Archivo diario: 16 octubre 2009

Dicen…

Dicen en el barrio que en sus tiempos era toda desparpajo y alegría, que por donde pasaba olía a flores, que era tan bella que despertaba envidias, que derrochaba simpatia y maneras y que en las distancias cortas contagiaba la alegría de vivir enamorada de un amor, que en sus idas y venidas, propias de un viajante de esos tiempos le robaba la vida.
Dicen que en sus ausencias cada tarde peregrinaba a la estación de correos con una carta, que pegada al pecho con sus manos pequeñas custodiaba como un tesoro secreto, hasta enviar a suponen que el galán, y que cada mañana asomada a la ventana cuajada de claveles esperaba ver llegar al cartero con la dosis de amor empapelado.
Cada cierto tiempo dicen que iba a la estación de trenes, y sentada esperaba durante horas el tren que traía de vuelta a aquel apuesto caballero, moreno, bien plantado, siempre bien trajeado y bien dispuesto, y que desde la misma vía del tren hasta la casa, iba agarrada de su brazo, y de su brazo volvía a la mañana o tarde siguiente a devolverlo a la estación y al tren de la desdicha de verlo agitando el pañuelo por la ventanilla.

Un día el tren programado volvió y el galán no bajó la escalerilla…Dicen que desde entonces hasta ahora no se ha movido de la estación y que allí hace su vida, que se asea en los servícios públicos, que los del pueblo le llevan ropas y comida, que no acepta dinero, pero agradece un rato de conversación acerca de nada importante con una sonrisa, y que como un ritual cada tarde se acicala cuando llega la hora convenida en que se supone que el tren de su amor está al llegar, y que se sienta a esperarlo con ilusión renovada cada día.

Dicen las malas lenguas que el viajante llevaba doble vida, que era casado y con hijos, y ella no lo sabía…Dicen que la engañó hasta que se cansó de ella, y otros que lo destinaron a otra ruta y rehizo sin ella su vida…Dicen lo que quieren y me han convertido en una de esas leyendas urbanas que son la comidilla de vecindonas aburridas que nunca han conocido del amor sus maravillas.
Nadie sabe de aquella tarde oscura que me llegó tu carta de la despedida, de cuando me contaste que enfermaste y que te sentías peor cada día, y que era mejor despedirnos para siempre, y que rehiciera mi vida.

No me importa lo que la gente hable, o haberme convertido en una leyenda, ni ser motivo en el pueblo de burla o risas, te sigo esperando cada tarde aunque sé que no volverás nunca, porque no soporto volver a mi casa vacía donde me espera la carta con tu despedida.

 

εïз

 

Madre mía…Qué tristeza!!!…jajajajaja…Lo siento chicos, pero es lo que me ha salido con la frasesita de la semana, ( dices que fuiste tú quién la puso, Sonvak?….jejejeje…ains…). Siento de veras lo triste del relato pero es lo que salió, que conste que no estoy triste para nada y que cualquier parecido con la realidad de este texto inventado es pura coincidencia. 😉

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Un ángel protector…

ángelSIP

Era un día como cualquier otro. Yo apenas tenía 10 años. Nunca antes había ido a la casa de Tomasa, pero mi madre no daba a basto y me pidió que fuese hasta allí a comprar una docena de huevos.

Esa era la forma en que Tomasa se ganaba la vida, vendiendo huevos caseros. Vivía a poca distancia de nuestra casa y yo la conocía a ella y a su hijo, Tomás, de verlos pasar de vez en cuando por aquella calle que apenas conocía de tráfico rodado.

Y me fuí hasta allí, feliz de poder ayudar a mi madre.

Llegué hasta la casa, solitaria en aquella parte del camino que llevaba a ella, y llamé a la puerta. Me abrió Tomás. Yo tenía miedo de Tomás y no sabía exactamente el por qué. Que yo supiera nunca había hecho nada malo. Tomás era algo retrasado y a pesar de tener ya 28 años era como un niño y con ellos le gustaba jugar. Yo sentía que él me miraba de una forma diferente y de ahí nacía mi temor.

Al verlo a él en la puerta me sobresalté, pues esperaba que la que abriese fuese su madre, esa mujer encantadora que siempre me saludaba con una sonrisa y alguna palabra bonita.

-¿Está tu madre?

Él parecía sorprendido y contento de verme, y respondió:

-Sí, pasa que ahora la aviso.

Entré y me encontré en el interior de una cocina acojedora donde flotaba un delicioso olor. A mis espaldas oía como Tomás cerraba la puerta.

-La verdad es que mi madre no está -yo me volví cuando le oí decir tales palabras- pero volverá enseguida… podemos jugar los dos mientras la esperas.

No sabría explicar lo que ví en su mirada, pero era ese brillo que de siempre me había hecho pensar que había algo malo en él.

-No… si no está prefiero irme y volver después, sino mi madre se preocupará -él se interponía entre la puerta y yo.

-No. No te vayas. Yo quiero jugar contigo…

Comencé a retroceder según él avanzaba hacia mi. Algo muy dentro me decía que aquellos juegos que él deseaba a mi no me iban a gustar.

Prescindiré de contaros todo lo que él me hizo, solo decir que peleé como nunca antes lo había hecho. Pero yo era pequeña y él tenía mucha más fuerza que yo. Arrasó con mi inocencia y cuando quise darme cuenta no podía más que contemplar mi cuerpo, yaciendo sin vida, en el suelo de la cocina. Aquella cocina acojedora y de delicioso olor.

Observé como me envolvía en una manta. Observé como se hacía con una pala. Observé su caminar conmigo en brazos. Observé como me enterraba en un bosque no demasiado lejano.

Observé el dolor de mi madre cuando yo no dí aparecido y contemplé a todos en los días y días de búsqueda que dedicaron para encontrarme. Observé el abatimiento que cayó sobre la gente de mi pueblo cuando se rindieron en la búsqueda. Y observé como poco a poco, la vida de mi madre se iba apagando.

Habían pasado unos dos meses, y yo seguía sin poder irme de la casa de Tomás. Algo me retenía allí… y cuando vi a Elena entendí el por qué. Elena era una compañera mía del colegio… muchas veces habíamos jugado juntas en el patio. Al verla sentí miedo, miedo de que Tomás hiciese con ella lo que había hecho conmigo.

-Elena!! -la llamé.

Elena me miró, sorprendida y contenta e intentó acercarse a mi pero yo me alejé.

-Elena, no entres en casa de Tomás. Corre, escápate!!!! Escápate ya!!!! -no pude mantener el contacto y entonces, para ella, desaparecí.

Elena corrió de vuelta a su casa para contarles a todos que me había visto, que tenían que volver corriendo a buscarme… Y tal cosa hicieron pero sin resultados.

Después de Elena avisé a otras 12 niñas más… Aquello se había convertido en mi misión. Velar porque Tomás no pudiese arrebatar la inocencia de ninguna otra niña.

Poco a poco, niña a niña, mi madre que se había convertido en un suspiro de lo que antes era, comenzó a sospechar. Fue a la policía y rogó con lágrimas en los ojos que investigaran a Tomás… Eran demasiadas niñas transmitiendo el mismo mensaje de mi parte.

Al final encontraron mi cuerpo y Tomás fue encarcelado. Yo me convertí en una leyenda urbana y en el ángel protector de la niñas del pueblo… Ahora ya puedo descansar en paz.

SONVAK

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