Archivo diario: 23 octubre 2009

Bad girls…

Cuando te miras al espejo un viernes a la 7 de la mañana y tienes que lidiar nada más levantarte con las arrugas y el peso propios de los cuarenta y de la semana entera lo que menos se te viene a la cabeza es reconvertirte a ti misma en una mujer atractiva y apetecible a los ojos de otros.
A medida que las horas van pasando vas dejando atrás las obligaciones del día, y llegada la noche te transformas de madre y padre, profesional, hija y amiga  a simplemente una mujer cuyo único objetivo en la vida fuera sobrevivir a la madrugada cogida de la cintura por alguna sonrisa, extraña tal vez, o tal vez conocida con la que amanecer de nuevo a la rutina.
Tacones de aguja y esos tejanos que todavía te caben y que siempre te hicieron un culo bastante respetable, un escote que deje entrever de un modo no demasiado evidente lo que buscas o simplemente necesitas, el pelo suelto y los labios adornados con un número 57, el rojo del anuncio de la chica que todos se vuelven a mirar cuando entra en el bar…Y entras…Y todos se vuelven a mirar…Y empieza el juego …Miradas y copas que se derraman como apuestas sobre la barra y proposiciones del todo deshonestas que se te resbalan por el cuello de la camiseta…
Barajas las cartas y juegas, bebes, ríes y bailas hasta alcanzar tu meta, y te dejas llevar a donde sólo el viernes noche puede llevarte, a donde te olvidas por unas horas de quien eres y cuantísimas responsabilidades tienes, a donde sólo mandan tus caderas y el deseo que guardas en ellas y que te lleva  a perderte hasta el amanecer…
 
Cuando te miras al espejo a la mañana siguiente tienes aun peor aspecto que la anterior pero no puedes evitar sonreirte a ti misma descubriéndote como una mujer de cuarenta y con todo el peso y las arrugas propios de tu edad pero una mujer plena que una vez mas ha superado el reto de acabar la semana sintiéndose, no sólo madre, padre, profesional, hija y amiga, si no también mujer.
εïз

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Acostada en mi cama…

Estoy acostada en mi cama y por la ventana puedo ver el cielo azul.

Mi mente suele navegar por el pasado, por aquellos días felices que han quedado atrás y que son ya tan lejanos, tanto que a veces me pregunto si alguna vez existieron.

Hay un día, un día en particular, que marcó un antes y un después en mi vida; un antes y un después tan diferentes como diferentes pueden ser el cielo y el infierno.

Aquel día me levanté feliz, pues mi boda ya estaba a la vuelta de la esquina. Me fuí a trabajar caminando, como siempre, pues mi trabajo no quedaba demasiado lejos de casa. Había una espesa niebla, pero no se me pasó por la cabeza que aquello pudiese resultar peligroso para mi. Era una carretera estrecha, llena de curvas, que discurría por medio de montes y campos… y aquel coche no me vió. Arrasó conmigo…

Quedé sumida en un coma profundo del que mi madre y mi novio rezaban que despertase. Deseaban que yo no muriese. Y desperté, desperté para encontrarme «atada» a una cama, desperté para encontrarme con que ni tan siquiera podía hablar… Mi mandíbula necesitaba de diversas operaciones para poder balbucear algún sonido. Yo estaba totalmente rota y por mucho que intentasen hacer por mi siempre sería demasiado poco.

El tiempo poco a poco fue borrando cada huella de aquel pasado feliz, llevándose a aquellos que habían formado parte de él, para que continuasen con sus vidas, mientras yo me quedaba parada en la mía. Mi novio, mi adorado novio, no tardó mucho en rehacer su vida con otra mujer. Mis amigas al principio me visitaban a menudo, después esas visitas se fueron espaciando en el tiempo… A veces pienso que venir a visitarme las hacía sentirse mal, quizá culpables por su fortuna y mi falta de ella…

La única que permanece fiel, mi madre. Su sonrisa. Su cariño. Ya han pasado 20 años, 20 años que pesan sobre sus hombros… Veinte años de atenderme contínuamente sin perder nunca la sonrisa. Su dedicación es completa. Quizá yo soy su reto. Yo no dejo de preguntarme qué será de mi el día que ella falte… Me gustaría ser yo la primera en abandonar este mundo, pero por mi misma no puedo quitarme la vida… esta dichosa inmovilidad me lo impide.

Quizá mi reto sea encontrar la forma de suicidarme, teniendo en cuenta que no puedo moverme y por poder ni tan siquiera puedo expresarme, apenas algún que otro balbuceo que la mayoría de las veces entienden mal.

Estoy acostada en mi cama y por la ventana puedo ver el cielo azul…

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