Archivo diario: 22 julio 2009

Su último aliento sería de él.

Por   O – Aspective

La creencia popular dictaba que cuando alguien moría, exhalaba su último aliento y junto a este, salía el alma abandonando el cuerpo ya sin vida.

Por eso, él quería estar junto a Albino, a solas, cuando  expirara. Quería besarle durante sus últimos momentos, beberse hasta la última gota de su aire, y asegurarse de absorber su alma. Su último aliento sería de él, tenía que ser suyo,  pues su espíritu no podía, no debía abandonar este mundo. Lo tenía que poseer él y así lograr que esas cualidades que habían adornado al difunto, cualidades que, pensaba, irían con el alma, pasaran a ser suyas. Así, cuando el agonizante enfermo dejó este mundo, lo hizo con sus labios apretados contra su boca.

Se había preparado bien. Había esperado durante los últimos quince años, quince larguísimos años, a que se le presentara la oportunidad. Y por fin, había llegado. El 6 de agosto, cuando supo la noticia, comenzó a ultimarlo todo para el gran momento. Pero no había sido él el elegido. El día 26 fue derrotado. Era extranjero, de un país que no era mirado con demasiadas simpatías y eso le había, quizás, restado posibilidades. Además, todos pensarían que era demasiado joven. Pero a él le daba igual. Sabía que estaba preparado y que debía ser él. El mundo le necesitaba.

No iba a volver a esperar. Movió todos los hilos. Recurrió a su profundo conocimiento  del sistema. Se había preparado a conciencia y sabía de todos los movimientos tanto públicos como secretos. Con el nuevo nombre en mente, habló con unos y con otros. Susurró ideas en ciertos oídos. Sembró dudas en algunas conciencias. Puso en marcha un mecanismo imparable que le conduciría finalmente, a su destino. Pero asegurándose de que su momento llegase pronto. Él estaba listo. Conocía y había usado los hilos maestros de los que tirar. Únicamente quedaba fijar una fecha, un día, que no podía postergarse mucho, ya que Albino estaba tomando disposiciones que estaban haciendo bastante daño  a mucha gente. Gente en general buena, amigos suyos. Gente, sobre todo, necesaria, sin la cual nada podría hacerse. Y estaban en peligro. Cada día que pasaba el fin estaba más cerca y todo podía venirse abajo. Y él se encargó de hacérselo ver a las personas pertinentes, las que podían mover ficha y, además, en el sentido que él quería. Tenían intereses coincidentes y no dejó de recordárselo.

Después de todas las frenéticas conversaciones, ajustes, acuerdos, de hacer y deshacer planes, pues, estaba seguro, iba a ser un gran escándalo, quedó fijada la fecha. Sería finalmente el 28 de septiembre. No se podía esperar, él no podía esperar ni una día más. Quince años habían sido demasiados y ahora la impaciencia le carcomía. Pero necesitaba algo, algo especial, que le faltaba, al parecer, para ser el siguiente.

Le explicaron cómo sería. Le dieron detalles y acordaron horarios. No podían permitirse ni un solo fallo. Tenía que funcionar como un reloj. Desde el fallecimiento de Giovanni, que él tanto había esperado y deseado, iban a transcurrir 53 días. Ni uno más. Alguien, él no quería saber quién, le suministraría un medicamento posiblemente diluido en  té o algo similar que, lentamente, le pararía el corazón. Entonces, le explicaron,  dispondría de un máximo de tres horas para hacer lo que tuviese que hacer, antes de abandonar la habitación sin que nadie le viera. Nadie sabría siquiera que había estado allí. Después se desataría el caos.

Y así fue. Todo se desarrolló según lo previsto. Durante los últimos instantes juntó sus labios con la boca de él y dejó que su alma, tan popular, tan querida, tan mediática, pasara a su interior y se fundiera con su propio espíritu.

Ya sólo le quedaba volver a su residencia y esperar. Le llamarían en breve y él tenía que estar en su sitio. Pero volvería, y esta vez, públicamente. Ahora, haría todo lo que no había realizado la vez anterior, 33 días antes, durante la elección. Se fijarían en él, notarían algo nuevo que no habían visto la vez anterior, se dejarían seducir. Y él se movería, pactaría, prometería y dejaría que su nueva alma cautivase a todos. Ya tenía incluso elegido su nombre. Sería, también, Juan Pablo.

 

Próximo turno    P – Montse – Activo

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Aquello que hacía, sí valía la pena…

Por N – Sonvak

Aquello que hacía, sí valía la pena, por lo menos económicamente hablando; al fin y al cabo, los principios, la moralidad… el corazón… hacía tiempo que los había dejado atrás.

-¿Me estás escuchando?… pareces absorto.

Concentró su mirada en la mujer acostada a su lado en la cama. Normalmente no involucraba trabajo y placer… pero con ella no había podido evitarlo. Tomó un mechón de sus cabellos y lo deslizó entre sus dedos mientras sus pupilas se perdían en la noche de su mirada, aquella misma que le estaba demandando atención.

-Estaba pensando en ti…, en lo que voy a hacer contigo -observó como la mirada de ella se encendía anhelante- …quiero atarte a la cama con lazos de seda; vendarte los ojos para no distraerme con tu mirada y concentrar todo mi atención en tu cuerpo; quiero hacerte sentir hasta la más liviana de las caricias… quiero que la vida se te escape en cada gemido de placer. ¿Me lo permitirás?. ¿Me concederás el deseo de hacer realidad ésta, mi fantasía?.

parejaenlacama

Sabía cual sería la respuesta de ella. Conocía a las mujeres; sabía como seducirlas, como llevarlas a su terreno… y en ese sentido, ella no era distinta.

Con movimientos ágiles, salió de la cama, desnudo. Se sentía orgulloso de su cuerpo y, desde luego, era un factor importante en el trabajo que desempeñaba. Se dirigió al cuarto de baño, donde había dejado los lazos de seda… y alguna que otra cosa más.

Allí seguía ella, tendida en la cama, esperándolo expectante. La sábana la cubría. Lo miraba con deseo mientras él avanzaba hacia ella.

-¿Qué traes en esa bolsa?

-Ese es un secreto… -mientras contestaba una sonrisa maliciosa aparecía en su rostro.

Se colocó a horcajadas sobre ella. Primero ató una de sus muñecas y después la otra al cabecero de la cama. La miró, sonriendo:

-Ahora, cariño, vas a dejar de verme y solo vas a sentir -a continuación, le vendó los ojos.

Se fue moviendo sobre ella para lentamente retirar la sábana que la cubría acariciándola con la misma en el proceso. Su cuerpo era espléndido, como el de cualquier diosa imaginable… realmente apetecible, y no pudo evitar salpicar de besos su epidermis antes de acabar con el trabajo.

Se preguntó cual sería el motivo por el que alguien estaba dispuesto a pagar mucho dinero para verla muerta. Pero no le pagaban por hacer preguntas.

Con cuidado, al igual que un artista modelando una delicada pieza, fue rodeando su cuello con el lazo. Inclinó su cabeza para besarla apasionadamente y acallar cualquier posible grito o gemido… y comenzó a apretar.

Besarla también le permitía saber en que momento exacto la vida abandonaba su cuerpo… Su último aliento sería de él.

Próximo turno: O – Aspective – Activo

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