Dicen en el barrio que en sus tiempos era toda desparpajo y alegría, que por donde pasaba olía a flores, que era tan bella que despertaba envidias, que derrochaba simpatia y maneras y que en las distancias cortas contagiaba la alegría de vivir enamorada de un amor, que en sus idas y venidas, propias de un viajante de esos tiempos le robaba la vida.
Dicen que en sus ausencias cada tarde peregrinaba a la estación de correos con una carta, que pegada al pecho con sus manos pequeñas custodiaba como un tesoro secreto, hasta enviar a suponen que el galán, y que cada mañana asomada a la ventana cuajada de claveles esperaba ver llegar al cartero con la dosis de amor empapelado.
Cada cierto tiempo dicen que iba a la estación de trenes, y sentada esperaba durante horas el tren que traía de vuelta a aquel apuesto caballero, moreno, bien plantado, siempre bien trajeado y bien dispuesto, y que desde la misma vía del tren hasta la casa, iba agarrada de su brazo, y de su brazo volvía a la mañana o tarde siguiente a devolverlo a la estación y al tren de la desdicha de verlo agitando el pañuelo por la ventanilla.
Un día el tren programado volvió y el galán no bajó la escalerilla…Dicen que desde entonces hasta ahora no se ha movido de la estación y que allí hace su vida, que se asea en los servícios públicos, que los del pueblo le llevan ropas y comida, que no acepta dinero, pero agradece un rato de conversación acerca de nada importante con una sonrisa, y que como un ritual cada tarde se acicala cuando llega la hora convenida en que se supone que el tren de su amor está al llegar, y que se sienta a esperarlo con ilusión renovada cada día.
Dicen las malas lenguas que el viajante llevaba doble vida, que era casado y con hijos, y ella no lo sabía…Dicen que la engañó hasta que se cansó de ella, y otros que lo destinaron a otra ruta y rehizo sin ella su vida…Dicen lo que quieren y me han convertido en una de esas leyendas urbanas que son la comidilla de vecindonas aburridas que nunca han conocido del amor sus maravillas.
Nadie sabe de aquella tarde oscura que me llegó tu carta de la despedida, de cuando me contaste que enfermaste y que te sentías peor cada día, y que era mejor despedirnos para siempre, y que rehiciera mi vida.
No me importa lo que la gente hable, o haberme convertido en una leyenda, ni ser motivo en el pueblo de burla o risas, te sigo esperando cada tarde aunque sé que no volverás nunca, porque no soporto volver a mi casa vacía donde me espera la carta con tu despedida.
εïз
Madre mía…Qué tristeza!!!…jajajajaja…Lo siento chicos, pero es lo que me ha salido con la frasesita de la semana, ( dices que fuiste tú quién la puso, Sonvak?….jejejeje…ains…). Siento de veras lo triste del relato pero es lo que salió, que conste que no estoy triste para nada y que cualquier parecido con la realidad de este texto inventado es pura coincidencia. 😉