Archivo mensual: agosto 2009

Su luz se le apagó…

… Y agitó la linterna intentando conseguir que la condenada volviera a funcionar. Nada. Todo inútil. La oscuridad era total. No le gustaba la negrura que le envolvía. No tenía miedo, no era eso. Sencillamente no estaba a gusto en la oscuridad. Parecía que los ruidos se intensificaban cuando no podía ver. Los crujidos de la casa, “ruidos de asentamiento” los llamaban, sonaban como truenos en la negrura de las habitaciones. Truenos. Tormenta allá, en la lejanía. Lo que le faltaba. La velada cada vez se estaba pareciendo más a la ambientación de una película de terror de serie B.

Estaba sola en casa. El resto de la familia se había marchado de vacaciones. A la playa. ¡Maldita sea! El trabajo de última hora, interesante, bien remunerado, había hecho que renunciara a las vacaciones familiares. No estaban los tiempos para rechazar trabajos así. Pero los echaba de menos. Le habían dejado a Thor, el gato negro, para que le hiciese compañía. Menuda compañía. Desaparecía cuando quería y cuando volvía era para dormir en su rincón, ajeno al resto del mundo.

Esa maldita luz… Tendría que ir a la cocina a por unas velas. Si en lugar de camiseta y vaqueros llevara un largo camisón blanco seguro que se le aparecería un fantasma. La casa era antigua, bien restaurada, grande, espaciosa y estaba bien, y el jardín, con piscina, era maravilloso para sus hijos y sus juegos, muy sano. Pero a ella le hubiera gustado más vivir en un piso, con vecinos y calles y tiendas… La arboleda alrededor de la casa no era muy extensa pero le aislaba totalmente de las casas vecinas. Y se sentía sola.

Fffsssssssshhhhhh!! El ruido surgió de la oscuridad y retumbó en sus oídos en perfecta sincronía con su propio grito. Saltó de lado sorprendida. Mientras, Thor cruzada por delante de ella erizado y aún bufando. ¡Maldito gato! Le había pisado el rabo. No se veía nada. Una vez en la cocina decidió coger todas las velas que encontró. Ya bastaba de tonterías. Se iba a dar un baño, tibio, espumoso, relajante  e iluminaría con velas todo el aseo. Como en las escasas noches eróticas en las que habían podido prescindir de los niños.

Terminó de llenar la bañera. Se había formado una abundante espuma gracias a las sales que había vertido. La estancia estaba profusamente iluminada con no menos de dos docenas de velas de todos los colores y aromas, que derramaban una luz suave, indirecta, acariciadora, que ahuyentaba todos los fantasmas y malas ideas. Colocó a Chopin en el reproductor del dormitorio adjunto y dejó que sus Polonesas rompieran el silencio y se sobrepusieran a los truenos lejanos. La Heroica era su favorita. Se desnudó lentamente, y se contempló en el empañado espejo que le devolvió una imagen borrosa, desenfocada, de un cuerpo que valoró como todavía muy apetecible. Se contempló de perfil y la línea recta de su estómago le satisfizo. No estaba nada mal para haber tenido dos hijos. Se sopesó los senos con las manos y sonrió. Aún estaban plenos, rotundos y en su sitio. Nada de operaciones. Al menos todavía.

La voluptuosidad del calor húmedo del baño, la espuma aromática y relajante, la suave luz, la melodía del CD, le indujeron un sopor que poco a podo se fue adueñando de ella con su consentimiento. El día había sido muy agitado y conducir  hasta el trabajo, casi 100 Km. de ida y otros tantos de vuelta, habían conseguido agotarla. Estaba pensando en su marido. Quince años de casados y aún le quería. Quizá habían acabado las locuras de los primeros años, pero sí, definitivamente sí, aún estaba enamorada de él y segura de ser correspondida.

