Michelle a quién llevaba agarrado de su mano, se besaron para a continuación iniciar con las manos un saludo de despedida, o algo así, hacia Gloria.

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JOSE MANUEL BELTRAN

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