Hoy cedo mi turno a Carmela Díaz, amiga de una amiga mía que ha escrito un texto delicioso y que me honra compartir:
«Escribiendo de sexo con el corazón»
Desconozco el momento exacto de la Historia – puedo intuirlo, como todos, pero no estaba allí para corroborarlo – en que algunos iluminados intentaron convertir en tabú el sexo, en algo prohibido y pecaminoso. Si hasta la Biblia en el Cantar de los Cantares proclama: “El amor divino se consigue a partir del amor carnal”.
Compadezco a los que en pleno siglo XXI autocensuran su cuerpo y tienen dudas respecto a la naturalidad y necesidad de disfrutar de una sexualidad plena. No concibo el sexo como obligación o rutina, sino como deseo ilimitado, admiración infinita, pasión arrolladora, química inexplicable, atracción de alto voltaje y enorme complicidad, dejando fluir el lenguaje de la piel y la expresividad del erotismo. Historias de tremenda entrega, intensidad hiriente, frenesí, risas continuas, cariño sincero, locuras, noches en vela, encuentros desenfrenados, devoción, admiración mutua, recuerdos inolvidables, besos hipnóticos…
Hartarse de hacer el amor con caricias delicadas, miradas pícaras, profundas, seductoras, mezcla de ternura y deseo a partes iguales. Reposar agotados con las bocas pegadas de tanto besarse, cara con cara. Abrazos irresistibles que te inmovilizan pero no te asfixian, te protegen. Piernas entrelazadas para dormir más enredados.
Buscarse en mitad de la noche para disfrutar la agradable sensación de que el cielo espera otra vez con el mismo arte, esmero y entrega hasta el amanecer. Convertir el silencio en la mejor de las palabras, la más bella e intensa.
Disfrutar de emociones grabadas a fuego sobre la piel con una pasión desbordante por más años que transcurren – el deseo puro no entiende de plazos – Desatender la razón y no alcanzar a establecer un mínimo grado de coherencia en la intimidad. Sentir millones de deliciosas mariposas dando pataditas puñeteras en la boca del estómago ante la anatomía que nos hace perder la cabeza.
Son momentos únicos que te hacen ganar confianza, crecer como mujer, que descubren facetas de tu personalidad que habían estado aletargadas, experiencias vitales que desconocías que existían, que te permiten coleccionar recuerdos inmensos para siempre. Sentirte auténtica, espontánea, libre en cada momento compartido. Desnudar el espíritu, ser capaz de mostrar sin pudor todas tus caras: la que te da vergüenza, la que pensabas que quedaría oculta, la más salvaje, sensual, atrevida, caliente, morbosa, pero también la más cariñosa, desinteresada, generosa, sumisa, tierna. No hay que convertir en costumbre al amante que nos regala plenitud, debemos cuidarle como el mejor de los privilegios. Por encima de dudas, habladurías, hipocresía y doble moral, derrochemos valentía y coraje para disfrutar de la verdadera esencia de la vida y de uno mismo.
¿Aún alguien se atreve a insinuar que estas fascinantes sensaciones son malignas? Desgraciadamente por motivos sociales, culturales, religiosos o educacionales todavía hay millones de mujeres que conviven con una sexualidad vetada, con un cuerpo negado a su completo conocimiento y disfrute.
PD. Dedicado a quien pulió el diamante, domó a la fierecilla, transformó a Cenicienta en princesa y convirtió fantasías en realidad.