Prácticamente el sopor había dejado paso al sueño. Totalmente relajada su mente vagaba en un estado de semiinconsciencia por parajes alegres, verdes y soleados en donde… ¿Qué había sido eso? Un ruido. Sí, estaba segura. Abajo había sonado un ruido. Quizás… Parecía el cerrojo de la cerradura. La puerta. ¡Se abría! Escuchó con atención ya totalmente despierta. ¡Pasos, se acercaban pasos! ¡Subían la escalera! Al mismo tiempo, un silbido comenzaba a flotar tenuemente por debajo de Chopin. Salió rápidamente de la bañera y buscó apresuradamente la bata detrás de la puerta del baño. Ciñéndosela, abandonó el aseo y dudó. No sabía que hacer. Los pasos se acercaban y en breve estarían en la alcoba. El silbido sonaba con más intensidad y ya era claramente distinguible la melodía que entonaba. Se decidió.  ¡La cama! Sí, sería el mejor sitio… Se dirigió rápidamente hacia el lecho, cuando el silbido sonó definitivamente a su lado.

– ¡Hola cariño! Pude, finalmente, dejar a los niños unos días con mis padres. ¿Qué ha pasado con la luz?

Ella, que esperaba tendida en la cama, la bata abierta en provocativa postura, y en semipenumbra, iluminada únicamente por la claridad de las velas que escapaban del baño contiguo, le tendió los brazos diciendo “Ven aquí, amor mío. No sabes lo que te he echado de menos”.

 

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La camiseta no se toca…

Por N – Sonvak – Activo

Observó como se acercaba caminando hacia él, con aquella sonrisa en su rostro que por alguna extraña razón siempre le estremecía el alma. Su forma de caminar era especial como toda ella, parecía ir flotando entre nubes, al igual que en un sueño.

-Hey!! ¿y esa camiseta tan pija que llevas hoy?!! -su voz le sonaba a música celestial…

-¡¡La camiseta no se toca ni se critica!! -sonrió mientras la envolvía entre sus brazos y la saludaba con un beso que encerraba cada uno de los minutos en que la había echado de menos, cada segundo que había contado para volverla a ver.

Los brazos de ella se enlazaron en su nuca para corresponder con las mismas ansias a su saludo. El mundo pareció detenerse, concentrándose en aquel momento donde nada existía más que ellos dos y aquel beso que fundía sus almas, necesitadas una de la otra, inseparables una de la otra.

Separaron sus rostros para mirarse a los ojos, para perderse en la mirada del otro, para comprobar que aquello era cierto y que la felicidad estaba entre sus brazos. Sobraban las palabras pues sus púpilas absorbían extasiadas la contemplación del ser amado, de aquella otra mitad sin la cual se sentían vacíos.

-¿Nos vamos? -la voz de él susurraba a excasos centímetros del rostro de ella, prometiendo en su tono mejores momentos por llegar, por compartir.

-Vale -aquellas sonrisas le robaban el aliento, le hacían preguntarse el por qué de tanta fortuna… le hacían dar gracias por aquel trocito de paraíso robado al cielo.

Ambos se pusieron el casco y se subieron a la moto acoplándose perfectamente el uno al otro y ambos al caballo de acero.

Los kilómetros se sucedían y él solo deseaba llegar para volver a tenerla entre sus brazos. Se deslizaba por las curvas de asfalto aprovechándolas al máximo, reduciendo y acelerando… adelantando a la mínima posibilidad. Su refugio los esperaba para dar rienda suelta a una semana de desesperada espera. No veía el momento de llegar.

*  *  *

Se despertó sudoroso en su cama. El corazón latía y no latía. Siempre el mismo sueño que se detenía una y otra vez en aquel momento que su mente había extraviado para siempre. No sabía cómo había sucedido. Lo siguiente en sus recuerdos era el cuerpo de ella, tendido en el suelo, su mano extendida buscándole, su mirada… aquella mirada que nunca podría olvidar, aquella mirada tan confiada y alegre apenas unos minutos antes.

Había agarrado su mano con fuerza mientras le suplicaba por su vida, por la de ella, por la de él… por ese trozo de paraíso que creía haber robado al cielo.

-Aguanta, por favor, aguanta… -cada palabra quemaba el corazón y arrasaba en la garganta. Las lágrimas resbalaban por su rostro ante la certeza de lo que estaba a punto de suceder.

Con cuidado le retiró el cascó de la cabeza y la acunó entre sus brazos sin apartar un segundo los ojos de su rostro, queriendo retenerla por siempre y sabiendo que el tiempo, ese tiempo de los dos, se estaba escurriendo, llevándose con cada lágrima la felicidad de toda una vida sin vivir.

