Archivo diario: 9 octubre 2009

Vetusta Morla – Sálvese quien pueda

Por falta de tiempo e inspiración, en esta ocasión cedo mi turno a los increíbles Vetusta Morla:

Puedo volver, callar, forzar la realidad.
Puedo doler, arrasar, sentir que no doy más.
Puedo escurrir, pasar, fingir que me da igual.
Puedo incidir, escapar, partirme y negociar la otra mitad
Puedo romper, olvidar, comerme la ansiedad.
Puedo salir, girar, ser fácil de engañar.
Puedo joder, encantar, llamarte sin hablar.
Puedo vencer, palmar, saber que sin vosotros duele más.
Puede ser que mañana esconda mi voz por hacerlo a mi manera.
¡Hay tanto idiota ahí fuera!
Puede ser que haga de la rabia mi flor y con ella mi bandera.
¡Sálvese quien pueda!
Puedo torcer, lanzar, perderme en la obviedad.
Puedo servir, cansar, saber que sin vosotros duele más.
Puede ser que mañana esconda mi voz por hacerlo a mi manera.
¡Hay tanto idiota ahí fuera!
Puede ser que haga de la rabia mi flor y con ella mi bandera.
¡Sálvese quien pueda!

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Save me…

Amanecemos cada día a este mundo de locura y nos tiramos a la calle desarmados y solos, a enfrentarnos a un monstruo de mil cabezas, cruel, que nos mide continuamente, nos reta, nos juzga y nos sentencia a todas horas y desde todas partes con tantos ataques que, a veces, nos faltan manos, razones y fuerza para defendernos.

Con sólo asomarse a la rutina del día dan ganas de encerrarse en uno mismo. Con sólo imaginar lo que las horas siguientes nos van a deparar dan ganas de esconderse bajo las mantas y seguir en ese estado maravilloso de quien ya no duerme pero tampoco ha despertado a la realidad aún, donde todo es placentero, donde nada duele.

Alargo mi brazo y te toco despacio para no sacarte de tu letargo. Bajo las sábanas recorro tu perfil, que conozco de memoria y que ahora se deja tocar inmóvil y entregado. Consigo encontrar tu mano y me hago hueco en ella y me escondo allí buscando refugio y asilo aunque sea por unos minutos; y ella me acoge apretando con la poca fuerza que en ese momento tiene, con la suficiente para hacerme notar que estoy protegida.

El monstruo asoma la nariz por la ventana, amenazante, y te susurro al oído :

– «La alarma no ha sonado».

Y te veo sonreír, sin aún abrir los ojos y descargando sobre mí todo el peso de tu cariño y tu cuerpo me pegas al cuello una frase que sabe a victoria:

– «Hoy es domingo».

 Y mientras me entrego a las benditas consecuencias de haberte despertado pienso:

– «Hoy no hay nada por lo que pelear o contra quien luchar,  hoy nos hemos salvado el uno al otro y mañana…Mañana sálvese quien pueda…»

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Sálvese quien pueda…

La puerta se cerró a sus espaldas y los tres se miraron socarronamente y después contemplaron la habitación en la cual los habían encerrado.

No había mucho que contemplar. Simplemente una mesa redonda, y tres sillas. Sobre la mesa, colocado en el centro, un tablero ouija en el que se podían leer las distintas letras del abecedario, los números, y las palabras «sí» y «no». En el centro del tablero, un vaso de cristal boca abajo. A un lado de la mesa, papel y bolígrafo.

-Y ahora, ¿qué se supone que debemos hacer? -el que hablaba era un hombre jóven, moreno, tremendamente atractivo, y conocido por todos como «Codeblue».

-Pues, lo primero, sentarnos -Aspec hizo un gesto invitando a la mujer a ser la primera en tomar asiento. Era alto, guapo, y con un magnetismo que hacía que las mujeres cayeran rendidas a sus pies.

Con una sonrisa, Sonvak se encaminó hacia la silla que estaba a su derecha. La pobre chica no tenía ningún atractivo físico, con lo cual los hombres solían verla como un compañero más.

Ya sentados, los tres contemplaron el tablero y se miraron. Les faltaba poco para partirse de risa.

-A poner los dedos encima del vaso -Sonvak se rió- y después, uno de nosotros tendrá que preguntar «¿hay alguien ahí?»… o algo por el estilo, je.

-Claro qué hay alguien ahí!!!, justo detras de la puerta… unos cuantos… -los tres se rieron de aquella situación.

-Venga, que con lo vacía que está esta habitación, no podemos hacer mucho más -Aspec puso el dedo encima del vaso, a continuación, Codeblue y Sonvak lo imitaron. Aspec carraspeó, dispuesto a decir la frase… pero resultó imposible. Las carcajadas de los tres se oían al otro lado de la puerta.

-Vale… lo diré yo. -Volvieron a colocar los dedos encima del vaso. Sonvak respiró hondo para no volver a partirse de risa.-  ¿alguna entidad desea comunicarse con nosotros? -los tres apretaban los labios intentando contener la hilaridad.

Esperaron unos segundos, mientras el que más y el que menos pensaba «¡¡menuda chorrada!!». Se comunicaban con la mirada, preguntándose «¿y ahora qué?». Sin embargo, no apartaron en ningún momento los dedos del vaso.

Aspec tomó el relevo:

-Si «alguna entidad» desea comunicarse con nosotros, que lo haga ya… que no tenemos todo el tiempo del mundo.  -Sonvak y Codeblue contenieron la carcajada que subía por sus gargantas y… precisamente en ese momento… el vaso comenzó a moverse.

Intercambiaron miradas, preguntándose cúal de ellos lo estaba haciendo… pero no dijeron nada… al fin y al cabo, lo único que querían era acabar.

El vaso se detuvo sobre la palabra «sí».

-¿Quién eres? -preguntó Codeblue, con curiosidad por ver qué se inventaba el que estuviese moviendo el vaso.

El vaso se desplazó deteniéndose sobre la palabra «no».

-¿Significa que no quieres decir quién eres? -interrogó Sonvak.

La respuesta era afirmativa.

-¿Tienes algún mensaje para nosotros? -la voz de Aspec indicaba claramente que no se estaba creyendo nada de aquello.

El vaso, tras desplazarse a la palabra «sí», comenzó un lento recorrido por las  letras del abecedario. Codeblue, por tener el papel y el bolígrafo a su lado, comenzó a apuntarlas.

Cuando el vaso se detuvo, Aspec y Sonvak miraron a Codeblue.

-¿Qué dice? -preguntó Sonvak.

Codeblue dió la vuelta a la nota, de forma que tanto Aspec como Sonvak pudiesen leerla. Garabateadas a toda prisa se leían tres palabras: «Sálvese quien pueda«.

SONVAK

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