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Las nuevas etapas traen nuevas oportunidades.

Sería algo nuevo, un cambio total, algo que quizá le vendría bien. Pero, no podía evitar pensar que aquello podría también ser algo desastroso. Puso su equipaje en el maletero del auto, pensó por un segundo lo que iba a hacer, pero todo estaba ya decidido, no había marcha atrás. Miró de nuevo su casa, en la que había disfrutado con él muchos encuentros eróticos, reñidos, románticos, desastrosos. Un sinfín de recuerdos le venía a la mente. –“Ya”- se dijo para sí misma. Se apresuró a subirse al coche y lo puso en marcha. ¿A dónde iría? No, no lo sabía, podría ser la playa, desde niña le había encantado el mar, de hecho siempre tuvo un sueño, el poder tener una hermosa casa a orillas del océano, ver las gaviotas planear el cielo y ella desde una terraza con un barandal blanco observarlas, escuchar las olas, ese ruido tan hermoso, tan único, tan relajante. Cada que iba a la playa no podía evitar preguntarse, ¿Qué hay detrás de tanta agua? Al otro lado. Obvio lo sabía, dependiendo del lugar donde fuese ya que había estudiado geografía y sabía muy bien donde se encontraban las orillas de los océanos. Pero aun así le gustaba pensar que el mar era infinito, embarcarse un día y no llegar a ningún lado.  Aunque mejor era quedarse en la orilla, sentir la arena en los pies descalzos. Ya lo había hecho un sinfín de veces, con Ricardo, de hecho su luna de miel había sido en un maravilloso lugar cerca del Caribe, donde se había entregado por vez primera al que recordaría como el amor de su vida. Lástima, ahora huía de él, si no la hubiera traicionado, si no le hubiera hecho eso, aun seguirían juntos amándose como aquel primer día.

Las lagrimas caían en su mejilla, con su mano derecha las retiró casi de inmediato. No debía llorar. ¿Para qué llorar por alguien que no te valora? No vale la pena. Manejaba tranquila, como si su automóvil fuera una capsula, de esas que veía en películas de ciencia ficción donde se transportaba la gente del futuro, selladas sin que nada ni nadie pudiera irrumpir en ese espacio, tan suyo. Su mente seguía viajando en los recuerdos. También muy de ella.

Lucía, esa mujer que ahora se encontraba al borde del colapso, la cual nunca pensó verse inmersa en ese dolor que ahora la carcomía por dentro, un día fue feliz. La felicidad era tal que imagino que duraría para siempre. Hacía apenas tres años que había contraído matrimonio con Ricardo, un hombre amable, pero a la vez muy serio, pero guapo y simpático mas con ella que con los demás. Eso le gustó de él, desde aquel día que se enamoró. Fue un día de lluvia, acababa de salir de la escuela de Geografía y esperaba el autobús  que la llevaría a su casa. Se había refugiado debajo de un anuncio luminoso para que las gotas no mojaran su uniforme, cuidaba mucho su presentación, pero como estaba a la orilla de la calle, un coche pasó por encima de un charco y la salpicó toda. Por suerte, el chofer era caballeroso y después que le pidió disculpas se ofreció a llevarla. Desde ahí, empezaron a salir. Ricardo, siempre fue cariñoso con ella y duraron de novios dos años, hasta que decidieron unir sus vidas para siempre. Enamorados, se les veía, con esa sonrisa de oreja a oreja, felices, ese día tan maravilloso en el que llegaron al altar. Los mejores años de su vida los pasó a su lado.

No recuerda exactamente, cuando empezó a distanciarse. Pero cuando lo haya hecho ella lo había notado, empezó a ser más frio, más agresivo y se perdieron el respeto. Aquella tarde había sido la última vez  que él le ponía una mano encima. ¿Por qué? Solo porque le pidió un vaso con agua y ella no lo escuchó. Pero antes el se servía lo que deseaba, no necesitaba de sus servicios. Además era su esposa no su criada. ¿Qué lo había hecho cambiar tanto? ¿La seguridad de que ella lo amaba demasiado? Eso sería quizá, muchas veces cuando uno se siente seguro de algo y piensa que lo tendrá siempre ni siquiera lo apreciamos. Podría ser que eso le sucedió a él. Pero que tonto, ¿Por qué mejor no aprovechar ese amor que sentía ella por él para amarse más que nunca? Muchas personas desean ser amadas como ella lo amaba. Con esa intensidad. Tal vez, se entrego demasiado, podría haberse puesto renuente alguna ocasión, o darle muestras de que no lo quería tanto. Pero ¿para qué fingir algo que no sientes? Siempre se decía para sí que no entendía el porqué de que muchas personas se hicieran sufrir si se amaban, eso de darse tiempos, eso de querer extrañar a la otra persona cuando la tienes en frente, ¿para qué querer alejarse para luego volver?

