Archivo mensual: mayo 2011

El cansancio la venció

El cansancio la venció y se quedó dormida. Por sus mejillas todavía resbalaban algunas lágrimas. Estaba encogida, abrazándose a sí misma, intentando darse ese cariño, ese amor que tan esquivo a su destino parecía.

A las tres de la mañana se despertó, como cada noche, cuando sintió que él la movía para ponerla boca abajo en la cama. Sin besos, sin caricias, sin tan siquiera palabras, sus manos la desnudaron de cintura para abajo y la utilizó para saciar una mera necesidad física. Ella aguantó el dolor, sin decir nada, deseando que todo terminase lo más rápido posible, como por suerte sucedió… era parte de la rutina. Ese dolor físico era parte de la rutina. Ese dolor en su alma era parte de la rutina. Después, él se dormía, satisfecho. Después, ella lloraba, en silencio, hasta que el cansancio la vencía. Era parte de la rutina.

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Las nuevas etapas traen nuevas oportunidades.

Sería algo nuevo, un cambio total, algo que quizá le vendría bien. Pero, no podía evitar pensar que aquello podría también ser algo desastroso. Puso su equipaje en el maletero del auto, pensó por un segundo lo que iba a hacer, pero todo estaba ya decidido, no había marcha atrás. Miró de nuevo su casa, en la que había disfrutado con él muchos encuentros eróticos, reñidos, románticos, desastrosos. Un sinfín de recuerdos le venía a la mente. –“Ya”- se dijo para sí misma. Se apresuró a subirse al coche y lo puso en marcha. ¿A dónde iría? No, no lo sabía, podría ser la playa, desde niña le había encantado el mar, de hecho siempre tuvo un sueño, el poder tener una hermosa casa a orillas del océano, ver las gaviotas planear el cielo y ella desde una terraza con un barandal blanco observarlas, escuchar las olas, ese ruido tan hermoso, tan único, tan relajante. Cada que iba a la playa no podía evitar preguntarse, ¿Qué hay detrás de tanta agua? Al otro lado. Obvio lo sabía, dependiendo del lugar donde fuese ya que había estudiado geografía y sabía muy bien donde se encontraban las orillas de los océanos. Pero aun así le gustaba pensar que el mar era infinito, embarcarse un día y no llegar a ningún lado.  Aunque mejor era quedarse en la orilla, sentir la arena en los pies descalzos. Ya lo había hecho un sinfín de veces, con Ricardo, de hecho su luna de miel había sido en un maravilloso lugar cerca del Caribe, donde se había entregado por vez primera al que recordaría como el amor de su vida. Lástima, ahora huía de él, si no la hubiera traicionado, si no le hubiera hecho eso, aun seguirían juntos amándose como aquel primer día.

Las lagrimas caían en su mejilla, con su mano derecha las retiró casi de inmediato. No debía llorar. ¿Para qué llorar por alguien que no te valora? No vale la pena. Manejaba tranquila, como si su automóvil fuera una capsula, de esas que veía en películas de ciencia ficción donde se transportaba la gente del futuro, selladas sin que nada ni nadie pudiera irrumpir en ese espacio, tan suyo. Su mente seguía viajando en los recuerdos. También muy de ella.

Lucía, esa mujer que ahora se encontraba al borde del colapso, la cual nunca pensó verse inmersa en ese dolor que ahora la carcomía por dentro, un día fue feliz. La felicidad era tal que imagino que duraría para siempre. Hacía apenas tres años que había contraído matrimonio con Ricardo, un hombre amable, pero a la vez muy serio, pero guapo y simpático mas con ella que con los demás. Eso le gustó de él, desde aquel día que se enamoró. Fue un día de lluvia, acababa de salir de la escuela de Geografía y esperaba el autobús  que la llevaría a su casa. Se había refugiado debajo de un anuncio luminoso para que las gotas no mojaran su uniforme, cuidaba mucho su presentación, pero como estaba a la orilla de la calle, un coche pasó por encima de un charco y la salpicó toda. Por suerte, el chofer era caballeroso y después que le pidió disculpas se ofreció a llevarla. Desde ahí, empezaron a salir. Ricardo, siempre fue cariñoso con ella y duraron de novios dos años, hasta que decidieron unir sus vidas para siempre. Enamorados, se les veía, con esa sonrisa de oreja a oreja, felices, ese día tan maravilloso en el que llegaron al altar. Los mejores años de su vida los pasó a su lado.