-No te vayas, por favor, no te vayas -suplicó desgarrado, cuando su luz se le apagó…

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¡Este año no hay pase para el fútbol!

Por: Daniela

—La violencia desatada por lo que es un simple deporte es indiscutiblemente ridícula—bramó la ministra, tal vez olvidando que tenía un micrófono en la mano. Los que estaban abajo del escenario asintieron, concordando con sus palabras. A continuación, la ministra se dedicó por un promedio de diez minutos a enumerar las desgracias que habían sucedido dentro y fuera de los estadios en los últimos meses: muchachos baleados, hombres apuñalados, mujeres y niños golpeados, y hasta algunos jugadores habían resultado heridos por sus propios fanáticos –probablemente demasiado drogados para distinguir las camisetas correctas-. Choques, autos despedazados por la gente, atropellos… Y una infinidad de cosas más. Hasta que de repente, dijo:
—Pero ya no más, conciudadanos. ¡Ya no toleraremos esta locura!
La gente asintió, conforme; algunos agitaron banderitas del Frente Amplio y gritaron entusiasmados.
— ¡Ya no más violencia en el fútbol!
— ¡¡No!!
— ¡Ya no más muertes indiscriminadas!
— ¡¡No!!
— ¡Ya no más peleas, ya no más inseguridad!
— ¡¡No!!
— ¡Ya no más fútbol!
— ¡¡No!! … ¿qué?
—Así es, compatriotas. Este año no hay pase para el fútbol. Hay que parar. ¡Es nuestra oportunidad!

— ¡¡¡¡JAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!!

La gente estalló en una carcajada tan maciza y uniforme, que pareció salir de una sola persona. La ministra, entre enojada y avergonzada, se dio la vuelta, en busca del apoyo de sus compañeros partidistas; sin embargo, se dio cuenta de que estos también se reían descaradamente, sin preocuparse por ocultarlo.
— ¡Ministra!—gritó alguien desde abajo. —Con todo respeto, pero ¡usted está loca de atar!
Y, aparentemente, lo estaba. Al otro día la llamaron a sala, la interpelaron, y eventualmente la echaron. Y sí, no había otra, tenía que estar loca. Mal de la cabeza. Porque acá…Acá ser patriota poco importa, pero la camiseta…La camiseta no se toca.

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¿Razón o corazón?

Por Jose. Bau (Lustorgan)

– ¡Cómo si el debate fuera entre lógica y sentimientos! – se quejó María – lo que te digo es que no tenemos dinero.
– ¡Pero tu sabes lo que nos ahorramos! – protestó Paco – Cien euros… ¡Cien! Por cada uno. Cuatrocientos en total.
– Eso está por ver.
– Que sí. Que sí.
– ¡Qué no!
– Mira, trae un boli – se defendió él – y lo calculamos.
– Pero si es que no hay nada que calcular.
– Pero…
– ¡Que no! Estas en el paro desde hace meses. Apenas nos llega para comer… ¿De donde vamos a sacar el dinero?
– Eso es fácil. Mi padre nos esta dando de comer y su pensión es segura.
– Pero pequeña. Apenas le llega para todos.
– Podemos pedírselo al tuyo. Seguro que nos lo presta… ¡Si está al lado! Déjame el boli y veras los números.
– ¡Qué no! Que no hay números que ver. Estas en paro y ya no cobras ni subsidio. no les vas a dar a ganar millones. ¡Este año no hay pase para el fútbol!

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» No es que no quiera darles dinero, pero darles dinero para nada..»

Hoy y a diferencia de lo que suelo hacer voy a plantearos algo que debatíamos un compañero de trabajo y yo no hace mucho…por supuesto, ni que decir tiene, que cuento con el más absoluto consentimiento de mi compañero para colgar un pequeñísimo resumen de una intensa conversación que mantuvimos él y yo…

…Este compañero, amigo de lo divino y hombre espiritual donde los haya, me contaba con cierta resignación que hacía años que había abandonado la terapia con su psicólogo después de muchos años porque había llegado un punto en que como él decía: » mira volvo, no es que no quiera darle dinero, pero dárselo para nada..» y yo le replicaba :»cómo que para nada si tu mismo me dices que te ha ido estupendamente bien después de varios años»… «sí, pero no hace mucho le planteé una reflexión o pregunta recurrente y no obtuve respuesta de ningún tipo, simplemente un – Joder, macho que complicado eres- así que decidí que esa etapa de mi vida, es decir la de las terapias se había terminado».

