Michelangelo, Eve and the identity of women
POR -UNSINAGAWA-
Anoche, Ana y yo, salimos a cenar algo. Nunca importò el lugar –al menos hasta ahora–, no aspiro, a la Nou Crepè que me dicen es de lo mejor, sino màs bien a un lugar insonoro, plàcido, a dònde escapar para comer pescado rojo, aluvìas, pan con ajo y mirar –irremediables– tus ojos a travès de la calidez del tinto merlot.
No pertenezco a la lluvia pero anoche escampò un cielo vìrgen: tomè mi làpiz y tracè dos lìneas. Eran las nueve menos cinco y yo insistìa en mi moleskine:
No pertenezco a la lluvia
pero no quiero tener duda dònde queda tu boca
para bajar mi frente a tu cuello hùmedo
y besar tus labios transparentes
sentirte Dios, sol, montaña en celo.
La gota que se cree trigo,
el trigo que se cree ola.
Lo sè, el quicio de una puerta es una irrefutable certeza. La bòveda de entrada es alta y luminosa, los ladrillos destilan su cereza marròn còmo si se tratara de una vìa làctea. No hay esquina que no la penetre. La mesa es un campo de futbol, sus asimetrìas son exactas, una cuchara, un cuchillo y un tenedor, y asì de nuevo. Me sumergo en el estrambòtico sonido de las copas que celebran, y no sè cuànto tiempo ha pasado sin descubrir aquella esquina: no preguntè el tìtulo esperarè al Louvre o a dònde sea para saber quièn es su autor.
En este lugar se cuecen habas. Por eso escampò y escamparà de nuevo. Las gotas de agua penetran las baldosas, y me parece como una violaciòn. La sobremesa es màs larga de lo habitual, por eso tomè prestados cuarenta campos: la belleza de todo, es decir, la noche, el cuchillo, la servilleta, para hacer màs feliz la velada. No mencionarè de nuevo que no pertenezco a la lluvia, porque me mezcla y me diluye, soy ella y eres ella.
El lienzo huye de mis ojos pero los tuyos aùn permancen ahì. Abràzame. Pièrdete, con tus mùltiples pliegues de estrella marina.
Me gusta pensarte desnuda: trayèndome, atàndome a las horas lìvidas.
Proximo turno: T – Carolinagromani – Activo