Archivo diario: 17 enero 2009

Los días que sucedieron no fueron iguales ni parecidos a los anteriores.

Ni a partir de aquel momento se iban a repetir los tiempos de antaño. Ahora era un «dios de las letras». Habia tocado el cielo en el extrajero, cuando en su tierra lo habian tratado siempre entre comillas.

Teñida su fama de cierto «tufillo» del antiguo regimen, nunca se le habia reconocido trabajo que le permitiese vivir. Siempre rodeado del ambiente intelectual de la epoca, farandula, famoseo, amigos de lo originalidad, artes y del ingenio.

Si escribiese mis memorias (pensaba mientras se acercaba a recoger su galardon con su paso caracteristico), con mucha probabilidad seria una de las personas de España que mas envidias generaria. Y tenia, como le gustaba decir a el , toda la «puta razon».

Habia comido, bebido, …., follado todo lo que habia querido a lo largo de su «marquesada» vida. Recordadas eran sus juergas nocturnas por la calle del  Papagayo de La Coruña, donde las las mujeres de vida alegre y facil, como a el le gustaba decir, a la sazon señoras prostitutas,  lavaban «sus chochos» en la palangana exhibiendo en las ventanas los trozos de tela con los que se secaban luego sus sagradas «partes».  Parecia la calle engalonada como el dia del  Pilar, con la salvedad de que no predominaban mucho los colores de la bandera patria.

Se inclino en aquel momento para recibir su galardon y se dijo para sus adentros que si soltase una de mis famosas ventosidades en este momento, a parte de pasar a la inmortalidad de las letras, pasaria tambien al «olimpo de los guarros». Ganas tenia, pero penso que ya habria ocasiones mejores, como seria aquella en la que en un futuro   le concediesen el  Premio Cervantes.

Fue aplaudido durante varios minutos, eso, aunque para sus adentros le pareciera una «idolatrada tonteria burguesa» le gusto.

Sento sus poderosas nalgas en la silla de cuero engalanada para la ocasion y saco de su bolsillo un discurso que habia preparado. Alzo su voz ronca, aspera, pero sincera y empezo:

He pensado mucho lo que iba a decir, a quien se lo iba a dedicar y desues de mucho meditar y sacar callo en mis hermosas nalgas creo que les voy a dedicar a todos los presentes unos versos que esperon sean cumplidos cuando yo ya no me encuentre sobre esta asquerosa tierra. Aqui se los dejo:

 La Donación de mis órganos:

Quiero el día que yo muera 
poder donar mis riñones, 
mis ojos y mis pulmones. 
 
Que se los den a cualquiera. 
Si hay un paciente que espera 
por lo que yo ofrezco aquí 
espero que se haga así 
para salvar una vida. 
Si ya no puedo respirar, 
que otro respire por mí. 
 
Donaré mí corazón 
para algún pecho cansado 
que quiera ser restaurado 
y entrar de nuevo en acción. 
 
Hago firme donación 
y que se cumpla confío 
antes de sentirlo frío, 
roto, podrido y maltrecho 
que lata desde otro pecho 
si ya no late en el mío. 
 
La pinga la donaré 
y que se la den a un caído 
y levante poseído 
el vigor que disfruté. 
 
Pero pido que después 
se la pongan a un jinete, 
de esos que les gusta el brete. 
Eso sería una gran cosa 
yo descansando en la fosa 
y mi pinga dando fuerte. 
 
Entre otras donaciones 
me niego a donar la boca. 
Pues hay algo que me choca 
por poderosas razones. 
Sé de quien en ocasiones 
habla mucha bobería; 
mama lo que no debía 
y prefiero que se pierda 
antes que algún comemierda 
mame con la boca mía. 
 
El culo no lo donaré 
pues siempre existe un confuso 
que pueda darle mal uso 
al culo que yo doné. 
Muchos años lo cuidé 
lavándomelo a menudo. 
Para que un cirujano chulo 
en dicha transplantación 
se lo ponga a un maricón 
y muerto me den por culo.

El epitafio sera: CAMILO JOSE CELA. (En paz descanse, coño!!)

 

Claro esta que esto no ocurrio como os relato, pero me apostaria un «polvo» con una de sus señoras de vida facil, a que esto se le paso por la cabeza a don Camilo cuando le hicieron entrega del Premio Nobel.

 J – Lustorgan – Activo salta turno a:

K – Alejandro Marticorena salta turno a:

L – Juan Diego Polo – Activo

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Vive pegado a una máquina, esperando un trasplante

Carlos estaba bastante cabreado aquella mañana.

– ¿Te has levantado hoy con el pie izquierdo, papá? Nuestra seño dice que si nos levantamos con el pie izquierdo tendremos un día muy malo, ¿es eso lo que te pasa, papi? – dijo Amelia, su hija, de cuatro años, cabello rubio rizado, pequitas en la nariz y en los mofletes, grandísimos ojos azules y una sabiduría deslumbrante.

– No tengo ganas de hablar, Amelia. – contestó tajante Carlos.

– Papi, yo te aconsejo que te vuelvas a acostar y te levantes de nuevo, pero esta vez apoyando el pie derecho primero… Nos lo ha dicho la profe, y si lo dice la profe es que es verdad.