Sintió ganas por un momento de regresar, probablemente  se le hubiera pasado el coraje. Pero recapacitó. – “A lo mejor se estará diciendo en estos momentos que me arrepentiré, que como lo amo demasiado no seré capaz de dejarlo. No. Esta vez ya está decidido. Me iré para siempre. Será un nuevo comienzo, las nuevas etapas traen nuevas oportunidades.

Aceleró su marcha. Había ya manejado mucho, tenía cerca de cuatro horas de carretera. Miró a lo lejos un camino de terracería y pensó que tomar ese camino podría abrirle las puertas a su nueva vida. Giró a la derecha y se adentró en medio de un espeso bosque, la brecha era angosta pero su auto cabía a la perfección. Bajo el vidrio de su ventana y respiró el aire fresco. Olor a pino, a naturaleza. ¡Qué paz se respira aquí! Detuvo su auto un momento. Se bajó y empezó a caminar por debajo de los arboles, se recargó al pie de uno, fue tanto su relajamiento, el cansancio la venció y se quedó dormida.

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Refiéranse a ellas como algo casi único de los humanos.

Las mujeres, me es difícil, más bien imposible entenderlas. Claro, nunca me puesto a quebrarme la cabeza de cómo hacerle para poder entender si quiera algo de lo que ellas hacen o tratan de decir alguna vez. Más bien querer entender al sexo opuesto, aferrarse a las ideas de querer comprenderlas creo que son costumbres a las cuales refiéranse a ellas como algo casi único de los humanos.

Pues aquí estoy, parado frente a la cama donde está aún mi querida esposa, siento rabia, coraje que no puedo definir en palabras. ¿Cómo me pudo hacer esto a mí? Yo que he estado siempre con ella, en las buenas y en las malas. Las mujeres son injustas, uno se la pasa fregándose todo el día, para que ellas en la casa se la pasen acostándose con el del agua y eso nada mas por mencionar a uno, bueno, es porque la experiencia me acaba de decir.

 

-¿Por qué Petra? ¿Por qué? Tenias que apoyarme en mi problema, no dejarme solo. Aprovechaste lo que me pasa para acostarte con el primer idiota que llegó a la casa.

-No Elpidio, no es el primero.

 

Esa confesión me llenó de coraje, las lágrimas se me salían sin poder evitarlo, mi corazón latía a mil por hora, tomé sin pensar en más, aquella estatua que nos había servido tantas veces para atrancar la puerta mientras nos entregábamos al deseo carnal. Me lancé contra ella con toda la furia que tenia adentro y solo di un golpe, pero muy certero. La sangre empezó a brotar, me asusté, estaba en shock pero a los pocos segundos comprendí lo que había hecho. Ahí estaba, tan hermosa, así debió de estar siempre y ahora que la estoy mirando me parece un sueño. No puedo entender por qué pasan estas cosas, precisamente a mí. Las lágrimas se me salen de mis ojos, estoy frente al amor de mi vida, a la mujer de mis sueños y yo, soy un asesino, un maldito asesino que acabo de terminar con la felicidad no nada más mía, si no también la de mis hijos. ¿Qué les diré cuando lleguen de la escuela? Tengo que pensar que hacer antes de que ellos se den cuenta. Miro el reloj, faltan veinte minutos para las doce y ellos salen a las doce y media, tengo cincuenta minutos para desaparecer el cadáver de mi casa y limpiar todo. Basta de tanto llorar, lo que hice ya está hecho y por mas que me lamente no voy a arreglar nada. Me doy cuenta que estoy es lo mas inteligente que he pensado en todo este tiempo. Siempre me la he pasado lamentado y nunca he hecho nada para resolver mis problemas. OK, ahora es tiempo. Tal vez esto tenía que pasar.

