Si todo está a mi favor, todo saldrá bien

Cuando Ricardo saltó el muro de concreto para regresar a la casa de su cuñado, no imaginaba que dejaría a su amigo Carlos en verdaderos apuros después de abrirle la puerta a Lucy sin saber que era ella quien tocaba la puerta minutos antes. De haberlo intuido no se hubiera ido tan rápido, pues conocía cuánto Carlos sufría por esa mujer y lo cuidadoso que era él con sus cosas antes de invitar a alguien a su casa. No es que Carlos tuviera cualidades especiales para hacer parecer a sus despintadas paredes las mejores y más pulcras del barrio, sino que vivía al garete y organizaba cuidadosamente un poco su nido antes de que fuera visitado por otra persona, más si era del sexo opuesto. «Cosas de viejo», le decía Ricardo, pero lo cierto es que, conociendo a Lucy, hasta él mismo era capaz de tenderle una alfombra roja con diamantes incrustados para que ella caminara por encima cual reina. Y no por gusto.

Carlos y Ricardo se conocían desde niños. Hicieron la escuela juntos, la secundaria y el pre universitario. A Carlos siempre le gustaron más las letras. A Ricardo, las ciencias. O dicho de otra manera, las mejores notas de ambos eran inversamente proporcionales: Si Carlos salía muy bien en una prueba de Literatura, entonces Ricardo estaba a punto de suspenderla y viceversa, Ricardo memorizaba con una facilidad espantosa fórmulas enteras de Química o de Matemáticas y Carlos nunca pudo llevarse muy bien con los números y el pensamiento abstracto. Esas diferencias fueron las causantes de la separación de los dos amigos cuando empezaron en la Universidad. En carreras diferentes en dos extremos opuestos de la ciudad, comenzaron a verse esporádicamente y la relación de amistad no llegó a enfriarse pero sí a ser mucho menos apasionada, pues ya no tenían el mismo tiempo ni las ganas de visitarse como antes.

En materia de amores tuvieron también sus diferencias, precisamente a causa de Lucy. O por Lucy, mejor dicho. Ella era amiga de la hermana de Ricardo, unos 15 años menor que él, pero físicamente era una mujer con todas las de la ley. El error fatal fue que Lucy los conociera a ambos el mismo día, uno en que estudiaba ella con Yusimí, la hermana de Ricardo, para una prueba de Física de la escuela. Ricardo se frotó las manos cuando la vió y se dijo para sus adentros «Si todo está a mi favor, todo saldrá bien. A esa hembra me la tengo que llevar yo en el jamo». Pero no, la hembra se vino a fijar en Carlos, que ni le había prestado casi atención cuando ambos entraron por la puerta comentando lo desbaratado que estaba el cacharro americano viejo del vecino y maquinando cómo convencerlo para que se lo vendiera a ellos y poder así ganarse unos pesos transportando turistas anonadados.

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Carlos hablaba y gesticulaba como un poseído, saboreando la idea de tener su propio carro, pero Ricardo le trataba de hacer ver que con los números no hay fallo posible: o tienes el dinero para comprarlo o no lo tienes y ellos más mataperros no podían ser. En la discusión de si pedir prestado o inventar alguna otra cosa para hacerse del dinero entraron a la casa donde estudiaban Lucy y Yusimí, perdiendo Ricardo el habla de pronto pero sin dejar de apurarse para ir al baño a orinar, pues ya lo necesitaba. Carlos volvió a la puerta de la casa para seguir mirando el carro americano de lejos y así quedó Lucy enamorada de él y del brazo tan varonil que apoyaba en el marco de la puerta.

Ricardo maduraba en el baño la idea de cómo acercarse a la amiga de su hermana y Lucy ponía a la Física en un segundo plano y pensaba algo como «Si todo está a mi favor, todo saldrá bien. Ese macho es mío«.

Próximo turno para: U – Pitufrapa – Activo

3 comentarios

Archivado bajo V - Aguaya

3 Respuestas a “Si todo está a mi favor, todo saldrá bien

  1. …y seguimos esperando. El pobre Carlos ya me da una pena…
    Es que me recuerda a mi mismo: siempre esperando, siempre con la confianza de, pero nunca con la acción.

    De todas formas el escrito confirma mi teoría, que no es mía sino bastante general, de que la mejor forma de ligarte a una mujer es no hacerla ni p. caso. ¿a que es cierto? (y eso forma parte del intrinciado universo femenino imposible de entender para mi pobre mente)
    En fi, seguiremos esperando a ver si Carlos…
    Yo me apunto a su club de fans
    ¡Carlos, Carlos, Carlos…!
    Confío que se haga verdad el refrán de que «el que la sigue la consigue»

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