-Estaremos muertos, pero eso no quiere decir que no sintamos nada – protestó el elfo – y yo amo a esa muchacha.
– Es muy joven – replicó su mentor humano – aún, para vincularla a nosotros. Espera unos años. Total para ti no significa nada.
– Durante años he traído a otras «Milinas», descendientes de aquella por la que realmente sentí algo…
– Eso es lo que no acabo de entender – le interrumpió su mentor –. Tú, que traicionaste sin dudarlo a tus compañeros de aventura, sin embargo estás obsesionado con una humana… muerta hace siglos.
– Es algo más que obsesión, Vlad, es amor…
– Pero en nuestra situación no debería importarte – le replicó Vlad – lo más mínimo. ¡Y más siendo como eres elfo! Incluso, como mortal, tu raza no siente, normalmente, más que desprecio por los humanos… Cuanto más en nuestra actual condición.
– En general admito que es así.
– Pero no con ella.
– No. Ella es idéntica a la original, a la que asesine.
– No sea tan melodramático. No se asesina a una oveja o una vaca… y para nosotros no son más que ganado… o en el mejor de los casos una posible incorporación a nuestro grupo, pues recuérdalo, Nathan: los vampiros no podemos tener descendencia porque estamos muertos.
-Estaremos muertos, pero eso no quiere decir que no sintamos nada – repitió Nathanael – y correspondemos a lo que se siente por nosotros. Durante siglos he captado temor, odio, miedo y envidia en aquellos que nos sirven, pero nunca un sentimiento benigno hacia nosotros…
– Y ¿Quién lo necesita?
– Y durante mi locura capté muchos sentimientos de desprecio y suficiencia, mezclados con odio y temor. Sólo ella tuvo sentimientos de ternura hacia mí.
– Le causabas lastima – despreció Vlad.
– Puede – aceptó el elfo – pero no la manifestaba como tal, sino como afecto, un tanto maternal.
– Por eso te enamoraste de ella.
– Sí. Y por eso quiero recuperarla en esta muchacha… antes que su familia la pervierta contra mí. Pero para llevarla a la Isla necesito que la trasformes, pues si el maestro viene y no lo está…
– No hace falta que venga ¡Yo tampoco te dejaría llevarla al santuario son vincular!
– ¿Lo harás?
– Sí- Lo haré… pero tú lo sufrirás cuando muera, aunque sea dentro de cuarenta años.
– Para eso falta mucho.
– No tanto… cuando ya no puedes morir.
—————————————————————————————————————–
PD: Este texto será, casi con toda seguridad el último en una larga temporada, ya que motivos familiares me van a impedir durante unos meses seguir colaborando con vosotros.
Con la esperanza de poder volver a ello me despido con un hasta luego.
José V. Bau. (Lustorgan)