Cuando la noche extiende su manto negro sobre la ciudad, la calma llega a mi casa. Él se duerme y yo, a oscuras y en silencio, me interno con mi ordenador, en el mundo.
Después de todo el día encerrada en un mundo que me oprime, que me asfixia, que no me ofrece ninguna salida, la noche me abre un mundo inmenso de color.
Cada noche pienso donde quiero ir. Incluso hay noches que me arreglo, me maquillo, me pongo mi mejor vestido y mis sandalias, para meterme en la cama y enciendo el portátil para, una vez organizada, desplazarme, con la ayuda de mi proverbial imaginación a visitar el Museo del Hermitage, en San Petersburgo o al MOMA de Nueva York. Hay noches que prefiero ir a disfrutar de Madame Butterfly, en la Ópera de Sidney y otras, simplemente me gusta pasear por los tejados. O, a lo que yo le llamo los tejados en Internet: los blogs.
Me gusta entrar en blogs y seguir la cadena que establecen los amigos. Intentar desentrañar lo que se cuentan. Voy de adelante hacia atrás tratando de pillar el hilo de sus conversaciones para sentirme parte de un grupo. Incluso me desplazo en la cadena de sus blogs y concateno con otros y así hasta que me siento parte de ellos, parte de algunos, parte de alguien.
Pasan las horas volando y el silencio se llena de letras, de guiños, de sonrisas, de complicidades ajenas que pasan a formar parte de mi mundo.
Me embeleso con los detalles de cada uno de esos blogs. Con qué mimo y cuidado están hechos. Algunos son auténticas obras de arte, y lo digo con cierto conocimiento ya que si paso mucho tiempo leyendo blogs, otros días los paso rodeada de Monet, Manet, Pisarro, Cezanne, etcétera, en cualquier museo del mundo, y, sin ser una especialista en pintura, durante el día vivo rodeada de fealdad, de negrura, de podredumbre y de tiniebla, así que en el contraste de la pintura, me recreo en la belleza y la admiro más y mejor.
Juego a adivinar cómo será tal o cual persona. Qué hará, en qué trabajará o si vivirá en pareja o sola. Por lo que escriben sé si viajan poco o mucho. Comparo sus fotos con el aspecto actual que tiene lo fotografiado y así sé si el viaje fue hace poco o mucho. Así me siento parte de ellos, así me siento parte de alguno de ellos o de ellas.
Elucubro con sus nombres. Los hay sencillos que sospecho responden a su propio nombre (José, Pepe, Carlos o Rosa) otros mucho más elaborados ( Lamadrequeteparió, Lacabradelalegión, LaSantaCompaña, Queparenelmundoquemequierobajar) otros más guasones (ElLerele, Piripi, Líneaseguimosparabingo) y no podían faltar los sexuales (Elbadajodemiprimo, Lachochona, RoccoSiffredi, NachoVidal). Y pasan las horas. Y pasan veloces. Y pasan amenas.
A veces me arrancan sonrisas, en otras ocasiones hasta carcajadas que tengo que amortiguar con la almohada para no despertar a la fiera. Y me debato entre la carcajada y el pánico si oigo algún sonido, normalmente mi propio latir que suele ser tan fuerte que retumba contra lo más recóndito de las paredes de mi habitación, aunque durante el día parece que, tratando de no molestar, se llegue a paralizar casi del todo.
Hay blogs que denuncian y me encogen el corazón. Salgo rápido. Como alma que lleva el diablo. No quiero leerlos. No me gustan. Mis noches son para viajar por mundos bonitos, quiero sonrisas, quiero risas no llantos, aunque alguna lágrima de alegría deje caer, cuando, por casualidad, repita visita, llegando por otro camino y la alegría de encontrar a algún amigo –son mis amigos aunque ellos no lo sepan- tiempo después y reconozca de nuevo su blog, sus escritos, sus amigos……
Poco a poco, he ido aprendiendo y he abierto mi propio blog, no sin muchas dificultades ya que al tener que borrar cada madrugada mis pasos, al volver la noche, olvidaba muchas veces la dirección y tenía que volver a iniciar el camino para abrir otro blog de nuevo.
Es posible que tenga muchos blogs. Mejor dicho, muchos proyectos de blogs a medio hacer. A saber.
Sin embargo, al final, conseguí aprenderme una dirección y ahora escribo en un blog. En mi propio blog. Con mi propio nombre. Mejor dicho, con mi propio seudónimo o Nick.
Con el paso del tiempo, he perfeccionado la técnica y ya comento en otros blogs que visito con más asiduidad.
Hoy he tenido mi primer comentario. Lloré. Me encerré en el baño y lloré. Con lágrimas que ni imaginaba que me quedaban y lloré como no podía pensar que querría llorar. Y al terminar sentí tanta felicidad que no pude parar de reír, con una esponja de ducha en la boca, y volví a llorar de risa.
Mi primer comentario de alguien que se había fijado en mí. Ya no soy invisible. Ya no soy nadie. Ya soy alguien. Ya tengo un nombre aunque sea un seudónimo. Ya no estoy sola.
Y así, cada noche, abriré el ordenador cuando se duerma la fiera. Me dará igual si tengo un ojo medio cerrado o las manos doloridas de los golpes. Me arreglaré de nuevo para ir al encuentro con mis amigos. Con los únicos amigos. Con los únicos que me hablan. Con las únicas personas que me hablan y no me chillan.
Me visitan por lo que escribo y lo que les comento. Y yo les visito porque son mi vida, mi aliento, mi alimento, mi arrullo y mi paz.