Era una noche oscura, típica de Galicia, con mucho viento, humedad y esa llovizna (poalla), que se te pega a la ropa.
Por el camino del bosque que se aleja del pueblo, apenas se veía a un palmo de distancia, y el caminar era pesado y lento.
Eulogio el médico, debía llegar cuanto antes a la casa de Mariño, el señor que vivía a cinco quilómetros del pueblo, y que había enfermado de unas extrañas fiebres que le hacían convulsionarse y vomitar sin parar, para intentar curarlo.
Por fin llegó y empujó la puerta. Entró en la casa y sintió un alivio muy grande. Pero la casa estaba fría, y no se pudo quitar la ropa.
Subió las escaleras de la galería que llevaba al dormitorio, y allí estaba Mariño, el herrero, impedido en la cama y con sudoraciones intensas.
_¡Dios mío!,¿Pero que te ha pasado?. Le preguntó Eulogio.
Mariño apenas podía articular palabra. Pero contestó:
_Mi buen doctor, gracias por venir.
Ayer volvía del trabajo, como siempre a última hora del día, y en el camino de casa me atacó algo que yo describiría como una especie de lobo, pero iba erguido y tenía manos.
Se me avalanzó hacia el cuello, y me mordió en la espalda porque lo pude esquivar. Corrí como alma en pena y conseguí llegar a casa, cerré la puerta y me escondí en la habitación.
Por la mañana cuando vino el panadero le dije que me encontraba mal y que avisara al doctor para que vieniera, porque yo no podía ni andar.
_¡Romasanta!, exclamó Eulogio.
Hay que avisar a la guardia civil de que ese monstruo anda por estos alrededores.
De repente, Mariño empezó a echar espuma por la boca, y con las convulsiones se cayó de la cama quedando inmóvil en el suelo.
El médico le tomó el pulso y comprobó que había muerto. Lo subió a la cama y tapó su cuerpo con la sábana.
No quería tocarlo más por si se contagiaba de su mal.
Bajó de nuevo las escaleras con la intención de regresar al pueblo y dar parte de lo sucedido en el cuartelillo, pero tuvo miedo de salir y se fue directo a la chimenea para encender un fuego. Había decidido que era mejor pasar la noche allí, y luego por la mañana volvería.
Ya estaba calentándose cuando escuchó un ruido en la parte de arriba de la casa. Creyó que podría ser una ventana mal cerrada que se golpeaba por el temporal, y no hizo caso.
Pero el ruido regresó al poco rato, alguien bajaba por las escaleras, ese sonido de los peldaños de madera crujiendo era inconfundible.
_Pero si Mariño vive solo.., ¿Habrá alguien más en la casa?. Pensó.
Se dio la vuelta y vio con pavor como el herrero se abalanzaba sobre él . No pudo reaccionar y acabó devorado.
Gorio