Se volverían a ver? –se preguntaban los dos y aunque la respuesta era incierta no importaba ya que habían pasado una días intensos juntos sin haber planeado nada, incluso conocerse.
La historia comenzó un domingo de abril en la cual cada uno llego al pintoresco lugar para arreglar asuntos personales, ella a visitar a su abuela enferma y el ahí vivió y regreso para recoger unos papeles importantes. La primera vez que cruzaron sus miradas fue en la cafetería de la esquina cuando los dos coincidieron a la misma hora y en el mismo lugar.
-Me da un cappuccino – dijeron los dos al mismo tiempo y solamente sonrieron, esperaron su café y cada uno tomó su rumbo.
Mas sin embargo esa misma noche, él salió a dar un paseo por la plaza recordando su niñez, sus vivencias en el lugar y de repente se acordó de la sonrisa de ella, de su cabello, de sus ojos, de su cuerpo, de cómo sería tenerla entre sus brazos y hacerle el amor y se dio cuenta que ella, aunque no hubiera dicho nada con su sola presencia lo excitaba y se dijo a sí mismo –Tengo que volver a verla-, iré al café nuevamente mañana a la misma hora…
Al día siguiente fue cerca de la misma hora y cuando entró la buscó y en aquella esquina justo donde daba un rayo de sol, la vio tomando su café y un libro en mano, su tono dorado de su cabello parecía que lo llamaba, lo dudo pero se acercó y le dijo: – Me llamo Max, veo que estás leyendo este libro y es muy bueno, es de mis favoritos.
Ella respondió – si, aunque voy leyendo lentamente, no quiero perderme nada, ya que hay algunos conceptos que no logro entender.
-Si quieres te explico – dijo él
-Anda pues, te invito un café y me explicas – dijo ella
Comenzaron la charla acerca del libro, después hablaron del porqué estaban en ese lugar. No se percataron pero era de noche ya cuando pidieron otra taza de café; antes de cerrar el lugar, él pago la cuenta y salieron a dar un paseo y siguió la plática hasta altas horas de la noche en la misma plaza donde él había estado la noche anterior deseándola.
Se sentaron en una banca la cual una luz tenue los alumbraba y él no podía dejar de mirarla, de desearla, de repente él se acercó a sus labios y la besó, sin decir nada, el impulso y el deseo fue más grande que él.
… ella? Ella correspondió entregándose a ese beso como si fuera el último suspiro de vida y al separar sus labios ella le dijo –porque tardaste tanto en besarme? Ya no podía tomar más café pero esperaba que sucediera esto – y los dos rieron y volvieron a besarse.
El deseo entre ellos era mutuo, la atracción que de ellos se desprendía era demasiada y se volvieron a besar y entre beso y beso llegaron al hotel y llegando a la habitación, se desprendieron de sus ropas, comenzaron a besarse, acariciarse, él la tomaba por la espalda y la recorría con su boca y sus manos, la ponía contra la ventana en donde el frio del vidrio la excitaba aún más, sus miradas se encontraban, el contacto de su piel con sus labios era sublime, sus manos encontrando el camino para llegar al punto del éxtasis culminando en una explosión sexo intenso, apasionado en la alfombra de la habitación hasta que sus cuerpos desnudos y exhaustos terminaron sobre la alfombra de ese cuarto que había sido testigo de su pasión, su deseo, desde que se vieron por primera vez se atrajeron y sus cuerpos pedían, gritaban que estuvieran juntos.
Casi al amanecer salieron de ahí y cada uno se fueron a resolver sus asuntos, ese mismo día “coincidieron” nuevamente en la cafetería, tomaron un café y nuevamente se redimieron al extasis de deseo creado por sus cuerpos.
Al día siguiente fueron primero al hotel y después a la cafetería donde tendrían su ultima platica, su ultimo café de ese primer encuentro…
Llego la hora de su partida, se despidieron con un beso y ella le dijo a él… “La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella”
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