No recuerda exactamente, cuando empezó a distanciarse. Pero cuando lo haya hecho ella lo había notado, empezó a ser más frio, más agresivo y se perdieron el respeto. Aquella tarde había sido la última vez  que él le ponía una mano encima. ¿Por qué? Solo porque le pidió un vaso con agua y ella no lo escuchó. Pero antes el se servía lo que deseaba, no necesitaba de sus servicios. Además era su esposa no su criada. ¿Qué lo había hecho cambiar tanto? ¿La seguridad de que ella lo amaba demasiado? Eso sería quizá, muchas veces cuando uno se siente seguro de algo y piensa que lo tendrá siempre ni siquiera lo apreciamos. Podría ser que eso le sucedió a él. Pero que tonto, ¿Por qué mejor no aprovechar ese amor que sentía ella por él para amarse más que nunca? Muchas personas desean ser amadas como ella lo amaba. Con esa intensidad. Tal vez, se entrego demasiado, podría haberse puesto renuente alguna ocasión, o darle muestras de que no lo quería tanto. Pero ¿para qué fingir algo que no sientes? Siempre se decía para sí que no entendía el porqué de que muchas personas se hicieran sufrir si se amaban, eso de darse tiempos, eso de querer extrañar a la otra persona cuando la tienes en frente, ¿para qué querer alejarse para luego volver?

Sintió ganas por un momento de regresar, probablemente  se le hubiera pasado el coraje. Pero recapacitó. – “A lo mejor se estará diciendo en estos momentos que me arrepentiré, que como lo amo demasiado no seré capaz de dejarlo. No. Esta vez ya está decidido. Me iré para siempre. Será un nuevo comienzo, las nuevas etapas traen nuevas oportunidades.

Aceleró su marcha. Había ya manejado mucho, tenía cerca de cuatro horas de carretera. Miró a lo lejos un camino de terracería y pensó que tomar ese camino podría abrirle las puertas a su nueva vida. Giró a la derecha y se adentró en medio de un espeso bosque, la brecha era angosta pero su auto cabía a la perfección. Bajo el vidrio de su ventana y respiró el aire fresco. Olor a pino, a naturaleza. ¡Qué paz se respira aquí! Detuvo su auto un momento. Se bajó y empezó a caminar por debajo de los arboles, se recargó al pie de uno, fue tanto su relajamiento, el cansancio la venció y se quedó dormida.

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De nuevo por aquí…

 Bien, que solo luce esto, el silencio es inquietante. Desde hace casi un año este maravilloso blog no tiene una entrada nueva. Pero veo con mucho entusiasmo que las visitas siguen, que a las personas que les gusta la buena lectura nos dejan sus comentarios alabando cada una de las maravillosas entradas. Esto me motiva.

Mi nombre es Cuauhtémoc y un día me tocó la suerte de poder pertenecer a un equipo de escritores maravilloso y entusiasta, el cual poco a poco con su ingenio y dedicación fue llenando este blog. Hoy regreso, después mucho tiempo de ausencia, para toparme con que esto está abandonado. Compañeros: ¡Regresen por favor! el publico los aclama. Los necesita. Las ideas fluyen en sus mentes eso lo se, así que tenemos mucho que dar todavía.

Me atreví pedir autorización a Sito para poder empezar de nuevo a publicar  y él, muy amablemente  me abrió las puertas de este blog, que si bien es cierto ya es de todos, de los que escribimos alguna vez aquí y de todos nuestros lectores.

 Sí, gracias a ustedes que han leído cada uno de los post aquí publicados, porque ustedes nos dan la fuerza para seguir cosechando ideas.

Ahora aquí está la invitación, aquí está el primer post después de las larguísimas vacaciones que se tomó el blogguercedario para continuar. He aquí me he tomado la libertad de escribirlo, con la finalidad de invitarlos a que sigan visitando, a que sigan leyendo, porque aquí siempre habrá alguien que esté escribiendo.

Y bueno, como introducción y primer post creo que ya es algo, así que aquí les dejare mi ultima frase, espero que haya alguien que la siga y publique un nuevo post con esa frase, si no es así estaré visitando y claro si no hay nadie mas que publique, lo haré, pero obvio que me encantaría que alguien mas estuviera por aquí ya. Porque las nuevas etapas traen nuevas oportunidades.

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