Por Aspective
A partir de las últimas décadas del siglo pasado en el mundo occidental comenzó un proceso que está acabando con la subordinación y la situación de marginalidad de la mujer en la sociedad. La mujer empieza a disfrutar de mayor libertad y autonomía y está consiguiendo la independencia y un papel más protagonista, gracias a recuperar el derecho al trabajo, que les había sido arrebatado durante miles de años, concretamente desde la revolución patriarcal de la edad de bronce.
Durante muchos siglos se nos han dado como ciertas una serie de creencias estereotipadas sobre la Prehistoria, mediatizadas por una educación determinada por los valores vigentes en la cultura patriarcal en que nos desenvolvemos “del varón dominando a la mujer” que desafortunadamente está presente en el inconsciente colectivo. Y condicionados por los valores y las creencias del presente, muchos occidentales las hemos proyectado sobre el pasado, sacando la conclusión de que los estereotipos de la realidad circundante y la distribución de roles de “las mujeres dependientes y los varones sustentadores, jefes de familia” siempre ha sido así. Pero son totalmente erróneas para la época arcaica, según diferentes estudios antropológicos modernos.
Es muy probable que en la Prehistoria, nuestras “abuelas” volvieran sus ojos hacia las estrellas para pedir a la Madre Naturaleza qu
e las cuidara al igual que ellas, como madres de familia, cuidaban a sus hijos. Y les reclamarían que les enviara los fenómenos naturales benéficos, de los que dependía el alimento y las protegiera contra los maléficos, en un momento en el que la supervivencia dependía de una dieta vegetal. Sin embargo, nos hemos cansado de estudiar que serían los padres de familia varones, los que pedirían ayuda mágica a un Dios masculino, y que le solicitarían auxilio para cazar animales y así poder mantener a su compañera embarazada y a sus hijos. Pero este hecho es absolutamente imposible que tuviera lugar, ya que los varones, igual que los primates varones, no se preocupaban, en los inicios de la cultura humana, de alimentar a “sus hijos”. Las únicas de quienes dependía la prole, era de sus madres (igual que pasa entre los primates) y así se deduce de los actuales estudios arqueológicos, antropológicos y evolutivos, corroborados por estudios etológicos. Estos estudios dan apoyo a la existencia de las familias matricéntricas: la mujer en la Prehistoria no se vinculaba al varón, ella sola se cuidaba de alimentar a sus hijos. Y no existía vinculación masculina, porque en este período, el varón desconocía ser el causante de la fecundación humana: la sociedad de la Edad de Piedra no asociaba el sexo con lo que podía llegar nueve meses más tarde.
Aunque se crea que la alimentación de los primitivos cazadores-recolectores de la Prehistoria era dependiente de los productos de la caza, en realidad, la mayoría de los alimentos provenían de la recolección, y captura de pequeños animales, tarea que desempeñaban, en un entorno físico reducido, las mujeres. El sector femenino era el único verdadero productor de calorías. El varón y contra lo que se creía, muchas mujeres, cazaban y a veces, regresaban con carne de animales grandes; éste era un alimento muy apreciado, pero de hecho no constituía más que una tercera parte del total del consumo de calorías de la época. El aporte seguro, fiable, constante y diario de alimentos para los hijos, proviene del propio esfuerzo de sus madres. Se rechaza así el estereotipo de que una madre y sus hijos del Paleolítico necesitaban, para no morir de hambre, de un varón que cazase para ellos. Era, incluso, al
contrario: Los hombres salían a cazar y casi siempre volvían de vacío (y fatigados y hambrientos). Y allí estaban las mujeres, que les proporcionaban alimentos. Y son las hembras-madres, las que enseñan a sus descendientes con su ejemplo: el conocimiento para la supervivencia, qué cosas eran comestibles, a recoger los alimentos adecuados y a cazar. Y dado que era la mujer quien proporcionaba el alimento a sus hijos, sería ella la que, también como sacerdotisa o intermediaria con las deidades, buscaría el medio de asegurarlo mediante los rituales propiciatorios a la Diosa Madre Naturaleza, de tal forma que, en la Prehistoria, existiría el monoteísmo femenino y sólo había sacerdotisas, magas, hechiceras, curanderas: sus representantes.
Por tanto, en las familias tanto paleolíticas como neolíticas, el papel más importante lo jugarían las mujeres, dado que ellas se encargaban de los trabajos relacionados con la alimentación, poseían gran autonomía, ocupaban una situación privilegiada en la jerarquía y desempeñaban el papel más importante del grupo debido al valor de su aporte para la supervivencia. Ellas tendrían el mayor status social, ostentarían el poder político y religioso y regirían la sociedad, mientras el varón ocuparía una posición subsidiaria.
Precisamente esta posición sería la que llevó a los varones a rebelarse al final del Neolítico y en la Edad del Bronce, cuando se produjo la revolución patriarcal, a partir del momento en que se establece la conexión entre sexo y descendencia, perdiendo la maternidad su aura mágica. A partir de esta revolución el varón pasó a vincularse a una mujer y a preocuparse de su sustento y el de sus hijos. Con el tiempo se instauró la institución del matrimonio y empezó la relación sexual monógama, por la que la mujer intercambiaba su disponibilidad sexual permanente para su pareja a cambio del sustento. Y fue justo cuando se vinculó el varón a la mujer y se comprometió a la consecución del sustento, cuando sucumbió el poder femenino. Los varones terminaron por arrebatar el poder a la mujer y esclavizaron a la mitad de la población que perdió sus derechos, incluido el de tener un plan de vida propio y tener un trabajo con el que autosostenerse.
Y hora es de revalorizar y recuperar el importante papel ancestral femenino y de hacer llegar al conocimiento general que en la época arcaica la mujer predominaba en el orden social y que la evolución y desarrollo de nuestra especie está fundamentado sobre los hombros de la mujer.
Los prejuicios y la visión parcial, manipuladora, androcéntrica, de antiguas autoridades, que impusieron su visión machista a través de la educación y el estatus social, deben de acabar. Ya.
Bibliografía:
• “La especie elegida”. Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez
• “Falsas ideas sobre los papeles sexuales en la prehistoria”. Francisca Martín-Cano y Salomé Katouviere.
• “El reloj de Mr. Darwin” Juan Luis Arsuaga.
• “Prehistoria y los comienzos de la civilización. Historia de la Humanidad”. Hawkes , J. y Woolley
• Wikipedia
(Y yo, Aspective, propongo que la mujer retome su antiguo papel, que vuelva a asumir el liderazgo que nos condujo desde el mono hasta el hombre, y que los antiguos roles se vuelvan a instaurar. Que ellas sean líderes de gobiernos y empresas, sacerdotisas, suministradoras de alimentos y que sobre sus hombros recaiga en exclusiva la educación y alimentación de los hijos. Que recuperen su libertad siendo abolido el matrimonio y abandonada la monogamia; que cuando nosotros, los varones, volvamos cansados y con las manos vacías, ellas nos alimenten y que todas las decisiones y responsabilidad descansen sobre ellas. Yo, por si acaso alguna mujer lee esto, salgo corriendo y sálvese…)
Aspective
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