 

La envolví en la sabana que tenia la cama, porque ya está manchada de sangre y pues para poder limpiar mas fácil. Ahora lo difícil será llevarla hasta la cochera sin que nadie se de cuenta y meterla en la parte de atrás de mi auto. Está media pesadita mi mujercita. Así como está, debió quedarse siempre, calladita, quietecita, sin decir ni una palabra. Bueno, no todo el tiempo, porque cuando hacíamos el amor me encantaba que gritara: “Así Elpi, Así, dale mas duro, métela toda”. Las lágrimas corren por mi mejilla. Apenas la puedo cargar. Me tambaleo un poco, pero aquí vengo cargándola. Llego a la cochera, mi auto está esperando. Me busco en las bolsas, “Maldita sea” se me han olvidado las llaves arriba. Bien, respira profundo Elpidio, nada pasa, ella no se moverá de aquí, ve por las llaves y vuelve pronto. Subo corriendo las escaleras, en un escalón hay un manchón de sangre y lo piso, casi me caigo pero me sostenía muy fuerte en ese momento del pasamanos. Así que me reincorporé fácilmente. Busco en la sala y las llaves no están, me lleva la fregada, ¿Dónde estarán mis llaves? Ya recordé, están pegadas en el auto, aquí vengo de nuevo para la cochera.

 

Aun no he pensando ni que haré con ella. En alguna ocasión miré una película donde el personaje principal mató a su esposa y se la llevó tirar a un río lejos de ahí, pero el fantasma de ella lo perseguía durante todo el camino. Yo no quiero eso. Claro que eso no me pasará porque los fantasmas no existen y pues yo ya estoy mayorcito como para andarme asustando por tonterías. Tomo las llaves que tenía puestas ya el auto, ahora que recuerdo, ahí las dejé, cuando llegué. Abro la parte de atrás y a como puedo meto a mi hermosa mujer. Que se queda adentro como un angelito.

 

 

Voy por el boulevard, malditos coches, no se apresuran, ese semáforo es eterno, tiene como una hora  en rojo. Nunca pensé atreverme a matar a alguien, mucho menos a mi mujer. ¿No la pude haber perdonado mejor? Haber hablado sobre el tema, llegar a aun acuerdo. Ya no tiene remedio lo se. Se que el “hubiera” no existe, pero me hubiera en cantado que ella me hubiera entendido. Son tantos hubieras que no pueden ser. Ahora tengo que ver como salgo de esta y todo lo que tengo que inventar para que nadie se de cuenta. Creo que primero que nada tengo que decir que ella me abandonó. Yo se que siempre tengo que echarle la culpa a ella, hasta muerta, pero no me queda de otra. Aparte mis padres llegan hoy en la tarde. Así que tengo que inventar una coartada algo que me de la razón a mi. Maldito semáforo, acaba de cambiar así que aquí voy. Son las doce y cinco. Tendré que ir por los niños primero, antes de saber que hacer con ella.

 

Llegué a punto de que salieran los niños de la escuela, se les hizo raro ver que yo iba por ellos, en lugar de su mamá, así que me preguntaron donde estaba ella. Tuve que decirles que se fue de viaje, a lo cual ellos reaccionaron de una manera sorprendente, se pusieron muy contentos y yo pensando que se pondrían a hacer berrinches porque no los llevó de viaje. Pero bueno, esa es una ventaja para mí porque así no la extrañaran tanto. Le voy a llamar a mi compadre Chencho para pedirle de favor que si puedo dejar a los niños en su casa un momento.

 

Casi en cuanto le colgué a mi compadre entró la llamada de mi apá. Dice que ya está en la Terminal de autobuses. Ahora si, no se que hacer de nuevo, tengo que deshacerme del cuerpo, ir a mi casa, limpiar todo y  aparte tengo que ir a dejar a los niños con mi comadre, para después ir por mis papás a la Terminal. Si todo está a mi favor, todo saldrá bien.

PRÓXIMO TURNO: V – Aguaya – Activo

 

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