Reflexión o pregunta recurrente:

Cuál es la diferencia…entre lo humano y lo divino, teniendo como divino el poder del ser humano de echarlo todo a perder por sus carencias a la hora de no controlar sus pasiones, cuál es la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, entre lo correcto y lo incorrecto…entre….en fin podría extender la lista de preguntas creo que unas cuántas líneas más por lo menos, claro que si nos ponemos seguro que encontramos las diferencias, pero hoy que me he levantado así con  esta preguntita que al final se reduce a una sola…….el ser humano en general por qué camino se decanta?, o más sencillo….quién coño acaba mandando…. la razón o el corazón….?

Esta preguntita se las trae… porque…quien puede controlar una simple mirada que se cruza con la tuya… un suspiro… un leve roce… un pequeño gesto… una palabra carente de sentido pero que de repente parece ser el centro de todo tu universo… un beso que nunca es dado haciendo crecer dentro de ti un sentimiento de “un querer y no saber” que se traduce en un puñetero “no debería» que acaba por convertirse en una obsesión…un amanecer compartido que sin poder evitarlo no quieres que se acabe nunca…

Ante semejante cuestión…lo primero que pensé fue…uffff!

Yo, sinceramente, hago esa reflexión totalmente mía porque efectivamente y sin querer divagar… os ha pasado alguna vez que, de repente, algo tan sencillo o pequeño ocurre, de repente,  haciendo tambalear todo a vuestro alrededor o peor aún, tu vida se  vuelve del revés? y no sabes como actuar pensando que de pronto te has vuelto loco…unos ojos que te miran, unos labios que te sonríen…

…en fin…retomando lo anterior de lo humano y lo divino y sin ánimo de ofender a ningún «cristiano de pro» pero suelen decir que “los caminos del señor son inescrutables” y yo me pregunto y “los caminos del calentón?”, cómo se suponen que son esos caminos?…esos sí que son inescrutables!, sobre todo cuando tu no lo buscas voluntariamente..y de repente ocurre y se vuelven caminos inesperados, intransigentes, involuntarios, inevitables, y toda esa clase de “in…lo que sea” que un@ no puede nunca controlar…y ahí es donde empieza la disfunción…qué puede más al final?…la razón o el corazón?….

Alguien dijo por ahí que la mejor forma de vencer la tentación es caer en ella, pero alguien dijo también que no le hagas a los demás lo que no quisieras que te hicieran a ti….volvemos a la cruenta lucha y con ánimo de dejaros la pregunta abierta…Razón o corazón?

 

Próximo turno: J- Lustorgan-Activo

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Aquí, aunque tiene más libertad no le quedan ganas de luchar

