Tan mala cosa que toda nuestra sociedad actual, racionalista, cientificista y cosificadora donde una vida humana tiene el valor económico que un juez, o un agente de seguros, fija de indemnización (y que en ocasiones, si lo fija un juez ni se paga) o lo que cuesta la operación para deshacerse de una vida, futura persona, o la inyección que duerme a quien ya no es rentable a la sociedad… y donde hay quien defiende antes a un perro, o una foca, que a otra persona…
Y es que en la base de esta nueva filosofía, donde el ser humano es un mínimo punto sin más importancia, para algunos que un virus… en la base de nuestro «moderno» modo de pensar está la Ciencia.
Sí, así como suena, con Mayúscula, enfatizándola, así es como la pronuncian muchos sin ser conscientes que la Ciencia no es como ellos la presentan: como la Verdad Absoluta e Irrebatible. Tampoco, pese a que muchos la asocien e identifiquen con la Razón, como si el mero razonamiento fuera capaz de darnos la Verdad Absoluta, cuando razonar no es más que obtener conclusiones de la información que ya se tiene y la ciencia no hace sino generalizar múltiples datos dispares.
Incluso las matemáticas, base de la ciencia occidental, poseen la verdad absoluta, pues nos gusten o no parten de unas verdades asumidas e indemostradas, las llamemos axiomas o creencias.
Y lo mismo, más grave aun cuando se hace sin ser consciente de ello le pasa a las llamadas «Ciencias empíricas» que, además de asumir las creencias que están en la base de las matemáticas asumen, sin reconocerlo una mayor, en realidad dos: (1) que el mundo físico tiene unas normas fijas e inmutables y (2) que mediante la generalización de los datos numéricos obtenidos de la medición podemos llegar a conocerlas.
Y es que como dice –Paul Feyerabend
ninguna teoría sería nunca consistente con todos los hechos relevantes. Por ejemplo, una teoría de la gravitación de la entidad de la de Newton ha tenido desde el principio serias dificultades de desviaciones cuantitativas con los hechos observados. Esto no ha impedido que sea la dominante durante siglos y se considere un modelo de teoría científica. En estos casos, en lugar de desechar la teoría por su desacuerdo con los hechos se recurre a una aproximación o bien se inventa una hipótesis («una hipótesis ad hoc«, dice Feyerabend) que cubra la inconsistencia. La actitud habitual en filosofía de la ciencia es despreciar estas hipótesis ad hoc por ir contra el método racionalista. Sin embargo, según Feyerabend, es un hecho que tales hipótesis son abundantes en el cuerpo de la ciencia.
La educación científica se concibe hoy como una simplificación de la racionalidad que se consigue mediante la simplificación de las personas que participan en la ciencia.
Pero incluso va mas alla considerando la mentira del racionalismo y la ciencia:
«por qué habría de ser necesario disponer de una terminología que permita decir que dos teorías hablan del mismo experimento. Esto supondría una pretensión unificacionista, posiblemente realista, cuyo objetivo parecería ser la verdad, sin embargo, es de suponerse que la teoría puede contrastarse bajo un criterio de adecuación empírica. Tal criterio partiría de la relación que se establece entre el enunciado observacional que describe el resultado de un experimento formulado para cada teoría de forma independiente, el cual se compara con las predicciones que cada teoría postula. En este sentido, la elección se realiza cuando una teoría es empíricamente más adecuada. Y si con esto la objeción ante la posible deambulación de la nueva teoría no se contesta, es irrelevante pues muchas veces la historia nos ha demostrado que en efecto las posiciones varían o modifican sus campos de aplicación, por ejemplo, la física aristotélica y la newtoniana»
Lo dicho anteriormente implica que el proceso de elección de teorías no obedece a una racionalidad universal. Sobre si la ausencia de ésta constituye una posición irracional Feyerabend afirma:
No, porque cada episodio particular es racional en el sentido de que algunos de sus rasgos pueden ser explicados en términos de razones que o fueron aceptadas en el tiempo en el que ocurrieron, o inventadas en el curso de su desarrollo. Sí, porque incluso estas razones locales que cambian de época en época nunca son suficientes para explicar todos los rasgos importantes de un episodio particular.
Cuando otros, como el propio Feyerabend y otros como los redactores de Wikipedia nos dan las palabras ¿Por qué no tomarlas?
Por eso he querido terminar mi artículo con trozos de los escritos y opiniones de Feryerabend tomados de Wikipedia.
Y hago resto redactándolo en mi flamante OpenOffice, recién instalado y sin mirar a la pantalla, al menos cuando escribo, ya que es un poco mareante que, con el principio de cada palabra, el procesador te proponga lo que «él piensa» que quieres escribir.
Mareante, liante y preocupante pues…
¿Qué haremos cuando las maquinas escriban por nosotros?
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