Un cáncer terminal. La crónica de una muerte anunciada. Una terrible noticia: “Vas a morir en un plazo determinado y conocido”.
Creo que puede ser una de las cosas que más rápidamente te puede llevar a la desesperación, y quizá algunos decidan acabar ahí y no estar esperando a la trágica lotería día tras día. Sin embargo, para el que, de inicio, no renuncia, queda la pregunta. Esa que más o menos, jugando, todos nos hemos hecho alguna vez:
– ¿Qué harías si te dijeran que te queda un año, seis, tres meses de vida?
Os adelanto que yo no sé que respondería a esta cuestión. Puedo suponer, puedo recordar películas que plantean situaciones similares o comentarios oídos ante hipotéticos planteamientos parecidos. Pero, por supuesto, no lo sé.
– ¿Qué harías tú?
Supón por un momento (¡eh!, es sólo un juego…) que es a ti a quién le dan la horrible nueva. ¿Qué harías?
Dejar el trabajo, viajar, conoce el mundo, hacer no se qué que se me ha quedado pendiente, follar tanto como pueda…
Hace no mucho tiempo estrenaban una película en la que dos jubilados, enfermos terminales, uno con cosas pendientes y otro con dinero, se dedicaban a aprobar esas asignaturas pendientes de una vida. Divertida, emotiva… pero yo creo que irreal. Al menos, para mí. No me veo lanzándome en paracaídas sobre las cataratas del Niágara, por ejemplo, ni intentando subir al Himalaya de espaldas, ni siquiera intentando ligarme a Angelina Jolie (bueno y aunque lo intentara: no sé inglés…) Hay muchas, infinidad de cosas que no he hecho, que no se si intentaré hacer alguna vez, pero que no creo que fuera a lo que me dedicase en esas circunstancias.
En serio, todo lo que a mi se me ocurre tiene que ver con mi familia. Con mi mujer (ese viaje de novios pendiente que llevamos aplazando ya tantos años…) y con mis hijos. El pequeño tiene sólo cuatro años, y ni siquiera se acordaría de mí.
Se me viene a la mente otra película. Tampoco recuerdo el título (soy fatal para ese tema), pero si me acuerdo que lloré. Lloré como una magdalena y, al menos para el cine, no soy de lágrima fácil. En esquema: un matrimonio, una mujer embarazada y un marido al que le diagnostican una enfermedad terminal. Después de varias cosas intrascendentes para este tema, él se plantea que no va a conocer a su hijo ni, por supuesto, su hijo a él. ¿Qué hace? Comienza a grabar vídeos. Como un diario, como un testamento. Le cuenta de su familia, de él, de sus recuerdos, le habla de su esposa (la madre) le habla de lo que puede ser el futuro y los problemas (genéricos, por supuesto) que le traerá la vida, de las mujeres… Todo hablándole a su hijo nonato. Intenta que su hijo le conozca, conozca su historia y la de sus antepasados, intenta que no le falte un consejo paterno en algunos momentos. Intenta que no se quede sin cuentos al acostarse por la noche. Intenta… seguir vivo para su hijo.
No sé si se puede interpretar esta actitud como algo maravilloso o como algo egoísta, pues no acepta su muerte, su ausencia, ni deja de interferir en el futuro del niño y de la madre (¿Qué pasa si la madre se vuelve a casar y el niño tiene casi desde que nace un padrastro maravilloso? ¿Qué pinta el otro con sus cintas de vídeo?). Pero a mi me conmovió y si, repito, lloré, y creo, sí, creo, que yo haría algo parecido. Un diario en vídeo para mi hijo. Tan largo como puediera.
¿Y tú, qué harías si te anuncian que Tienes un video diario de un desconocido?
P – Montserratita – Activo