Ayer, saliendo del trabajo me encontré con una situación que me hizo reflexionar, sobre un tema que aquí, en Sevilla – Andalucía – España, es bastante grave.
Resulta que me dirigía a mi coche en silencio, ustedes saben, pensando un día mas cotizado, un día menos para la jubilación y todas esas cositas que pensamos los trabajadores por cuenta “muy” ajena. Cuando un grito rompió mi silencio, “¡Que yo también soy un ser humano, eh!”, era un “guardacoches” (el color o etnia es lo de menos, por lo menos para mi) dirigiéndose a dos albañiles (no es que sea adivino sino que el coche tenia rotulado “Reformas Manolito”) que salían de su vehiculo en dirección a una obra cercana. Los dos hombres corpulentos y acalorados, cuarenta y cinco grados a la sombra, ni siquiera le miraron y continuaron su camino, pensando me imagino en el trabajo que les quedaba por delante en su jornada de tarde o que se yo. Pero el guardacoches continuo, “¡Pues me voy a robar ahora mismo, eso es lo que queréis no, pues voy a robar!”, cogi mi coche y me marche a mi casa indignado.
Este era un guardacoches mas, de los miles que hay en mi ciudad, pero ha sido la gota que colmo el vaso en el que bebe mi paciencia. Guardacoches, ¿guardar de quien? lo único que tiene que hacer es no tocar mi coche y veras como no le pasa nada, es como si a un ladrón de bancos le llamásemos “guardabancos”. Quiero puntualizar que hablo exclusivamente de los espantapájaros que habitan mi preciosa y descuidada ciudad, no de los aparcacoches regulados por el ayuntamiento y contra los que no tengo nada, igual que no tengo nada contra los electricistas, fontaneros, etc ó los de mi misma profesión. Otra cosa es que les de dinero, porque hay algo que tengo muy claro, a mi nadie me regala nada y yo a una persona que no me presta ningún servicio y se limita a situarse delante de la puerta de mi vehiculo a esperar que salga para poner la mano, pues hagan ustedes lo que quieran pero yo no les doy ni un duro y que me partan el coche si pueden (porque querer querrán, claro). Esta gente no es capaz de ponerse en nuestro lugar y pensar que los demás también podemos tener problemas económicos o de cualquier otra índole, pero pretenden que nos pongamos nosotros en su lugar, claro como no, necesitan la dosis diaria para sus venas maltratadas.
Pero quiero diferenciar otra cosa, no es lo mismo el asqueroso que si no le das nada te deja vivir de milagro y se pega un buen rato desproticando sobre tu persona, en un idioma raro, una especie de lengua muerta que se dejo de utilizar en la Tierra hace millones de años, y otra cosa es el pobrecito, que se le nota que le da vergüenza incluso acercarse, porque tiene neuronas, no es un “drogadito” (como decía mi abuela que en paz descanse) y sabe que esta la cosa muy mala no solo para ellos, y lo principal sabe que no presta ningún servicio, simplemente pide, pero en este caso para comer. Lo mismo no es ni  foraneo, vino en busca de libertad y la verdad, aquí, aunque tiene más libertad no le quedan ganas de luchar.
Pues piensen ustedes lo que quieran, pero yo a estos últimos cuando he podido sí les he dado algo, lo que he podido, porque aunque ellos no lo sepan, a mi sí me han prestado un servicio, me obligan a darme cuenta, que somos unos privilegiados, por ejemplo solo por el hecho de escribir en un ordenador, que coño, solo por el hecho de saber escribir, y me obligan a sentir, que es algo muy escaso en nuestro día a día, incluso hay veces que hasta me obligan a sonreir, mas escaso todavía y por ultimo me ayudan a darme cuenta que a sus compañeros de profesión, los otros personajes de esta historia, no es que no quiera darles dinero, pero darles dinero para nada….

 

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Lo importante es el presente

POR C – 08SANDRA – ACTIVO

Lo importante es el presente, si se tiene presente, Margot tiene un pasado y no me refiero a un pasado oscuro, sino al pasado que tenemos todas las personas cuando vamos creciendo, era una trabajadora nata, una mujer con ilusiones, ambiciones y con ganas, muchas ganas de vivir. Su infancia fue normalita tirando a cutre, la mayor de 5 hermanos siempre le caían las culpas de lo que le pasaba a los más pequeños, tenía que cuidarlos, ayudar en casa, cuidar de su abuela enferma y un montón de cosas más que no eran típicas de su edad, la edad en que los niños/as deben jugar. Años más tarde Margot y porque el destino es caprichoso conoció a un chico, ella sólo tenía 12 años y él 14, pero como digo el destino es caprichoso y se hicieron inseparables y novios. Sus padres no aceptaron nunca esta relación y le hicieron la vida imposible, nada de salir, nada de playa, nada de nada. Los jóvenes tenían que hacer malabares para verse y robar minutos a algún recado que ella hacía para poder estar juntos.

