Archivo diario: 14 noviembre 2009

Tajante convicción.

Esta vez no fue necesario que el despertador cumpliese con su función diaria, esa que inexorablemente salvo por fallo lógico del artilugio, da pauta a una sucesión de rutinas para, en demasiadas ocasiones, provocar aburrimiento. Como de costumbre, la persiana no había efectuado su total recorrido y dejaba que los rayos del sol fuesen calentando el lecho, nunca de forma tan extrema a como los dos cuerpos que sobre él yacían lo habían hecho durante buena parte de la noche.

Adrianne, con sumo cuidado, deslizó su desnudo cuerpo sobre la sábana de seda y se fue directamente a la ducha aunque antes, sin poder resistir la tentación, depositó suavemente un beso sobre su mejilla. – “Te quiero amor y no sabes lo feliz que me haces”. Apresuradamente, pues ya se le hacía tarde, se aplicó la crema suavizante incidiendo más en las piernas y, sin hacer apenas ruido, se puso su vestido más femenino. Antes de salir dejó una nota sobre la mesilla de su acompañante. “Nos vemos en el Juzgado. Me siento exultante ya tan solo por poder compartirte”.

Minutos antes de las once del mediodía, la puerta de la secretaria del Juzgado se abrió para anunciar sus nombres. Con evidente nerviosismo se adentraron en la nada lujosa estancia acomodándose en unas envejecidas sillas. La secretaria revisó toda la documentación en la que se incluían todo tipo de informes y de dictámenes. Los desordenó y volvió a ordenarlos sabedora de cómo a su señoría le gustaría encontrárselos. Tras unas simples preguntas, que no hicieron más que corroborar lo ya escrito, les indicó que volviesen media hora pasado el mediodía pues el juez había avisado de su retraso.

Salieron con sus manos unidas y entrecruzados los dedos. Ya en el exterior, con un sol radiante poco usual en París y ante la mirada atónita de muchas de las personas que por allí pululaban, sus labios se fundieron en tan apasionado beso que, por largo e intenso, parecía anunciar el inicio del acto sexual. Abrazos y multitud de gestos que llegaron a causar comentarios despectivos de los transeúntes aún cuando otros se mostraban indiferentes. Cierto es que esta vez lo era de forma más efusiva pero ese era su comportamiento normal en la calle, al igual que lo hacían buena parte del resto de las parejas.

Sin darse cuenta del tiempo transcurrido, de nuevo, se vieron en la sala del juzgado pero ahora ante el magistrado Guirod, cuestión que no les agradó en absoluto pues ya conocían de sus ideales. El juez, de forma parsimoniosa, repasó todo el expediente sin encontrar ningún “fallo técnico” según sus palabras y remarcando además, como muy positivo, la madurez de su decisión. Les indicó que la reglamentación les amparaba “en parte”, enfatizando el apostillado de la frase y que, a pesar de su convicción personal en contra de lo que pretendían, su fallo sería favorable siempre y cuando firmasen un documento en el que confirmasen que no se encontraban bajo la relación y conducta ….. Antes que el magistrado pudiese acabar la frase, Adrianne, haciendo uso de su dulce voz pero con una firmeza avalada por el beso de Camile, le contestó: – En absoluto, magistrado Guirod. Camile y yo nos queremos, hacemos vida en pareja desde hace once años y bajo ningún concepto renegaremos de nuestra libre homosexualidad y es por ello           que, aunque nosotras queríamos que hoy no fuese un día cualquiera de nuestra vida, usted por inducción y el Presidente de la República representado aquí por el fiscal, no conseguirán que renunciemos a ello máxime cuando de lo que se trata es de volcar nuestro amor en el hijo que pretendemos adoptar.

JOSE MANUEL BELTRAN

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