Carlos no respondió al sincero y tierno consejo de su hija, que lo único que pretendía era ayudar, y se vistió rápidamente para comprar el periódico. En realidad no le gustaba leer el periódico. Sentía que ya era lo suficientemente desgraciado como para conocer más noticias tristes y sentirse aún peor. Pero aquel día necesitaba salir de casa y tomar el aire.

Se sentó en un banco del parque donde estaba el quiosco, con el periódico en una mano, y la bolsa de pipas en la otra. Rápidamente, como quien ha vivido ya tantos años que el pasado se le agolpa en diapositivas rápidas y muy breves, recordó aquellas tardes en las que la pandilla se reunía en aquel banco del parque, con un montón de pipas por comer, acompañadas de risas, chistes, anécdotas, las mentiras del chulo del grupo y, más avanzado el tiempo, alguna que otra revista con mujercitas que mostraban sus encantos a chicos inexpertos como ellos, a esa censura que la edad va convirtiendo en visible y usual.

Salió de su pasado y volvió de nuevo a aquel presente. Miró el suelo, pero alli no quedaba ni rastro del pasado que él recordaba. Suspiró y sonrió, metiéndose una pipa en la boca y saboreándola, respirando otra vez aquel mismo aroma.

Abrió el periódico, y el viento pasó las hojas rápidamente hacia la sección de anuncios, sección que Carlos nunca leía… Hasta aquel día. Reparó en una notícia que le llamó bastante la atención:

Ángel lleva este nombre porque se lo merece de verdad. Aunque no tiene alas, y su aureola es invisible, este niño es todo un ángel. Tiene tan sólo diez añitos, diez años de inocencia, de bondad, y de buenas acciones (aunque también algunas trastadas). De llantos, rabietas, alegrías, sonrisas contagiosas, ilusiones, deseos, sueños… Sueños…

Su vida ahora mismo es un sueño. Siempre está dormidito plácidamente, con esa carita de niño bueno, con esa ternura de sus rostros, pegado a una máquina y esperando un trasplante. Un transplante que le cambie la vida y le haga ser como el resto de niños de su edad, pero sobre todo, un transplante que le ayude a vivir.

Ángel tiene aún mucha vida por delante. Quizás tú, lector, podrías ayudarlo. Él y su familia te lo agradecerían muchísimo.

Si estás interesado en ayudarnos, llama ya al 902202226

Carlos se quedó pensativo. Pocos segundos después tomó varias decisiones. Primero, llamaría a aquel teléfono. Quizás tenía suerte y podía ayudar a aquel niño indefenso. Después, iría a casa y, siguiendo el consejo de su hija, se acostaría y se levantaría de nuevo…. Pero esta vez con el pie derecho.

Los días que sucedieron no fueron iguales ni parecidos a los anteriores.

G – Gabi – Fin de Semana salta turno a:

H – JoseLuís – Activo

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Es gente de fiar

…Es gente de fiar, si, si, eso mismo pensó el joven Alberto, un chico que cada viernes acudía a una fiesta organizada por cualquiera de sus amigos, 
pero aquel viernes parecía distinto. Cuando llegó a casa a la hora de comer su contestador parpadeaba, escuchó los mensajes y uno de ellos decía
 – Alberto esta noche no hay fiesta, a continuación el siguiente mensaje le comunicaba que sí, que había fiesta, Alberto no apreció que la voz del segundo de los mensajes no correspondía a ninguno de sus amigos.
Después de comer, descansó un rato y cuando se iba acercando la hora de irse, se arregló como siempre y acudió a la fiesta en el sitio acordado. En la fiesta había chicos y chicas, pero no estaban sus amigos. Alberto pensó que se retrasaban por alguna razón y no le dio más importancia. Mientras los esperaba se sentó en la barra y pidió una copa, se le acercó una chica a la que parecía gustar, entablaron una conversación y tras varias copas y sin que ninguno de sus amigos hubieran aparecido, ambos se van a otra fiesta a la que la chica estaba invitada. Alberto consintió en irse con la chica pues pensó que sus amigos le habían dado plantón y la chica parecía de fiar. 
En la otra fiesta siguieron bebiendo, pero en algún momento, le introducen algo en la bebida que lo deja inconsciente. Lo siguiente que recuerda Alberto, es despertar desnudo en una bañera llena hasta arriba de cubitos de hielo, un fuerte dolor de cabeza y una enorme molestia en la zona lumbar.

¡No fiarse de una cara bonita!

¡No fiarse de una cara bonita!

Alberto con la cabeza muy aturdida mira a su alrededor y observa un cartel que dice «llama a urgencias o morirás» y un teléfono a su lado. Empieza a ponerse cada vez más nervioso, pero decide hacer la llamada, al otro lado del teléfono sale una operadora y le cuenta como puede lo que le ha ocurrido, ésta le aconseja que salga de la bañera y se mire en un espejo. Alberto, busca un espejo sin encontrarlo, pero ve una ventana y se mira como puede, no observa nada raro y así se lo comunica a la operadora, ésta le insiste y le dice que mire su espalda. Al hacer esto, observa que tiene dos enormes cicatrices a cada lado de la zona lumbar. Al oírlo, la operadora le comunica que le han robado los riñones y le recomienda que vuelva a la bañera con hielo mientras llega el equipo de urgencias. Alberto, balbuceando le da la dirección y en poco tiempo se lo llevan al hospital. Desde entonces, Alberto vive pegado a una máquina, esperando un transplante.

F – Saralm – Activo

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