Margot no entendía nada, pasaron los años y el amor de los jóvenes al contrario de ser una cosa pasajera se hizo más y más fuerte. Hasta que un día, el chico decidió hablar con su «suegro» y dejarle claro que se querían y que querían estar juntos por muy jóvenes que fueran. Lo padres a regañadientes admitieron la relación pero con condiciones tan estúpidas como «a las 10 en casa» «salidas con carabina» y todo tipo de artimañas para que Margot y su joven «novio» se aburrieran. Aunque ellos, lejos de aburrirse se hicieron fuertes, soportando todo tipo de imbecilidades que hoy día darían risa.
Los años pasaban y los jóvenes se hicieron mayores, tenían 23 y 25 años cuando por fin dieron «el sí quiero» por la iglesia por supuesto, para no dar disgustos a nadie. Los primeros años de casados pudieron disfrutar dentro de sus posibilidades de un poco más de libertad, pero sólo trabajaba él y tenían el dinero casi justo para gastos y poco para diversión. Pronto Margot, vio que no era eso lo que ella imaginaba, después de una infancia y adolescencia truncada por sus padres. Margot, al poco tiempo encontró trabajo, un trabajo que le gustaba, le apasionaba y sobre todo la hacía independiente, terminaron de amueblar la casa, se compraron algunos caprichos y viajaron que era lo que a ella le entusiasmaba, pero eso no duró mucho, por regulación de empleo ella perdió su trabajo y volvió a las 4 paredes de su casa a ejercer de ama de casa, fueron pasando los años y Margot no tenía trabajo, eso la hizo caer en una depresión crónica y a lamentarse de que la vida era muy injusta con ella. Su marido hacía todo lo posible por animarla y ayudarla, pero cuando una persona cae en eso se aísla de todo y de todos y muchas veces no se deja ayudar todo lo que debiera.

Libertad

Al cabo de un tiempo, los padres de ella, se vieron envueltos en un grave problema económico, recurriendo a sus hijos, todos menos Margot y su marido le dieron la espalda, le ayudaron y perdieron los pocos ahorros que tenían y siguieron ayudándole años y años hasta que lograron salir del inesperado golpe económico. Por posicionarse junto a sus padres la relación entre los hermanos y Margot se deterioró hasta el punto de no hablarse ninguno. Margot se encontró más sola que nunca y se preguntaba qué había hecho mal y cuando le tocaría a ella disfrutar. Ya no es la misma, no le importa las fiestas, se ha metido en su coraza y evita a toda persona que le hace daño, sin darse cuenta que quien más daño le ha podido hacer son sus padres.

Margot vive inmersa en sus recuerdos de los años que trabajaba, la gente que conoció y sobre todo de cuando tenía poder de decisión, ahora tiene que preguntar a su marido si pueden hacer esto o lo otro y eso le puede, piensa que no tiene presente porque está enferma y no ve el momento de salir de esa enfermedad que la mina por dentro. Ella pone de su parte, pero las fuerzas le fallan muchas veces y pasa las noches en vela y sus días no tiene luz, ya no tiene fuerzas para seguir, a pesar de estar con el amor de su vida, no se encuentra realizada.
A veces, recuerda todo lo que pasó de niña y que quizás si hubiera tenido más libertad las cosas hubieran sido de otra manera, hubiera podido salir con sus amigas y disfrutar, cosa que ahora no puede porque aunque tiene más libertad no le quedan ganas de luchar.

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El corazón le latía a mil por hora

No sientas ni padezcas

disfruta sin temor

aunque sea peligroso

hay que arriesgar en el amor.

No analices ni lo pienses

sigue tu instinto y tu calor

si es sincero y cariñoso

alimenta tu valor.

Mañana es el futuro

pero no podrás vivirlo

el presente es lo que cuenta

y en el tuyo entro yo.

Ayer es el pasado

sólo sirve de recuerdo

el presente es lo que cuenta

y en el tuyo entro yo.

Pequeño y personal poema dedicado a Sara de Lupotac, cuyo corazón late a mil por hora y llena de demasiada sangre el cerebro no dejándole ver que lo importante es el presente.

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Antes de que las uñas se me rompieran

Con catorce años cumplidos, con mucho que desear de la vida, José se dirigió aquella mañana a la escuela. Era el primer día de clases, ahora en tercero de secundaria. Deseaba con todo su ser que ahora sí pudiera cambiar su vida para siempre.  Nunca había tenido novia y lo deseaba, más que nada porque muchos de sus amigos ya tenían y el se sentía de alguna manera frustrado. Quería saber que se siente besar, acariciar, amar. Se había enamorado sí. Pero no como para arriesgarse a enfrentar el hecho con la chica de la cual estaba enamorado. De hecho, le tenia pavor, eso de las relaciones sociales no eran para él.

