Archivo diario: 10 octubre 2009

Titanic

Fueron muy pocos los no asistentes a la convocatoria. En los días anteriores, por distintos medios, ya habían hecho llegar su justificación que, en la mayor parte de los casos dada la variedad, resultaban hasta cómicas. El resto, como verdadera marea humana, iba adentrándose al auditorio previamente engalanado para el acto consecuencia de la multitud de medios de comunicación que se harían eco del mismo. Los abrazos y parabienes, en muchos casos tan falsos e hipócritas como los que realizas a tu peor enemigo, se sucedían sin doquier siendo la pregunta más repetida la de ¿qué tal el viaje? para, a continuación, preguntar por la familia coincidiendo todos en referirse únicamente a la señora esposa. Por supuesto, en el caso de aquellos que conocían de otro tipo de relación, la pregunta se hacía de una forma más discreta y se obviaba, si en ese momento estabas acompañado.

Con unos pocos minutos de retraso sobre el horario inicialmente previsto el presidente dio por iniciada la reunión. En un acto casi autómata las lujosas carpetas de cuero curtido que reposaban sobre la mesa se abrieron casi simultáneamente. Allí quedaba reflejado, no solo el orden del día de la reunión, sino diversas propuestas de estrategia que la dirección ya había acordado se llevasen a cabo. Este detalle, nunca nimio, es lo que hace que el encuentro resulte inservible pues todo parece ya totalmente acordado sin que exista lugar al debate. Pero hasta ahora, aún cuando la lucha por el alcanzar el máximo de influencia continuaba vigente, los resultados no habían sido malos. Muchas eran las prebendas que disfrutaban, ya no solo ellos sino también familiares y amigos, aunque estos últimos en muchos casos debían de pagar más adelante su precio.

Tras casi dos horas, sin interrupción alguna, la reunión llegó a su final no sin que antes se realizase la última arenga.

-Amigos, esta será nuestra última reunión general antes del gran día. Quién así se manifestaba era el presidente de la Comisión de Organización. No os voy a cansar mucho, toda la documentación sobre las acciones a ejecutar están en el dossier que os hemos entregado. Sí deciros que nuestros oponentes se están organizando muy bien por lo que es necesario, obligatorio diría yo, que dejemos a un lado nuestras rencillas internas y nos volquemos en reforzar la idea de unidad. Sólo de esta forma podremos, de nuevo conseguir nuestro objetivo. Atacar con mesura, pero atacar vosotros antes que ellos pues, aunque somos muchas familias –en demasiadas ocasiones muy divididas- no podemos dejar que nos arrebaten el poder hasta ahora conseguido.

El otoño mostraba su evidencia por cualquier lugar por el que uno se quisiera pasear. Las fachadas de los edificios parecían un gran mosaico multicolor dado la diversidad de carteles que, sin ningún respeto por su orden teóricamente preestablecido, entremezclaban caras con logotipos y también mensajes, cuya única coincidencia era una palabra. Los medios de comunicación, para regocijo de sus arcas, repetían esos mismos mensajes y, cada cierto tiempo, evidenciaban con sus encuestas lo que, para algunos, quisieran que fuesen los resultados finales. También aquí la lucha era encarnizada.

Los grandes auditorios, las plazas de toros –aprovechadas en este caso, por fortuna, para no derramar sangre-, los estadios y parques públicos se llenaban de banderas que portadas por una ingente cantidad de personas proclamaban a los cuatro vientos un deseo de cambio. Era el rojo el color dominante, un rojo que no emulaba al de la sangre sino a la esperanza y  la ilusión. Y así, día tras otro, con una aceptación popular jamás vista se preconizaba el fin de una era máxime cuando la debilidad en las filas contrarias era cada vez más evidente.

–          Landelino, esto va mal, muy mal diría yo. Como todos los días, el Secretario de Organización informaba de la evolución de la jornada anterior a quien había sido designado, de forma más bien forzada, a presentar su candidatura.

–          Pero Iñigo, ¿qué pasa, que nadie tiene interés por nuestras propuestas?, inquirió Landelino.

–          Aquí cada uno va a su guerra. Más bien parece que luchamos contra nosotros mismos y algunos, como Miguel Herrero, nos conoce muy bien. Esto va a ser un fracaso, lo presiento. Lo siento Landelino, los candidatos no confían ni en ellos mismos.

–          Pero, si a todos estos los hemos amamantado durante todo este tiempo. Los sacamos de sus cavernas y ahora, cuando vienen mal dadas, nos traicionan de esta forma. Iñigo, por favor, haz algo. Sería injusto que tengamos que acabar así. Nosotros hemos hecho historia.

Aún cuando esa acepción ya estaba asignada, la noche del 28 de octubre de 1.982, en su versión española se puede considerar la Noche de los Cuchillos Largos, por suerte sin derramamiento de sangre. No fue necesario alargar en demasía la agonía ni la posterior y obligada comparecencia de prensa. Minutos antes de la misma, una de las puertas de la habitación reservada del hotel se abrió dando paso a Iñigo. Al final de la misma, un abatido Landelino que seguía conservando su peculiar peinado a base de gomina, disfrutaba de un güisqui ya en sus últimos alientos.

–          Hola, Iñigo. ¿Qué me cuentas?

–          No ha podido ser. Tan sólo hemos sacado once diputados o lo que es lo mismo, hemos perdido 157. Felipe ha arrasado y Fraga ha subido mucho. Lo siento mucho Landelino, nos hemos hundido.

–          No te preocupes. Así son las elecciones. Ahora lo que debemos es seguir trabajando por el país. Tú has sido leal y has hecho un trabajo honesto, Iñigo.

–          Lo he intentado, eso no me cabe duda. Pero lo que más rabia me da son las preguntas que he recibido de muchos de los candidatos, casi coincidentes.

–          No te entiendo, ¿qué preguntas son esas?, inquirió Landelino frunciendo el ceño.

–          Se preocupaban por los préstamos bancarios del partido, por sus aportaciones que suponían no iban a fondo perdido, pues siempre las habían recuperado por los buenos resultados. Así es como muchos me han indicado que en esta nueva situación mejor era aplicar la frase: ¡Sálvese quien pueda!.

–          Mezquinos políticos, por llamarles de alguna forma. Siempre han mirado por su interés y así nos ha ido. No merecen ni respuesta. Buenas noches, Iñigo.

JOSE MANUEL BELTRAN.

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