Dejé el periódico sobre la mesa, ya no quería saber más sobre el puterío. Era mi día de descanso y como que empezar con esa noticia no me hizo muy bien que digamos, claro, si me reí un buen rato, incluso había sacado mis conclusiones, eso de que el puterio fuera un deporte al final de cuentas me tenía sin cuidado. Pero, una cosa lleva a la otra. Me dolía aún la mano, ya tenía una ampolla bastante grande, el café hervía. Me levante de la silla donde estaba y me fui hacia el lavabo, sabía perfectamente (por enseñanzas de mi madre claro) que poniéndome agua helada en la quemadura podía mitigar un poco mi dolor.
El chorro del agua caía despacio sobre mi mano, mientras que me quedaba pensando, ido, distraído en lo que hacía. Tengo ya 45 años, eso del puterío ya no es para mí, en algún momento el sexo era mi debilidad, pero como una vez había leído por ahí en un blog muy conocido que el sexo es algo que viene y luego se va, claro ahora empezaba a comprobarlo que así era. No se pueden imaginar las cosas que he tenido que pasar, cuando mi mujercita quiere que hagamos el amor y yo sin más ni más no funciono ni un poquito. Pero pienso que mis problemas vienen de mis traumas de la secundaria, creo que tengo que contarles mi historia para que me puedan entender.
Antes que nada me presento con ustedes, mi nombre es Elpidio Obeso, ese es mi principal trauma, mi nombre, no se de donde lo sacó mi padre, pero me ha traído unas desgracias horribles. Si ustedes leen mi nombre un poco rápido se darán cuenta. Claro, no se si mi padre me puso ese nombre nada más en venganza, porque también el tiene un nombre raro, más raro que el mío, fíjense; a él le pusieron Pañal, si como lo leen, así se llama mi queridísimo padre. Se preguntarán ¿por qué? Pues les contaré, cuando mi padre nació, su pobre madre murió y las ultimas palabras que dijo fueron: -“que le pongan pañal al niño” – y claro, como la voluntad de un moribundo se tiene que respetar le pusieron ese nombre.
Volviendo al tema de mis traumas, resulta, que yo constantemente era motivo de burlas en mi escuela, claro, cualquiera diría que yo tenia una ventaja, pero no se pueden imaginar lo traumarte que es. Cuando la maestra empezaba a tomar lista de asistencia y llegaba a mi nombre: -“Elpidio Obeso”- yo decía presente, pero todos los compañeros míos gritaban: “yo también yo también”. Algunas chicas se paraban de sus lugares y me empezaban a dar besos. Al principio no era desagradable, al contrario. El punto es que nada mas por mi nombre me daban besos. Llegué al grado de hartarme de tantos besos y pensé que a lo mejor me estaba volviendo gay, hasta que conocí a mi adorada Petra, ella me devolvió la hombría que estaba perdiendo.
Al principio cuando nos casamos mi poder sexual era tanto, que en menos de siete años tuvimos a nuestros seis hijos, yo quería completar el equipo de futbol, pero pues no es tan fácil mantener a tantos. Tenía un vigor tremendo, que todas envidiaban a mi mujer cuando les decía que terminaba hasta cinco veces en la misma noche. Ella siempre me ha dicho Elpi, de cariño, se escucha menos feo, por eso creo que superé mis traumas. O cuando menos eso creía hasta que me llamó mi padre y me recordó mi nombre. Fue entonces cuando empecé a volver a soñar todos aquellos momentos tan horribles. De eso ya hace un mes y desde entonces no funciono. O más bien, mi cosita no funciona. Le hablo con cariño, le digo cositas bonitas y nada. Mi mujer amanece de mal humor. Con decirles que ya ni me dirige la palabra.
Mi compadre Chencho me dijo que tengo que ir con el doctor, que a lo mejor por mi edad ya no se me para. “El corazón se me va a parar un día de estos” le dije enojado. No se para que le cuento estas cosas si ni me entiende, yo no estoy viejo, estoy en la flor de la juventud. Yo digo que tiene que ser por lo que les conté, no creo que sea lo que dice mi compadre, así que he decidido ir con una psi coloca o algo así leí por ahí.
No sentí cuando el lavabo se llenó de agua y estaba derramándose ya. Mi mujer estaba gritando: “Elpidiooooo” desde la puerta hacia el lavadero donde yo me encontraba. Cabe aclarar que desde que ya no funciono no me dice Elpi. -“¿Qué pasa mi amor?” – pregunté. -“¿Qué no ves el tiradero de agua que tienes?”- me gritó enojada y continuó: -“te hablan por teléfono, ven y contesta”- me dijo molesta. Me preguntaba quien podría ser. Me dirigí a la sala, donde se encuentra el teléfono, lo tomé y me lo puse en el oído. –“Bueno, ¿si? ¿Quien habla?”- contesté. -¿Qué ya no conoces a tu padre? Hijo desnaturalizado, habla tu padre el Pañal. – contestaron desde el otro lado. Era mi padre como pueden ver. -“Si apá, claro que te reconozco, lo que pasa que no sabia que eras tu. ¿Qué pasa?” – dije yo nervioso por los regaños de mi padre, aun a sus setenta años aun me daba mis friegas.
-“Solo hablo pa´ decirte, que la semana que entra, tu madre y yo nos vamos a tu casa a vivir”- dijo mi padre.
-¿Qué que? ¿Pero porque apá? ¿No estas a gusto en el rancho? -“Eso a ti que no te importe, ya dije, así que prepárate, porque allá te vamos a llegar”- dicho esto me colgó.
Solo esto faltaba para completar mi desgracia. Mi padre venia a quedarse conmigo y yo sin poder funcionar. Me lleva la que me trajo como decía él. No cabe duda, las desgracias me persiguen.
Proximo turno para V- Aguaya