Aquella mañana, llegó puntual a la escuela, mientras que daban el toque, conversaba con sus compañeros, cuando de repente la miró. Era la niña más hermosa que jamás había visto, pelo negro, ojos grandes y negros, piel blanca, de una estatura un poquito menor a la de él. “Un ángel” se dijo para sí mismo. Ella posó sus ojos también en él, con una mirada coqueta, le sonrió y se dio la vuelta. Su corazón palpitaba a mil por hora. Se dirigió a los sanitarios, aun el temblor de sus manos se podía mirar, estaba nervioso, una chica lo había mirado con coquetería, no sabía que significaba aquello, pero de seguro que era algo bueno. Se lavó las manos, pero por el temblor que tenía en ellas, se le resbalaron y se le rompió una uña con la llave del lavabo.

Sangraba aún cuando llegó al salón, la uña se había roto desde muy abajo. Le dolía. Pero sabía lo que significaba aquello. Al ver su herida recordaría la primera vez que la vio.

Pasaron los días, poco a poco se acercaba a charlar con la chica de la mirada dulce, le encantaba, su sonrisa, su voz, su cabello, en fin, una diosa. Su nombre: Cristina.

Por las noches soñaba con ella, cuando por fin podía dormir, porque se la pasaba despierto hasta ya muy entradas las horas.

Ella era hija del director de la escuela, un hombre muy duro y estricto, no permitía que su hija tuviera amigos y mucho menos novios, apenas tenia trece años, era una niña.

Aún así, José y Cristina se hicieron novios cuatro meses después de haberse conocido. Eso era lo mejor que le había pasado a él, se sentía feliz. Cuando el padre de ella se enteró, puso el grito en el cielo y desaprobó desde el primer momento aquella relación, aunque no podía hacer mucho.

Alejandro, un compañero de salón de José, quien era mucho mayor que él pues había reprobado varias veces, tenía dieciocho años y era todo lo contrario que él. Drogadicto, vago, acostumbrado a hacer lo que se le venia en mente y a su cabeza llegó Cristina. Obsesionado con ella, la acosaba, le decía que la quería, que si no era de él no seria de nadie más.

Mientras tanto, Cristina y José se miraban casi todas las tardes en el parque que estaba cerca de la escuela y a tres cuadras de la casa de ella. Una pareja fabulosa, tierna, en verdad se amaban demasiado. El podría dar la vida por ella si hubiera sido preciso, ella por su parte también lo hubiera hecho por él. Al fin, José sabía lo que era amar, lo que era sentir un beso, al recordar si alguna vez se había enamorado, ahora podía estar seguro de que lo que había sentido antes no era amor. Porque lo que ahora sentía, eso si era amar. Sentía que se moría si estuviera separado de ella un segundo, que si ella faltaba el no iba a saber que hacer.

Tierna, amorosa, risueña, inteligente, creativa, deseosa de vivir. Cristina tenía muchas ganas de conocer el mar, estaba segura que los cuentos de hadas si eran reales, porque sentía que había encontrado a su príncipe azul. Cuando se les llegaba la hora de volver a casa, como a las siete de la noche, él solo la encaminaba dos cuadras, la última no se atrevía por miedo a que él papá de ella los mirará y la castigara, al fin y al cabo su casa estaba al dar vuelta a la esquina, no sin antes pasar por un terreno baldío que siempre estaba a oscuras, pero José se quedaba observándola hasta que daba la vuelta.

En la escuela todo iba muy bien, de no ser por Alejandro que cada vez que se cruzaba con Cristina la acosaba, en una de esas José la trató de defender y recibió una paliza, sus uñas se le rompieron, su boca, pero eso para el en lugar de pesarle era como un trofeo, era la seña de que la amaba demasiado.

Aquella tarde del mes de agosto, casi un año de que se habían conocido seis meses de novios cumplían. Estaban felices, se quedaron de ver en el parque de siempre. Se acostaron en el pasto y observaron el cielo, las nubes.

-“Me gustaría tocar las  nubes” – dijo Cristina con esa sonrisita tierna que la distinguía de todas las demás.

-Solo cierra los ojos y las tendrás en tus manos – contestó José acariciandole el mentón y dándole un beso en la mejilla.

Cristina se percató de las uñas rotas y le preguntó que si le dolían.

–          Sí claro, me duelen, pero eso me recuerda que te amo. De hecho, te amo desde antes de que las uñas se me rompieran o más bien dicho que me las rompieran – rieron a carcajadas.

Esa tarde la conversación abarcó de todos los temas, del problema que tenían con Alejandro, de las clases, de ellos, sabían que José terminaría ya la secundaria y se tendría que ir muy lejos. Se prometieron jamás olvidarse y jamás dejarse.

Pasaron las horas sin darse cuenta, era una noche especial, una noche romántica, como para observar las estrellas, el cielo, todo lo que rodeaba.

Cuando se dieron cuenta eran ya las once. Corrieron apresurados. Pero el no se atrevió a acompañarla mas allá de donde siempre lo hacia, la observó que dio la vuelta  y después de un ratito se dirigió a su casa.

Llegó y encontró a todos dormidos, le rogó a dios que a ella no le hubieran regañado.  Se dirigió a su cuarto y se acostó. No podía dormir, se sentía extraño, feliz, enamorado. “La amo” se dijo. Cuando estaba a punto de cerrar los ojos sonó el teléfono. Corrió a contestar ya que era el único despierto.

-“¿Sí? Hola” – dijo la voz del otro lado del auricular. Era la voz del papá de Cristina, de seguro llamaba para regañarlo porque la había dejado ir tan tarde.

-“Hola señor, ¿Qué pasa? ¿Cristina está bien? – preguntó José nervioso.

– “Eso es lo que quiero saber yo, quiero saber donde tienes a mi hija porque ya son las dos de la mañana y no ha llegado” – sintió que las piernas se le doblaban, el corazón le latía a mil por hora.

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Los famosos también tenemos sentimientos.

Por Gorio

Los famosos también tenemos sentimientos, y sino que me lo digan a mi. ¿Y quién soy?, os estareis preguntando.

Yo soy Gorio, sí sí, ese que asaltan por la calle todas las mujeres. Por suerte tengo unos gorilas bien entrenados que me abren el camino (y de paso van apuntando los números de teléfono y los nombres de sus correspondientes dueñas). Soy ese, cuya canción, que es el numero uno del top ten mundial, suena cada mañana en tu despertador, en tu coche, en tu oficina, mientras haces el amor, en tu mp3, en tu ordenador, en cualquiera de los diales de la radio, y a cualquier hora del día.

Y me lo he ganado a pulso, porque hasta donde he llegado, yo solo me lo he currado. Cuanto trabajo, cuantos obstáculos, cuantas uñas rotas (por eso mi gran éxito se titula «Uñas rotas»). Esa canción la compuse en un momento de furia, porque a mi novia la estaban seduciendo por internet, y la pasión con la que rasgaba las cuerdas de mi guitarra provocó la ruptura de mis uñas, símbolo de lo que estaba ocurriendo con mi corazón (por eso ahora gasto tanto en manicuras).

Mientras componía me venía a la cabeza que nuestro amor pudiera quebrarse y me sentía impotente ante el hecho de que ella se dejara seducir por otro hombre. Estaba fuera de mi; versos y notas surgían inmisericordes liberando la tormenta que había en mi interior.

Y es que la vida es así, cuando una puerta se cierra se abren ventanas. Estaba perdiendo lo más bello de mi vida y a cambio obtenía lo que profesionalmente había anhelado, tal cual fuese un trato con el diablo. Si pudiese dar marcha atrás, cambiaría todo lo que logré con mi sudor, por estar aún a su lado.

La fama y la gloria son damas ladinas que pueden cegarte a las pérdidas del camino. Pero soy humano, simplemente humano. El dinero (y tengo mucho), a pesar de lo que creais, no da la felicidad. Cada noche, una sirena distinta intenta hipnotizarme con su canto, pero mi cama sigue añorando su cuerpo y mi alma llorando su ausencia.

Los famosos también tenemos sentimientos y si por alguna casualidad del destino tú, mi amada, estás leyendo estas palabras, te suplico que retornes a mi lado, y volvamos a ser uno, como antes de que las uñas se me rompieran.

Turno para W – Cuauhtémoc – Activo

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